Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Siempre se ha dicho que Guatemala es un país rico al que Dios bendijo con muchos recursos naturales, pero que las condiciones sociales son tan desiguales que la inmensa mayoría de la población sufre condiciones que menoscaban, inclusive, su dignidad como seres humanos. Ahora, cuando vemos cómo es que funciona la cooptación del Estado y porqué nuestras autoridades únicamente se sienten obligadas a cumplirles a sus financistas, tenemos que entender claramente que la ausencia de políticas públicas para impulsar el desarrollo es causa esencial del desbarajuste social que se traduce en tan gran contingente de pobreza.

Entre la evasión fiscal y el robo descarado de los recursos que debieran ser la inversión del desarrollo, la explicación para entender el eterno problema de la pobreza salta a la vista. Y es que si recordamos bien, desde el mismo origen de nuestra vida independiente se produjo esa cooptación del Estado porque los mismos “Próceres” lo crearon a su gusto para que sirviera a sus intereses y desde entonces nada ha cambiado. Hubo un esfuerzo por modificar las condiciones del país tras el triunfo del movimiento del 20 de Octubre que planteó la necesidad de un nuevo modelo económico, pero en el marco de la Guerra Fría y en pleno fragor del macartismo, fue muy sencillo zamparle la etiqueta de comunista que hizo fracasar el esfuerzo y que nos retrocedió varias décadas hasta volvernos a colocar en esa especie de sistema feudal que ha sido el dominante de nuestro país.

Y uno se pregunta cómo es posible que existiendo en teoría una democracia todos los gobiernos repitan una y otra vez y perfeccionen el sistema de saqueo, vemos que la ciudadanía no había caído en la cuenta que el problema está justamente en el modelo político, en la forma en que se eligen autoridades en lo que pasó a ser una verdadera pistocracia, donde los financistas son los únicos que generan un mandato y el mismo es que el país se mantenga igual, que no haya cambios importantes en ningún sentido y menos en lo que tenga que ver con el empoderamiento político de la gente a través de verdaderas organizaciones de intermediación.

El desarrollo y las oportunidades se construyen con dinero, pero cuando el dinero del Estado termina en los bolsillos de los políticos y sus socios financistas, desaparece toda oportunidad de invertir en la gente, de apostarle al futuro mediante creación de oportunidades. Por ello es que oponerse a la corrupción implica más que detener el saqueo para crear una nueva institucionalidad que rompa con el viejo molde que arrastramos desde tiempos coloniales en el que los dueños del país son los únicos que obtienen rentas y utilidades mientras que el resto no puede ni siquiera tener esperanza.

Por eso cuando leo que tenemos que defender la institucionalidad siempre digo que esta institucionalidad nuestra es deleznable, es una patraña porque todo está hecho para que la corrupción florezca en medio de la impunidad.

Artículo anteriorHartos de corruptos
Artículo siguienteNuevo Embajador