Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82

Es el momento más definitivo en nuestra historia y hoy sí, no podemos fallar; debemos terminar lo que empezó el miércoles 13 de septiembre: DÍA INFAME.

Durante meses tuve que lidiar con comentarios de que yo era demasiado negativo cuando decía que lo del 2015 había sido un estéril alegrón de burro por dos razones: una, las cosas, las reglas y los vicios seguían igual (vean el Congreso y el Ejecutivo que salió de esas elecciones a las que nos forzaron a ir) y dos, como bien dijo Iván Velásquez, no habíamos llegado al punto de no retorno, es decir, ese momento en el que los mafiosos ya no podían tirar todo a la borda y regresar a estar peor que antes.

Pero ayer, como bien dice el editorial de La Hora hoy, “El pueblo pudo probar lo que es su poder para arrinconar a los que se quieren aprovechar de sus posiciones para mantenerlo sometido a la corrupción y al saqueo” y hoy no podemos fallar porque quizá ya no haya una tercera oportunidad.

Como bien decía ayer una pancarta en la protesta frente al Congreso, “Guatemala te peleamos o te perdemos”, y es necesario ahondar un poco más en esa pelea, porque el cambio lo debemos lograr sin violencia pues eso es justamente lo que necesita Morales, sus operadores (presupuesto y preparación de leyes), los autores del día infame y sus financistas.

Debemos entender que solo con marcar a los diputados, a Morales y sus operadores cuyo principal reducto está en Finanzas y a los financistas de ambos, el cambio no llegará por decreto. Este es el momento, en el que para empezar, debemos quitar el monopolio a los partidos políticos para nominar candidatos al Congreso de la República porque mientras eso no ocurra, el espacio de participación política en el organismo obligado a generar los cambios, seguirá cooptado, secuestrado y con representantes que protegen los más rancios intereses.

Lograr los cambios de fondo, implica sacudir el sistema para poder lograr reformas integrales al mismo, tales como los obligados cambios al sector justicia, al sistema de compras y de rendición de cuentas, al servicio civil, para que podamos verdaderamente invertir en la gente, en su salud, en su educación y en su seguridad.

Todo esto será un proceso porque un sistema que se ha ido perfeccionando para las mafias durante los últimos 32 años, no se cambiará en un mes, ni 6 ni quizá 12; esta es una carrera de resistencia más que de velocidad, pero tiene que estar claro que si esta será La Hora de pensar en una nueva Guatemala, su voz y su deseo de cambio no puede silenciarse ahora.

En el 2015 el Congreso no sintió, más que una vez, la presión de la gente y durante todo este tiempo el Legislativo pasó bajo el radar. Pues ahora que son el centro de atención con el gobierno de Morales y sus financistas, no podemos ni debemos perderlos de vista, porque por ahí pasa el cambio que tanto añoramos.

Hoy nadie le puede decir exactamente cómo se mira el cambio y cómo será, pero sí somos muchos quienes podemos decir qué es lo correcto, qué es por lo que debemos luchar y cuál será el mejor legado que podemos dejar a nuestros hijos.

 

Artículo anterior¡Ay, Guatemala!
Artículo siguienteEl poder ciudadano