Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

Siempre he dicho que a pesar de que se suicidó, a César Barrientos lo mataron aquellos que se sintieron amenazados por su actuar como magistrado presidente de la Cámara Penal de la Corte Suprema de Justicia (CSJ) y encontraron en las acciones de su hijo, la mejor excusa para cuadricularlo, hacerle la vida imposible y llevarlo hasta la muerte.

Y no me deja de llamar la atención cómo es que ahora, las voces que gritaron enardecidas contra Barrientos, guardan un silencio peculiar ante el actuar de tres magistrados que son la mejor cara de esas elecciones viciadas del 2014 que fueron tan criticadas, pero que tomaron posesión gracias a una Corte de Constitucionalidad (CC) que aprovechó el espaldarazo que la Embajada dio al proceso.

Blanca Stalling, Vladimir Aguilar y Douglas Charchal, sin ser los únicos, son las caras más visibles de la corrupción y el tráfico de influencias que opera en la CSJ y los que padecen del mismo cinismo y descaro de un Enrique Godoy, que se aferran al cargo porque al fin y al cabo, la gente rápido olvida y Guatemala es el país de la corta memoria histórica.

Tras la reculada que dieron los magistrados cuando se denunció en plena Semana Santa el plan que existía para perjudicar a Thelma Aldana desde la misma CSJ, dije que los que eran volvían y que debíamos estar preparados, porque los gloriosos jerarcas del Organismo Judicial iban a volver a la carga para hacer de las suyas y servir a los poderes que los eligieron.

Nunca pensé que tan rápido harían un nuevo intento y ahora que han cerrado un pacto de impunidad con el Congreso, por medio del cual éste rechazaría al antejuicio de Charchal y la CSJ haría lo suyo con los diputados de FCN, realizo que fui muy ingenuo de pensar que no lo harían tan rápido; sabiendo que tienen todos los incentivos para asegurar la impunidad.

Y es que es muy lógico, tanto la CSJ como el Congreso, la tienen en contra de la CICIG y el MP, entonces es muy fácil aliarse para ver cómo le hacen la vida imposible a Iván Velásquez y a Aldana y su tarea se les facilita aún más, porque salvo el complicado riesgo de un proceso legal o de algunas publicaciones de prensa que luego se diluyen, no hay más.

Y digo que no hay más porque la “frustración” ciudadana no se siente y no se oye más allá de las redes y las sobremesas y eso allana el camino de los mafiosos. Si cuando sucedió lo de Barrientos se le exigió la renuncia, es consecuente que ahora se les solicite a los tres magistrados ya mencionados que se aparten del cargo.

A Stalling le ha bastado, cada vez que tiene los reflectores encima, pedir permiso para ausentarse y con eso evitar tener que contestarle a la prensa, aunque sigue operando sus huestes que ha tejido desde muchos años atrás.

Guatemala necesita una recomposición profunda en sus tres organismos de Estado pero pareciera que los ciudadanos no quieren ver y un alcohólico nunca dejará de serlo, si primero no reconoce la existencia del problema, para luego enfrentarlo e intentar vencerlo.

En otras palabras, el futuro se pinta gris si la gente no reconoce o está dispuesta a enfrentar nuestro problema institucional en Guatemala y por eso, entre otras cosas, tenemos magistrados y diputados que dirigen el reino de la impunidad.

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