Por Javier Estrada Tobar
jestrada@lahora.com.gt – @JAVIEResTOBAR

Hace algunas semanas, en una entrevista con La Hora, el presidente Jimmy Morales me dijo que “se le cae la cara de la vergüenza” cada vez que acepta donaciones de medicinas por parte de las empresas farmacéuticas, y aseguró que admitía esos aportes millonarios y voluntarios solo porque no se ve otra solución para mantener en funcionamiento los hospitales y centros de salud. Algo parecido me pasó a mí por estos días, pero mi historia es mucho más triste.

Esta semana estuve a punto de sufrir un desprendimiento facial –en sentido figurado, claro– por la vergüenza que sentí después de escuchar a varios maestros de escuelas e institutos públicos, que reaccionaron con indignación frente a la campaña del Gobierno para que cada docente done un escritorio en su escuela.

En San Andrés Semetabaj, Sololá, el Presidente dijo en el Ejército cada oficial donarían un escritorio para las escuelas e invitó a que los maestros hicieran lo mismo; en las redes sociales surgió la etiqueta #UnMaestroUnEscritorio y la polémica dividió opiniones, pero lo más importante fue conocer de primera mano lo que pensaban los docentes sobre esa iniciativa.

Y contacté a varios maestros, tanto de la Capital como de la provincia, quienes expresaron su preocupación por la difícil situación que atraviesan para cumplir con su trabajo, pero sobre todo por la incomprensión del mandatario ante la precaria situación del sistema educativo.

Una maestra de Zacapa me contó que cada mes tiene que extender su salario para mantener a sus tres hijos y a su mamá, que requiere cuidados especiales por el cáncer que padece. “¿Donar un escritorio? ¡Muchas veces no tengo dinero ni para comer!”, me dijo con indignación.

“¿Sabrá el Presidente que a muchos no nos alcanza el sueldo?”, contó un maestro capitalino, que imparte clases en una escuela de la zona 12. “Hace dos años que no me puedo comprar un par de zapatos, porque todo lo gasto en mi familia; no podemos hacer caridades así”.

Una profesora de Sololá, que imparte clases en secundaria, pero con experiencia en la atención de niños pequeños, dijo que la sola idea de pedir contribuciones a los maestros es totalmente incoherente. “No nos confundamos; una cosa es la dirigencia de los sindicatos magisteriales, que tienen carros y guardaespaldas, y aparte estamos los que caminamos una hora diaria para ir a dar clases, y tenemos que poner de nuestro dinero para comprar útiles”.

Escuché muchos otros testimonios para redactar este texto y pienso que el Presidente y sus asesores deberían hacer lo mismo; la política no se trata de dar discursos durante las visitas sorpresa a las escuelas y hospitales, sino de escuchar a las personas y sus problemas, y buscar soluciones para ponerlas en marcha.

Sé que después de la polémica el Presidente dijo que la idea de la donación de escritorios era una broma, pero solo pensar y expresar la propuesta estuvo fuera de lugar. Presidente, los guatemaltecos trabajadores y honestos, que entregan su esfuerzo todos por un salario digno, merecen mucho más del Gobierno.

Artículo anteriorEl recurso del miedo para controlar
Artículo siguienteLa Juventud requiere un presente dotado de futuro