Roberto Arias

Es necesario que los congresistas pongan sus barbas en remojo, porque la población guatemalteca está en vías de realmente abrir los ojos hacia cuáles son sus derechos y sus obligaciones. La participación constante puede palparse por medio de la opinión ciudadana que se pronuncia a través de las redes sociales que se publican en tiempo real a través de los medios etéreos de comunicación y/o por los medios escritos, verbigracia Diario La Hora. Los tradicionales abusos de los gobernantes ya no pasarán inadvertidos para la ciudadanía.

La soberanía radica en el pueblo, es decir que a la ciudadanía pertenece el poder político supremo que corresponde al Estado independiente de Guatemala. Los gobernantes únicamente tienen una representación otorgada por esa misma ciudadanía. El pueblo, así como confió a los gobernantes la representación para conducir los intereses del Estado, puede también así quitar esa representación por diferentes motivos y diferentes medios.

En el caso particular de las condiciones que se ciernen sobre Guatemala, relativo a la depuración o refinamiento de los pensamientos y las acciones ciudadanas en vías de la búsqueda de una madurez política, seguramente no será muy pacífica la reacción de este pueblo hastiado y asqueado de toda la obstinada inmoralidad que persiste entre políticos, burócratas y el capital dominante que es y ha sido el origen de toda la podredumbre que nos abruma.

Si el Congreso de la República no establece la solución a la peligrosa crisis de institucionalidad y de falta de representatividad de los partidos políticos; a la votación para diputados por planilla; a la elección de contratistas del Estado para diputaciones; a la limitación de reelección de diputados y alcaldes; a la limitación del flujo de capitales, en calidad de coimas, del financiamiento privado –que puede traducirse también en lavado de dinero– etcétera, los congresistas sabrán que están abusando contra el mismo pueblo, con el poder que el pueblo les dio; entonces sabrán a qué atenerse.

Les recordamos a los congresistas que parte de la Revolución de Octubre de 1944 fue la entrada de las turbas al hemiciclo y cuentan los bisabuelos que sacaron a cachimbazo limpio a los diputados gritando: “¡Allí va otro toro!”. Afuera los recibían para lincharlos de inmediato. Esto es algo que obviamente no me consta ni lo encontré escrito en partes conducentes de esa parte de la historia de Guatemala, pero así me lo contaron hace años personas dignas de total credibilidad que ya no viven.

El punto aquí es que si los congresistas electos, irónicamente en listados semi anónimos, para ocupar curules en el Congreso no reaccionan velando por los intereses de la República, sino por espurios intereses personales de ellos mismos, ya hay señales de que los mismos congresistas abrirán la puerta para algo que preferiríamos no ver de nuevo en Guatemala.

Hay muchísimos ejemplos de lo que pueden hacer los pueblos desesperados por el abuso de las autoridades gubernamentales y, esto sería otra desgracia para Guatemala.

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