Isabel Pinillos
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En la publicación de la Organización Internacional para las Migraciones sobre “Migración e Historia,” se hace un recorrido por la historia de las migraciones desde el inicio de la humanidad. Desde la prehistoria se dieron movilizaciones provocadas por cambios climáticos, como lo fueron la extensión de las capas de hielo. Uno de los mayores flujos migratorios registrados se dio a través del estrecho de Bering, en donde los primeros asiáticos llegaron a poblar el norte y el sur de América. Sin duda, las migraciones han moldeado a las naciones modernas en el aspecto cultural, económico y social, de modo que ninguna sociedad hoy en día ha permanecido sin haber experimentado algún tipo de movimiento.

Durante la época de la “exploración” se hicieron importantes migraciones desde Europa hacia América y Asia. Cuando bajó la producción laboral en las colonias, surgió la migración de esclavos africanos para satisfacer la demanda de mano de obra. En el siglo XIX cuando la esclavitud fue abolida, surgió la migración laboral bajo contrato, cuyas condiciones en la práctica fueron parecidas a las de la esclavitud.

Luego, la revolución industrial causó una gran hambruna por la falta de empleo de los campesinos europeos, lo que los obligó a buscar oportunidades en América. A comienzos del siglo XX, más de 50 millones de personas habrían salido de Europa hacia EE. UU. (38 millones), Canadá (7 millones), Argentina (7 millones) y Brasil (4.6 millones).

Después de la Segunda Guerra Mundial surgió la salida de millones de refugiados, obligados a huir debido a la persecución y devastación en sus países de origen. A su vez, en América, en países como EE. UU., Argentina y Canadá, por ejemplo, se desarrolló una “industria de la migración” con el objeto de hacer crecer su población, incrementar la fuerza laboral y tomar ventaja del auge económico de la posguerra. La promesa de una nueva vida fue un incentivo suficiente para que alrededor de 1.5 millones de europeos vinieran a buscar oportunidades a América. La migración se promovió y favoreció tanto legalmente como administrativamente hasta la década de los 60, donde empezaron a restringirse los flujos migratorios ajustando poco a poco los criterios de selección.

De tal cuenta, mientras que en 1965 había unos 75 millones de migrantes alrededor del mundo, en 2002 ya había crecido a 175 millones. Actualmente, los países ya no se encuadran dentro de la tradicional clasificación de países de origen, de tránsito y destino ya que muchas veces un mismo país reúne las tres modalidades. Las grandes disparidades económicas entre países ricos y pobres, las pocas posibilidades de una migración regular, factores sociales y políticos de los países de origen son otras causales importantes de flujos migratorios.

A pesar de que las migraciones han sido reconocidas como un fenómeno mundial, actualmente existen políticas que tienden a criminalizar a los que intentan cruzar las fronteras de los países. Organizaciones internacionales recomiendan que los países de destino encuentren formas alternas de regular los flujos, dando oportunidades reales a las personas que no pueden ingresar por las fronteras de manera regular, y que en los países de origen se propicien oportunidades reales de sustento para que las poblaciones no se vean obligadas a salir de sus tierras.

La historia ha demostrado que siendo las migraciones un fenómeno arraigado desde los inicios de la humanidad, ésta no va a detenerse. Su criminalización únicamente alimentará un clima de agresión y violación sistemática a derechos humanos universales. En una entrevista, el director de la OIM, William Lacy, ha expresado que hoy en día: “Mil millones de personas son migrantes; ya no podemos seguir contándolos, debemos proteger sus derechos”.

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