Dr. Alfonso Mata

El pueblo guatemalteco, dentro de lo que se denomina «era democrática» se mueve dentro de una autoestima social pobre, desorganizada y ha ido acuñando su desconsuelo en una simple frase «ahora no hay nada que hacer, y así ha sido siempre e incluso añade… y será».

Todos los que hemos participado en las protestas de los últimos meses, participamos de algo en común: estamos convencidos de que el sistema de elección de funcionarios para gobernar y conducirnos, no permite llevar a los mejores y que éstos no han trabajado en aras de provocar un acceso al desarrollo humano más justo y equitativo.

En la actualidad, nos enfrentamos con una estructura, organización y funcionamiento de los poderes del Estado, diseñados y ocupados por personas que propician el pillaje, la corrupción y que dura ya muchas décadas en que se reproduce un explotar y aprovecharse del poder: programas diseñados y planificados, grandes leyes, sistema normativo, que sirven y se preparan para el pillaje.

Finalmente, hay algo que ronda igualmente en el ambiente: ya no se cree en nuestras políticas y nuestros políticos y se habla en calles, pasillo de oficinas, aulas universitarias e incluso iglesias de que «todo está podrido».

Entonces con los sucesos actuales, no se trata de deshacerse de políticos únicamente, aunque esto sea lo circunstancial que permite lo demás, sino de restaurar el poder en la población, para exigirles que cumplan con honestidad, equidad y justicia el mandato del bien común. No es haciendo leyes (es necesario pero no suficiente) que eso se logra, sino haciendo que se cumplan ¿cómo puede el pueblo lograr estar seguro que eso se cumplirá? es algo que necesita aclararse, pero con un fin: debe quedar claro que es con la ciudadanía y no con sus amigos y familiares, con la que el político debe adquirir un compromiso y trabajar en ello.

El pedir un voto para el menos malo, un voto basado en el miedo, es una burla a la ciudadanía. Apenas es pensable una reforma bajo esos términos. La solicitud de la población sin embargo es uniforme «no más de lo mismo». Los tres niveles y estructuras políticas no han cumplido con el mandato que se les asignó, más bien como dice el dicho, han llegado al poder a «echar agua para su molino».

Las elecciones generales son lo otro circunstancial para un cambio. Una verdadera elección debería enfocarse a seleccionar «entre los mejores contendientes que representan las mejores opciones por su planteamiento, equidad y justicia» y no con un fin tan pobre como «entre los menos malos». Lo malo, independiente de su magnitud, no puede llevar a lo bueno y sí perpetuar el daño.

Para eso debemos cambiar ciertas ideas como lo es la forma en que entendemos el gobernar. La mayoría idolatramos personas y no ideas, votamos por las personas, es un voto «emocional» pero no por las ideas. Póngase a pensar ¿cuáles eran las ideas y acciones diferentes que le presentó el candidato por el cual votó de las de los otros, sus interpretaciones de la problemática y los enfoques de cómo lo iban a solucionar? Es inusual toparse con personas que analicen la forma en que un candidato va a pasar del diente y el labio al acto y eso resulta simple de comprobar: Ninguna autoridad y gobierno ha solucionado ni tan siquiera uno de los problemas nacionales, que nos aquejan desde décadas.

Entonces no se trata de deshacerse de las élites políticas, sino de restaurar una forma de elegir correcta y luego de hacer que cumplan los electos, con honestidad, equidad y justicia el mandato que les impone el cargo. No es haciendo o modificando leyes que eso se logra (es necesario, pero no suficiente) ¿cómo puede el pueblo lograr estar seguro que eso se cumplirá? es algo que empieza en el voto, que se debe discutir en su forma y fondo, pero debe quedar claro que es con la problemática social de la ciudadanía, con la que el político debe adquirir un compromiso y no con su bolsillo, los amigos y su grupo… perdón, partido.

 

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