Luis Alberto Padilla

Doctorado en ciencias sociales en la Universidad de Paris (Sorbona). Profesor en la Facultad de Derecho y en la Escuela de Ciencia Política de la Universidad de San Carlos. Es diplomático de carrera y ha sido embajador en Naciones Unidas (Ginebra y Viena), La Haya, Moscú y Santiago de Chile

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Por Luis Alberto Padilla

El domingo pasado Gustavo Petro asumió la presidencia de Colombia. Su discurso inaugural fue excepcional porque –al igual que el extraordinario escenario montado en la Plaza Bolívar de Bogotá, repleta con cientos de miles de ciudadanos que se ubicaron en el mismo nivel horizontal en que se encontraban las autoridades del Estado, diputados y cuerpo diplomático– revela los amplios y eruditos conocimientos que el nuevo presidente posee de las ciencias sociales contemporáneas incluyendo aquí la “ecología de saberes” (como la llama Boaventura de Sousa Santos) proveniente de los movimientos sociales, una de cuyas máximas exponentes es la nueva vicepresidente de la República, la dirigente social afrodescendiente Francia Márquez, a quien en el mismo discurso el presidente le encomendó el establecimiento del nuevo Ministerio de la Igualdad que se encargará de iniciar un gobierno paritario (como el que habrá en Chile si la nueva Constitución es aprobada en septiembre próximo) con quien se va a trabajar “para que el género no determine cuánto ganas mi cómo vives. Queremos igualdad real y seguridad para que las colombianas puedan caminar tranquilas y no temer por sus vidas”, el cual –suponemos– se hará cargo también de contribuir a terminar con el “despropósito y la amoralidad” de que el 10% de la población colombiana posea el 70% de la riqueza: “con voluntad, políticas de redistribución y un programa de justicia vamos a hacer una Colombia más igualitaria y con más oportunidades para todos y todas”. Que los más ricos paguen más impuestos debe ser visto como un asunto de solidaridad dijo el Presidente para financiar la creación de una sociedad del conocimiento haciendo que todos sus integrantes tengan el máximo de escolaridad y cultura “puesto que pueblos más pobres que nosotros…son ahora sociedades del conocimiento solo porque invirtieron durante décadas y con prioridad en la educación pública”.

El tema de la paz fue otro de los importantes asuntos abordados en el discurso inaugural anunciando la puesta en marcha de “diálogos regionales vinculantes” que permitan encontrar caminos de convivencia en los territorios –concepto fundamental de los movimientos sociales como ha sido destacado por el eminente pensador y científico social colombiano Arturo Escobar– pues lo que se necesita es, además del diálogo “,..más democracia, más participación es lo que propongo para terminar con la violencia”. Por eso mismo se convoca a “todos los armados” (recordemos que el ELN no firmó el acuerdo de paz que las FARC suscribieron con el presidente Santos en 2016) a “dejar las armas en las nebulosas del pasado” aceptando “beneficios jurídicos” a cambio de la paz.

Sin embargo, en lo concerniente a la violencia generada por el narcotráfico, el presidente Petro está consciente de que terminar con ella es un asunto internacional que requiere de una “guerra por una política de prevención fuerte del consumo en las sociedades desarrolladas”, agregando que va siendo hora que una nueva “Convención Internacional…acepte que la guerra contra las drogas ha fracasado, que ha dejado un millón de asesinados durante estos 40 años y que deja 70,000 norteamericanos muertos por sobredosis cada año. Que la guerra contra las drogas fortaleció a las mafias y debilitó a los Estados” llevando a éstos a cometer crímenes que han “evaporado el horizonte de la democracia”. Por consiguiente, resulta evidente de lo dicho por el nuevo presidente colombiano puede deducirse que esa primera gran reforma mundial en materia de política de drogas debería orientarse a que todos los gobiernos acepten –por eso Petro pide un nuevo tratado internacional que debería negociarse multilateralmente en Naciones Unidas– de una vez por todas –porque esto es algo que hace rato los expertos han venido reiterando– que la problemática de las adicciones (a todas las drogas incluyendo por supuesto alcohol y tabaco, pero también otro tipo de adicciones como al juego o las perversiones sexuales) es un problema de salud que debe ser tratado por médicos y psicoterapeutas, no un problema de represión penal, salvo en aquellos casos en que se ponga en peligro a otras personas. Esa es la única forma de conseguir que disminuya el consumo reduciendo la demanda.

En tácita alusión al libre comercio (cuya defensa es el caballito de batalla de la globalización y de los neoliberales) Petro dijo también que “si no se maneja con inteligencia y se planifica puede destruir economías y vidas”. Aseguró que Colombia orientará su política hacia la soberanía alimentaria para terminar con el hambre en su país porque “en la tierra en donde el ser humano descubrió el maíz debemos producir de nuevo el maíz” de manera que el Estado proveerá distritos de riego y brindará técnicas, semillas mejoradas y protección al campesinado. También se refirió al cambio climático y sostuvo que “sólo habrá un futuro si equilibramos nuestras vidas y la economía con la naturaleza”, ya que la ciencia “ha anunciado la extinción posible de la especie humana en apenas uno o dos siglos por los efectos en la salud que traería la crisis climática. El virus del COVID le mostró a toda la humanidad la alerta viva y real de esta posibilidad” y es por ello su gobierno se propone transitar a una economía sin carbón y sin petróleo salvando “uno de los pilares del equilibrio climático y de la vida en el planeta” como lo es la selva amazónica: “Si el FMI ayuda a cambiar deuda por acción concreta contra la crisis climática tendremos una economía próspera y una nueva vida para la humanidad”. Esto es algo parecido a lo que el presidente ecuatoriano Rafael Correa propuso durante su gestión para evitar perforaciones petroleras en la Amazonía ecuatoriana, aunque él esperaba que hubiese fondos donados por los países ricos, algo que no ocurrió. Por eso ahora Petro propone, como nueva fórmula, que a cambio se reduzca la deuda externa.

Finalmente el nuevo Presidente colombiano planteó un decálogo de compromisos dentro de los cuales destacan las políticas de cuidado (conforme al significado de este concepto en los textos de Leonardo Boff) para atender a “abuelos y abuelas de nuestros niños y niñas, de las personas con discapacidad, de las personas a las que la historia o la sociedad ha marginado. Haremos una ‘política de cuidados’ para que NADIE se quede atrás. Somos una sociedad solidaria que se preocupa y ocupa del prójimo. Que su Gobierno también lo sea. Haremos una política sensible al sufrimiento y dolor ajeno, con herramientas y soluciones para crear igualdad”; la cero tolerancia en la lucha contra la corrupción: “Vamos a recuperar lo que se robaron, vigilar para que no se vuelva a hacer y transformar el sistema para desincentivar este tipo de prácticas. Ni familia, ni amigos, ni compañeros, ni colaboradores… nadie queda excluido del peso de la Ley, del compromiso contra la corrupción y de mi determinación para luchar contra ella”.

El Presidente se comprometió también a promover el desarrollo de la industria nacional así como de la economía popular incluyendo la protección a la economía campesina al igual que a la protección de los ecosistemas naturales mediante el combate a la deforestación y el impulso a las energías renovable señalando que siendo el planeta Tierra “nuestra Casa Común” (en alusión a la encíclica del Papa Francisco Laudato si’) Colombia se propondrá “desde su enorme riqueza natural… liderar esta lucha por la vida planetaria”. En síntesis, esta gran visión cosmopolita, por la “vida planetaria” como afirma el presidente Petro, debería permitir a Colombia esa segunda oportunidad que a las “estirpes condenadas a Cien años de soledad” (como escribió García Márquez en su libro homónimo) les era negada. Por el bien de todos esperemos que así sea.

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