La SAAS es una de las instituciones más cercanas al Presidente de la República. El mandatario Alejandro Giammattei prometió disolverla, pero no lo hizo. Foto La Hora/Presidencia/Archivo

Entre las promesas de campaña que reiteradamente hizo Alejandro Giammattei cuando estaba en la llanura figura no sólo la de eliminar el Parlamento Centroamericano por inútil, sino la desaparición de la Secretaría de Asuntos Administrativos y de Seguridad de la Presidencia de la República, la famosa SAAS que no sólo se ocupa de la protección personal del Presidente, el Vicepresidente y sus familias, sino que funciona como caja chica para cubrir todo tipo de gastos en que ellos incurran y que van desde la comida y los finos licores hasta costosos gustos. En otras palabras, el Presidente de Guatemala, siendo uno de los mejor remunerados del mundo, no tiene que gastar un centavo de su sueldo durante cuatro años porque todo, absolutamente todo lo que gaste, es cubierto por los fondos millonarios que se asignan a esa institución.

La SAAS surge como parte de los acuerdos de paz para reducir la influencia militar en la Presidencia de la República que llegó a ser abrumadora con el Estado Mayor Presidencial que era una entidad que, pese a ser parte del Ejército, no le rendía cuentas a nadie más que al Presidente al que, generalmente, cooptaban de distintas maneras que iban desde la generación de estados de psicosis mediante advertencias de que se fraguaban atentados en su contra, hasta la discreta pero efectiva y constante provisión de “entretenimientos” que iban desde los más finos licores y a veces drogas, hasta facilitar damas de compañía que hicieran placenteras las horas de los gobernantes. La Casa Presidencial, bajo el control del EMP, era en realidad un lugar donde se transformaba a cualquiera por muy fuertes que fueran sus convicciones de hacer algo por el país.

Todo eso fue lo que se trató de eliminar con la creación de un cuerpo civil y profesional a cargo de la seguridad presidencial pero el esfuerzo fue tirado por la borda porque rápidamente se cayó en las mismas prácticas y procedimientos, con el agregado de que se bajó el perfil político que llegó a tener el Estado Mayor Presidencial y eso dio espacio para que los vicios de la SAAS fueran aún mayores en muchos casos.

Cuando Giammattei explicaba por qué eliminaría la SAAS lo hacía con detalle de los malos manejos que había en la institución y que servían para acrecentar la cooptación de los gobernantes que no sólo no gastan su sueldo sino que reciben otras compensaciones, como la alfombra aquella, que son recibidas en presencia y con la debida discreción de la seguridad que sabe ponerle precio a su silencio.

El Parlacén sigue y la SAAS continuará porque una cosa es el discurso en la llanura y otra muy distinta gozar de esas mieles.

Redacción La Hora

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