Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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La polarización ha dividido a nuestra sociedad desde antes de los eventos de 1954 cuando la estrategia de la United Fruit Company, para enfrentar las disposiciones del gobierno de Árbenz que les afectaban, tanto en los temas laborales como relativos a la propiedad de sus tierras, creó el fantasma del comunismo totalitario en nuestro país, según se ha documentado aún por los mismos creadores de la campaña que perseguía y logró el derrocamiento del régimen y revertir las medidas. No se puede negar que había un pequeño grupo de miembros del partido comunista y que algunos tenían cercanía con el gobernante, pero la tesis de que Guatemala era ya un satélite de la Unión Soviética fue un sofisticado invento publicitario que cobró fuerza absoluta.

Desde entonces, y sobre cuando la confrontación entre izquierda y derecha se esgrimió para destruir la lucha contra la corrupción, hemos estado seriamente divididos como sociedad y cuesta mucho alcanzar acuerdos o puntos de encuentro. Recuerdo que alguna vez Meme Colom hacía broma en privado de cómo era difícil de articular las posiciones no radicales y que, en cambio, los radicales eran tan extremistas que si se movían circularmente paraban encontrándose más fácilmente.

Pues algo así veo que está pasando ahora con las personalidades de Biden y Putin. Tanto la derecha más radical como los que están en las posiciones más extremas de la izquierda, rechazan la reacción mundial de condena a Rusia por la invasión a Ucrania. El mismo discurso se puede encontrar en unos y en otros y el común denominador es el ataque a Biden por encabezar las posiciones de la OTAN y en general del mundo occidental. Definitivamente Biden genera tal rechazo entre la derecha guatemalteca por sus posiciones que ven como una intromisión y violación de la soberanía, lo que hace que se terminen identificando con Putin pese al burdo y grosero ataque que está dirigiendo contra una nación soberana.

Cierto es que Estados Unidos no ha sido mansa paloma desde el fin de la Guerra Fría y que ha intervenido y hecho guerras en distintos lugares del mundo bajo el falso argumento de que están promoviendo democracia. En muchos casos se ha actuado en protección de sus intereses económicos más que políticos y la cantidad de muertos en todos esos conflictos ha sido tremenda, pero como eran en países y regiones en donde no predomina la población blanca no hubo el alboroto que ahora se hace porque las víctimas son europeos blancos.

Pero volviendo al tema de la polarización ahora uno ve en redes sociales a anticomunistas declarados y a simpatizantes de la izquierda radical coincidir en una defensa ardorosa de Putin. Los primeros porque no sólo siguen a Trump, admirador de Putin, sino porque rechazan la política de la Casa Blanca hacia Centroamérica y la firmeza que han mostrado para condenar públicamente a personajes corruptos. Los otros porque entienden quién es Putin, cómo se formó y qué pretende con el restablecimiento de lo que fue la Unión Soviética.

Pero mientras las izquierdas y derechas están de acuerdo, entre los que no tienen posturas radicales no hay forma de encontrar ni siquiera mínimos puntos en común que les permitan entenderse.

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