Pedro Pablo Marroquín

pmarroquin@lahora.gt

Esposo, papá, abogado y periodista. ¡Si usted siempre ha querido un mejor país, este es su momento de actuar!

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Pedro Pablo Marroquín Pérez
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@ppmp82

Soy de la opinión que enfrascarse en el debate ideológico en Guatemala es morder el anzuelo que desean algunos porque muchas personas se centran en las formas y nunca en el fondo, lo que provoca que los negocios sigan y solo cambien de manos. La ideología es una bonita excusa para no hablar del fondo de los problemas y dejar el sistema intacto.

Pero si partimos, solo para efectos del ejemplo, que en el Congreso “están representadas” las “corrientes” de derecha e izquierda, podríamos concluir que ni una ni otra tienen la intención de entrarle a las causas estructurales del sistema.

Uno sabe que los de la “derecha” del Congreso que operan con terceros constructores o han formado sus propias constructoras para asegurar el reparto del botín nunca van a estar interesados en modificar el sistema de compras porque les daña sus intereses directos, les complica repartirse el pisto producto de los acuerdos y les dificulta hacer negocios en impunidad.

Pero no se entiende por qué, los de la “izquierda” que dicen no estar en eso, poco o nada hacen en términos de propuesta para intentar resolver y poner sobre la mesa del debate la problemática que representa para el país y los ciudadanos honrados que los planes de “infraestructura” estén solo sujetos a los negocios y acuerdos de los políticos y sus socios particulares.

Si se entiende el problema sistémico y se quiere enfrentar, ¿por qué guardar silencio y no proponer salidas?

Uno pensaría que el voto directo por los diputados sería algo que los partidos empresa no quieren porque vender las primeras casillas en los distritos pierde sentido o, al menos, valor monetario. Pero cuando resulta que los partidos que juran no ser empresa, también se oponen al voto directo aduciendo que eso los puede dejar con bancadas más pequeñas y supeditados a los caciques, la sensación que el sistema está para ser protegido por ambos bandos empieza a tener más sentido.

Cuando se revisa que la manera en la que operan muchos en el Congreso, de “izquierda” y de “derecha” con el tema de plazas, cuando vemos que diputados de ambos lados han usado las mismas prácticas cuando han estado en el Ejecutivo, vemos que en realidad lo que hay es una agenda coyuntural y en algunos casos un pleito por el pastel de los negocios.

Hay quienes han ido más allá y por eso han conseguido su Junta Directiva, su Presupuesto y sus ampliaciones, así como los votos que cuestan “chorros de pisto” en obras y otras prebendas, pero resulta incomprensible (o quizá ya es más comprensible ahora) que nadie levante la mano para hablar de los vicios.

El sistema en Guatemala ha encontrado aliados y acomodados que han entendido que si se aferran a la coyuntura dan la apariencia de querer cambios cuando en realidad se han acoplado al sistema y eso ha favorecido la continuidad del mismo sin mayores contratiempos y con garantías plenas para hacer los negocios cuando resulta necesario.

Esa indiferencia ciudadana se aprovecha en “ambos lados” y por eso resultará clave que quienes desde el Congreso quieren cambios, muestren con hechos, con propuestas e iniciativas el deseo de luchar contra un sistema enraizado. Se sabe que es una tarea titánica, pero al fin y al cabo, se metieron sabiendo cómo eran las cosas y ahora toca demostrar con hechos si es que de verdad queremos algo mejor.

Las alegatas, las pancartas, las mascarillas con mensajes y los discursos en el pleno dan visibilidad, pero no atinan a transformar un sistema que nos demanda más entrega y abundante propuesta.

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