Grecia Aguilera

Periodista, escritora, filósofa y musicóloga. Excelsa poeta laureada. Orden Ixmukané, Orden de la Estrella de Italia, Homenaje del Programa Cívico Permanente de Banco Industrial, Embajadora y Mensajera de la Paz.

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GRECIA AGUILERA

El Santo Padre Francisco dirigió a los católicos del mundo su mensaje de Pascua, el pasado domingo de resurrección 9 de abril, desde el balcón central de la Basílica de San Pedro, conjuntamente con la Bendición Urbi et Orbi.

Inició su mensaje exclamando: “¡Cristo ha resucitado!, hoy proclamamos que Él, el Señor de nuestra vida, es la resurrección y la vida. Es Pascua que significa paso, porque en Jesús se realizó el paso decisivo de la humanidad de la muerte a la vida, del pecado a la gracia, del miedo a la confianza, de la desolación a la comunión. En Él, Señor del tiempo y de la historia, quisiera decirles a todos, con alegría en el corazón: ¡feliz Pascua! Que sea para cada uno de ustedes, queridos hermanos y hermanas, en particular para los enfermos y los pobres, para los ancianos y los que están atravesando momentos de prueba y dificultad, un paso de la tribulación a la consolación.”

Continuó su mensaje manifestando: “No estamos solos, Jesús, el Viviente, está con nosotros para siempre. Que la Iglesia y el mundo se alegren, porque hoy nuestra esperanza ya no se estrella contra el muro de la muerte; el Señor nos ha abierto un puente hacia la vida. Sí, hermanos y hermanas, en Pascua el destino del mundo cambió; y hoy, que coincide además con la fecha más probable de la resurrección de Cristo, podemos alegrarnos de celebrar, por pura gracia, el día más importante y hermoso de la historia.”
Más adelante expresó: “Apresurémonos también nosotros a crecer en un camino de confianza recíproca: confianza entre las personas, entre los pueblos y las naciones.

Dejémonos sorprender por el gozoso anuncio de la Pascua, por la luz que ilumina las tinieblas y las oscuridades que se ciernen tantas veces sobre el mundo. Apresurémonos a superar los conflictos y las divisiones, y a abrir nuestros corazones a quien más lo necesita. Apresurémonos a recorrer senderos de paz y de fraternidad. Alegrémonos por los signos concretos de esperanza que nos llegan de tantos países, empezando de aquellos que ofrecen asistencia y acogida a quienes huyen de la guerra y de la pobreza.

Pero a lo largo del camino todavía hay muchas piedras de tropiezo, que hacen arduo y fatigoso nuestro apresurarnos hacia el Resucitado. A Él dirijamos nuestra súplica:

¡ayúdanos a correr hacia Ti! ¡Ayúdanos a abrir nuestros corazones!”

El Papa Francisco incluyó dentro de su mensaje una poderosa petición al Cristo Resucitado de: “Ayuda al amado pueblo ucraniano en el camino hacia la paz e infunde la luz pascual sobre el pueblo ruso. Conforta a los heridos y a cuantos han perdido a sus seres queridos a causa de la guerra, y haz que los prisioneros puedan volver sanos y salvos con sus familias. Abre los corazones de toda la comunidad internacional para que se esfuerce por poner fin a esta guerra y a todos los conflictos que ensangrientan al mundo, comenzando por Siria, que aún espera la paz.

Sostiene a cuantos han sido afectados por el violento terremoto en Turquía y en la misma Siria. Recemos por cuantos han perdido familiares y amigos, y se quedaron sin casa; que puedan recibir consuelo de Dios y ayuda de la familia de las naciones. En este día te confiamos, Señor, la ciudad de Jerusalén, primer testigo de tu Resurrección.”

De igual manera, el Santo Padre Francisco extendió sus peticiones de ayuda para consolar a otros países del mundo, y rogó porque Dios: “Conforte a los refugiados, a los deportados, a los prisioneros políticos y a los migrantes, especialmente a los más vulnerables, así como a todos aquellos que sufren a causa del hambre, la pobreza y los nefastos efectos del narcotráfico, la trata de personas y toda forma de esclavitud.”

Y finalizó diciendo: “Creemos en Ti, Señor Jesús, creemos que contigo la esperanza renace y el camino sigue. Tú, Señor de la vida, aliéntanos en nuestro caminar y repítenos, como a los discípulos la tarde de Pascua: ¡La paz esté con ustedes!”

Y que nazca de nuevo en nuestros corazones la resurrección de Cristo, así sea.

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