Edith González

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Nací a mediados del siglo XX en la capital, me gradué de maestra y licenciada en educación. He trabajado en la docencia y como promotora cultural, por influencia de mi esposo me gradué de periodista. Escribo desde los años ¨90 temas de la vida diaria. Tengo 2 hijos, me gusta conocer, el pepián, la marimba, y las tradiciones de mi país.

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Edith González

Decía Albert Einstein que esperar resultados distintos haciendo o dejando de hacer las mismas cosas, o tomando las mismas decisiones, los mismos caminos y las mismas relaciones, es la mejor definición de locura.

Pues si no cambia el principio el final será siempre el mismo.

Y muchas personas se ven envueltas a lo largo de su vida una y otra vez en relaciones dependientes que resultan siendo tóxicas, enfermizas y degradantes, pero cuando logran salir de ellas y entablar una nueva relación, la misma vuelve a ser lo mismo sólo que con algún actor distinto.

Es importante que sepamos que esto tiene su origen en la crianza, lo que no significa que así deba permanecer, sino por el contrario, que debemos revisar y poder cortar esos patrones que nos dañan y entonces sí esperar resultados distintos, relaciones sanas maduras y responsables.

Es en la infancia cuando se construye la estructura psíquica que nos ayudara a percibir el mundo. A través de la observación y repetición vamos copiando del entorno en que crecemos, construyendo la imagen y formando nuestros patrones de conducta, aprendiendo de nuestros padres o referentes a través de lo que nos dicen o de las conductas que observamos.

Por ello es importante que los padres sepan controlar y manejar sus emociones, pues los enojos, peleas, gritos, lenguaje inapropiado solo crearán en el niño mala gestión de sus emociones, y replicando las conductas con sus pares.

Si los padres tienen la capacidad de observar esta réplica de conducta en sus hijos, podrán buscar la manera de transformarla en una relación más sana, de lo contrario el niño continuará repitiendo a lo largo de su vida vincular, esos patrones.

Por ello es importante reconocer nuestra historia de vida y patrón de crianza, así podremos reflexionar sobre esas situaciones de desagrado con las que batallamos e iniciar un nuevo posicionamiento en nuestro desarrollo emocional.

Posiblemente descubriremos un episodio reprimido en la conciencia por ser doloroso, poco aceptable, pero ese será el primer paso. El que no tenemos que darlo solos, podemos buscar ayuda de un psicólogo, un consejero. Una persona mayor en quien confiemos que nos pueda aconsejar correctamente y nos ayude a sanar emocionalmente para poder vivir relaciones sanas y satisfactorias y criar hijos más emocionalmente estables, creando y aplicando herramientas adecuadas, transformándolas en un hábito de vida.

Será necesario primero enfrentar la vida con madurez, evitando caer en berrinches y toma de decisiones desconsideradas para las demás personas y en especial para nuestra pareja, buscando el diálogo y la comunicación asertiva en lugar del reclamo y señalamientos de culpa. O la huida ante las dificultades.

Será mejor tomarse tiempo para meditar, evaluar y tomar la mejor decisión para la vida futura, evitando reacciones violentas e impulsivas que lastimarán a la otra persona y al vínculo existente.

Por lo que debemos aprender a tomarnos el tiempo para sentir y expresar la emoción sin enojo sino con criterio adulto. Esto dependerá solo de cada uno, de la decisión y empeño que pongamos en mejorar las relaciones sin abandonar la lucha. De lo contrario continuaremos entablando una y otra vez relaciones tóxicas y dañinas.

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