Detalle de San Pedro Arrepentido, iglesia de Tecpán, Chimaltenango. Foto: Brenda Porras
Detalle de San Pedro Arrepentido, iglesia de Tecpán, Chimaltenango. Foto: Brenda Porras
Brenda Janeth Porras Godoy
Proyecto Colibrí, difusión de arte barroco guatemalteco

 

En las iglesias guatemaltecas, al igual que en el resto del mundo, tanto en colecciones públicas como privadas, es usual ver representado al apóstol San Pedro arrepentido. Se le personifica como un hombre mayor, con canas, calvicie y un mechón al frente. En ocasiones va acompañado de otros elementos iconográficos como las llaves de la iglesia y un gallo. 

Representa la escena que narran los cuatro Evangelios, en el momento de la Pasión de Cristo cuando el príncipe de los apóstoles niega conocer a su Señor y Maestro, según Evangelio de San Mateo 26, 33-35, en el Evangelio de San Marcos 14, 29-31, en el Evangelio de San Lucas 22, 33-34 y en el Evangelio de San Juan 18, 15-27. Durante la Última Cena de Jesús con sus discípulos, predijo que Pedro negaría conocerlo antes de que el gallo cantara a la mañana siguiente. Después del prendimiento de Jesús, Pedro negó conocerlo tres veces.  Después de la tercera negación, escuchó el canto del gallo y recordó la predicción cuando Jesús se volvió para mirarlo. Pedro entonces se puso a llorar amargamente por haber traicionado a su Maestro. 

Detalle de San Pedro arrepentido, Museo de Capuchinas, la Antigua Guatemala. Se desconoce su procedencia. Fotografía: Brenda Porras
Detalle de San Pedro arrepentido, Museo de Capuchinas, la Antigua Guatemala. Se desconoce su procedencia. Fotografía: Brenda Porras

En Guatemala a finales del siglo XIX para la Semana Santa, además del Triduo Pascual se realizaban varias ceremonias secundarias en preparación a la Pasión de Cristo. En la revista “Semana Católica” se describe que eran: “obligatorias las asistencias para todo el clero a la bendición y procesión de las Palmas, a las Lágrimas de San Pedro, a las Tinieblas del Miércoles Santo…”. En relación a “Las lágrimas de San Pedro” el Martes Santo se daba un sermón seguido de la procesión con una escultura alusiva por las naves y atrio de la Catedral: 

 “viéndose en el centro de la nave mayor en un estrado sobre andas rodeada de blandones con hachas de cera la bellísima imagen de San Pedro ricamente vestida y llorando su triple negación, obra maestra de escultura y por ello joya de la Metropolitana, a quien se la donó el Ilmo. Señor Don Bartolomé González Soltero, Obispo de Guatemala fundador en el siglo XVII de esta piadosa función de “Las lágrimas de San Pedro”. 

En esa misma línea, Domingo Juarros en su “Compendio de la Historia de la Ciudad de Guatemala” del año 1808, al describir las fiestas litúrgicas anuales menciona que la de San Pedro con su octava eran de lo más esplendoroso y que:    

“a más de estas dos fiestas, se le hace otra á este glorioso Santo, el martes de la semana santa, que llaman de las lágrimas de San Pedro: esta fiesta la instituyó el Ilustrísimo Señor Doctor Don Bartolomé González Soltero, quien dio a la iglesia la imagen del santo Apóstol que sirve en ella, (que es de excelente escultura.) En sus principios se hacia el miércoles santo, mas por lo ocupado de este día, se fijó al martes por la tarde. Habiéndose fundado la Congregación de San Pedro, se le encargó la función de lágrimas, que hasta el día corre de su cuenta y los Congregantes convidan el sermón y asistencia de Ciudad, Prelados y Religiones”.  

En la catedral Metropolitana se encuentra una escultura de San Pedro arrepentido. Por sus características formales no coinciden con la que donada por el obispo González Soltero quien estuvo al frente de la diócesis de 1641 a 1650. Es más bien del siglo XIX. De expresión muy fuerte y marcada, toda la tensión por el dolor y la pena se enfoca principalmente en el rostro. Está llorando, viendo hacia el cielo con las manos entrelazadas en postura de oración.

Detalle de San Pedro arrepentido, catedral metropolitana, Guatemala. Foto: Brenda Porras
Detalle de San Pedro arrepentido, catedral metropolitana, Guatemala. Foto: Brenda Porras

 

El rostro tiene una expresión similar a la obra fundida en plomo del Museo de Capuchinas en La Antigua Guatemala, de desconocida procedencia. Ambas obras son candidatas a una profunda restauración. El intenso dramatismo destaca en las cejas, la boca entreabierta y los pliegues de la frente. Tiene venas resaltadas en el cuello, en las cienes y en las manos entrelazadas con presión. 

Existen otras obras escultóricas de esta misma línea tipológica en varias iglesias de toda Guatemala. La mayoría son de bastidor, es decir, solo tienen tallada la cabeza, manos y pies. El resto del cuerpo solo es una estructura de madera que forma el volumen del cuerpo cubierto de vestimentas de telas. 

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