Por Patrick Schirmer Sastre
Palma de Mallorca
Agencia (dpa)

Montado en su lancha neumática, Pere Palacio se acerca despacio hasta el yate fondeado en la bahía Es Caló, en el noreste de Mallorca. Examina con atención el aparato que utiliza para ver debajo del agua y con el que puede seguir el recorrido de la cadena del ancla. «¿Hay algún problema?», le pregunta el propietario. «No, todo en orden», responde tras una exhaustiva comprobación el encargado del Gobierno balear de controlar que las embarcaciones no echen el ancla sobre la Posidonia oceánica, una planta acuática vital para el Mediterráneo.

La Posidonia oceánica funciona como una especie de bosque submarino, explica Palacio. «Filtra el agua y se encarga de que esté limpia. Además ofrece un hábitat protector a muchos animales», ya que no sólo produce oxígeno sino que, entre otros, también es una guardería para muchos peces.

Palacio señala hacia la costa, donde se han formado pequeñas colinas con los restos de esta planta. «Estos restos de Posidonia debilitan el oleaje y sirven para que la playa permanezca intacta». Muchos turistas se enfadan porque creen que se trata de un alga. «Pero en realidad, estos restos de Posidonia sirven para que su playa siga existiendo».

La Posidonia oceánica es una planta endémica del Mediterráneo y la zostera más extendida de este mar, desde Croacia hasta España, pasando por Chipre, Egipto, Túnez y Cerdeña. En la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), la planta todavía figura entre las menos amenazadas. «Sin embargo, en los últimos 50 años su existencia ha disminuido en un 34 por ciento», dice Maria del Mar Otero, bióloga marina del programa del Mediterráneo de la UICN.

Los peligros para la zostera dependen en sus respectivas dimensiones de la región, señala Otero. La planta está amenazada sobre todo por anclas, aguas residuales y pesca, así como por la ampliación de las instalaciones portuarias. Otro factor es la introducción en el Mediterráneo de especies de alga extranjeras. «Por lo general no se puede afirmar que la zostera está más amenazada en una región del Mediterráneo que en otra», dice la experta. Hasta ahora, sobre todo se tiene conocimiento sobre el Mediterráneo norte pero también se han puesto en marcha proyectos en el sur de la región, añade.

El cambio climático también juega un papel cada vez más relevante en relación con las praderas de Posidonia. «El Mediterráneo se calienta mucho y muy rápido», destaca Otero. Aunque hoy en día todavía no se pueden prever las consecuencias, este desarrollo podría repercutir en el crecimiento de las plantas y su propagación.

Para proteger mejor la planta, el Gobierno balear aprobó un decreto el pasado verano por el cual 650 kilómetros cuadrados de praderas de Posidonia pasaron a estar más protegidas. «Naturalmente, ya había medidas antes. Pero ninguna dirigida de manera tan específica a la situación de las Baleares», señala Miquel Mir, director general de Espacios Naturales y Biodiversidad de la Administración local.

Antes de la aprobación del decreto ya se empezaron a impedir los anclajes ilegales, ya que las anclas arrancan arbustos enteros de la planta cuando los barcos se ponen en marcha. Cada día hay unas cinco embarcaciones como la de Palacio navegando por Mallorca. Entre mayo y finales de agosto se controlaron yates y barcos más de 17,000 veces y en más de 2,800 ocasiones se asignó a las embarcaciones otro lugar para fondear.

Pero en Mallorca no sólo se lucha contra la destrucción de la Posidonia oceánica, sino que los científicos intentan también replantarla. «En 2015 comenzamos un proyecto piloto en la bahía de Santa Ponça», cuenta Jorge Terrados, responsable de la reforestación del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados(Imedea). «En torno al 50 por ciento de las plantas han sobrevivido, estamos muy satisfechos.»

El proyecto fue financiado por el operador del sistema eléctrico Red Eléctrica, que tiró cables a través de las praderas de zostera marina con la intención de ayudar a enmendar las dañinas consecuencias a través de la repoblación. Los esperanzadores resultados llevaron a que la compañía e Imedea acordaran un proyecto aún más grande en la bahía de Pollença en el norte de la isla.

Desde principios de año se está repoblando una antigua pradera de zostera de un tamaño de 2,500 metros cuadrados. Varios buceadores buscan en el mar plantas que han sido arrancadas por las olas pero que permanecen intactas en su mayor parte. «Estas las replantamos en grupitos separados por cinco metros», explica Terrades. Hay que tener paciencia. «La Posidonia se rompe con mucha facilidad y al mismo tiempo, sólo crece muy lentamente, entre uno y tres centímetros por año.» En algún momento, espera, aquí volverá a haber una nueva pradera de zostera. «Pero eso puede tardar décadas si no siglos.»

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