Por LAURAN NEERGAARD
WASHINGTON
Agencia/AP

Una nueva tecnología podría alterar los genes de toda una población animal a fin de crear mosquitos incapaces de transmitir la malaria o el zika, o incluso para eliminar toda una especie, pero un estudio difundido ayer asevera que esas «transformaciones genéticas» no se deben usar todavía.

Consejeros del gobierno dicen que se necesita más información antes de aplicar una transformación genética de esa envergadura, como por ejemplo cuáles serían las consecuencias ambientales y sociales de una técnica que básicamente impondría alteraciones genéticas en poblaciones enteras de insectos, animales o plantas más rápido que la naturaleza misma.

Y la población de todo el mundo debería participar en el debate sobre cómo implementar ese tipo de transformación de las especies, especialmente porque los planes bien podrían estar diseñados para países en desarrollo, enfatizó la Academia Nacional de Ciencias, Ingeniería y Medicina.

«No se puede dejar a un lado el debate público sobre este tema», declaró Elizabeth Heitman, experta en ética de la Universidad Vanderbilt y una de las integrantes de la academia.

No cabe duda que la transformación genética está en desarrollo. Un laboratorio de California ya creó un mosquito con un gen capaz de bloquear la transmisión de la malaria cada vez que se reproduce. Se estima que incluso se puede eliminar toda la población del mosquito que transmite el zika al alterar sus genes de tal manera que quede estéril.

Además, las transformaciones genéticas algún día podrían ser usadas para eliminar especies invasivas como roedores que destruyen cosechas y plantas en muchas islas del mundo, sin usar insecticidas tóxicos, o podrían derrotar la resistencia a los pesticidas en hierbas parásitas.

Sin embargo, se enfatizó también que el método debe introducirse gradualmente debido al impacto que tendrá la nueva tecnología. El reporte dice que las transformaciones genéticas se deben probar primero en laboratorios antes de ampliarse a pruebas controladas en el ambiente —en invernaderos, jaulas o incluso en islas remotas, a fin de evitar el contagio— y así determinar primero si los organismos genéticamente modificados pueden ser liberados al medio ambiente.

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