Karen Ortiz tiene 43 años, es mamá de dos hijos, amante de las mascotas con sus dos perros y dos gatos; desde hace 22 años vive con una válvula cerebral, una circunstancia que la ha enfrentado a situaciones complejas a lo largo de su vida, y la ha convertido en todo un ejemplo de superación, así como de admiración.
Karen narró a LH Nosotras su historia que implicó un reto desde que a sus 22 años tuvo que ser intervenida de urgencia para que le colocaran una válvula cerebral, con la que tendría que aprender a vivir por el resto de su vida. Un recorrido de altos y bajos, pero con muchas lecciones.
UN MAL DIAGNÓSTICO
Karen estudiaba y estaba en búsqueda de una oportunidad laboral cuando un día padeció un dolor muy fuerte de cabeza, por lo que decidió meterse a la ducha y ver si lograba eliminar el dolor, sin embargo, lo último que recuerda de ese momento fue que se desmayó.
Luego del incidente un médico llegó a su casa y determinó que sufría de una sinusitis, le recetó los medicamentos pertinentes, pero tres días después su familia no notaba mejoría alguna, por lo que decidieron el lunes a las once de la noche llevarla a un hospital, luego de diversos exámenes determinarían que lo que tenía era un cisticerco.
“Para ese entonces yo estaba dormida, y lo que sucedió es lo que me cuenta mi familia, para ellos fue muy duro el proceso. Lo que me diagnostican es que tenía un gusanito en el cerebro llamado cisticerco, algunas personas los llegan a tener vivos, pero el mío vivía dentro de un capullo, entonces el dolor de cabeza fue porque me tapó las presiones cerebrales de arriba y abajo”, mencionó.
UNA OPERACIÓN
Debido al primer mal diagnóstico el cerebro de Karen se inflamó hasta el punto de convertirse en una hidrocefalia, que hizo que sus ventrículos colapsaran y ella entrará en un coma.
Tuvo que ser operada de emergencia y le fue colocada una válvula cerebral de silicón, la misma que mantiene hasta el día de hoy, y con la que tiene que ser muy cautelosa, además no tuvo ninguna secuela posible por la manipulación a su cerebro.
Karen explicó que: “Fue como el inicio de volver a arrancar mi vida, cuando me desperté me explicaron lo que había pasado, que tenía un aparato que va desde mi cabeza hasta mi estómago, para ese entonces era el comienzo de una vida con retos”.
Ella aseguró que para ese momento su familia no habría tenido más de dos mil quetzales y el proceso quirúrgico costaba más de Q30 mil, de la mano de mucha gente y conocidos a base de rifas y recaudaciones pudieron costear la operación, así como los medicamentos.
KAREN: LLEGUÉ A CONOCER MI CUERPO
Un aspecto que resalta sobre su situación es que gracias a eso conoce muy bien su cuerpo, tanto así que si se enferma sabe cómo debe cuidarse. No puede permitir que ningún virus o bacteria ingrese al mismo debido a que la entrada de la válvula que está en su estómago es libre y puede llegar a infectar su cerebro y ser muy dañina para su condición.
UNA RECUPERACIÓN DE TRES MESES
El proceso de recuperación luego de la operación de Karen era estipulado para que se cumpliera en un año, sin embargo, ella tuvo que hacerla en tres meses, ya que su mamá quedó muy afectada de la situación que comenzó a sufrir una depresión esquizofrénica.
“Mi mamá se sentía culpable (…) yo le decía que estaba bien, pero ella me decía que me le iba a morir, que se había visto metiéndome en una caja y que me sentía muerta, fue un proceso muy duro y difícil mi recuperación”, relató.
Entre lágrimas reconoció que durante ese tiempo ella tuvo que llevar a su mamá a psicólogos, ella se sentía muy culpable por lo sucedido porque su mamá siempre fue una mujer muy luchadora que sacó a su familia adelante a base de ventas de comida; entonces lo único que le quedo a Karen fue demostrar que estaba bien para salir adelante.
Uno de los pensamientos más recurrentes que solía tener en esos momentos era: “Si yo estoy bien porque ella vive metida en ese concepto de que se quiere morir, y vuelta otra vez al sentimiento de culpabilidad, deje mis estudios y me enfoque en trabajar para poder sacarla adelante”.
Continúa su relato mencionando que tener a su hijo, fue como la medicina que sacó a su mamá de la depresión, añadió “cuido muy bien de mi hijo y en una recaída de salud que tuve y que yo sentí que mi mamá recaería conmigo, no fue así porque ahí estaba mi hijo”.
APARIENCIA FÍSICA
Uno de los procesos más complejos que atravesó Karen durante ese tiempo fue el perder su cabello, ella siempre había sido una mujer que cuidaba mucho esa parte de su cuerpo, sin embargo, por el proceso de operación tuvieron que raparla.
No tener su cabello se convirtió en una de las situaciones más difíciles y con peor sentimiento que tuvo que atravesar, por lo que reconoció que pelona no podía siquiera verse al espejo, se aceptó con su válvula, pero nunca sin pelo.
Hubo momentos en los que derramó lagrimas por esta situación ya que el crecimiento de cabello es una sucesión larga y de mucha paciencia, pasó mucho tiempo con un gorro de lana en su cabeza. Actualmente tiene el cabello debajo de los hombros y con mucha vida.
El aparato que Karen tiene en su cuerpo se ha convertido en parte de él, tanto así que recalcó que nunca ha ocultado su válvula, “ella es testimonio que se pueden hacer y lograr cosas si uno lo quiere”.
UNA CARRERA PROFESIONAL
Luego de varios años en el proceso de recuperación y adaptación a la válvula cerebral Karen pudo retomar sus estudios y sacó su licenciatura en administración de empresas y posterior maestría de diplomacia, relaciones internacionales e imagen pública.
Ha laborado en diversas empresas de renombre en el país e inclusive como asistente de una primera dama de Guatemala.
“El mensaje fundamental es que a pesar de lo que Dios le ponga a uno, qué tan fuerte, qué tan doloroso, depende de uno mismo salir adelante para no quedarte estancado limitándote, porque yo perfectamente me pude encerrar en que no puedo hacer las cosas por la válvula”, mencionó.
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