Los espacios de recreación permiten a los niños desarrollarse en otros ámbitos que no son lo académico y que los ayuda a tener un momento de recreación y entretenimiento. Diseño La Hora/Alejandro Ramírez
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La niñez en la actualidad cumple durante la semana con una diversidad de actividades, desde el colegio, sus tareas, tiempo de juego u ocio, hasta clases extracurriculares, actividades que se viven a un ritmo de vida muy agilizado y diferente. Si a esto le sumamos el tiempo que se pierde en el tráfico y estrés, el día a día de una familia común puede llegar a ser muy desgastante.

Por eso los espacios de recreación permiten a los niños desarrollarse en otros ámbitos que no son lo académico y que los ayuda a tener un momento  de recreación y entretenimiento, como lo es practicar un deporte, pero ¿qué pasa cuando esto se deja de ver como un hobby por deseo de los padres?

 

Un ejemplo de ello es lo que relata el tenista retirado, Andre Agassi, en su autobiografía titulada ‘Open’, cuando de niño tuvo en sus manos una raqueta de juguete y desde ese momento no dejó de golpear pelotas.

Su padre obsesionado por convertirlo en un astro del deporte lo presionó al llegar al nivel de disparar 2,500 pelotas al día, con tan solo siete años.

Niños que practican fútbol, baloncesto, béisbol, softbol o cualquiera que sea el deporte por el mero hecho de pasar un tiempo libre, reír y compartir con amigos. Diseño La Hora/Alejandro Ramírez

“Mi padre grita todo dos, tres, hasta 10 veces. Más fuerte, más fuerte. Golpea antes. Maldita sea, Andre, golpea antes, aprieta la pelota, aprieta la pelota. Ahora me está acosando, está gritando. No es suficiente golpear todo lo que el dragón me dispara: mi padre quiere que golpee más fuerte y más rápido que el dragón. Quiere que derrote al dragón”, se lee en la autobiografía.

Agassi llegó a ser el número uno del mundo, es el único jugador de la historia que ha ganado los siete títulos más prestigiosos en el tenis individual masculino y tiene un palmarés increíble. Y sin embargo, también menciona en el escrito “odio el tenis, lo detesto con una oscura y secreta pasión, y sin embargo sigo jugando porque no tengo alternativa”.

 

Agassi, es el mayor claro ejemplo de cómo la presión de los padres puede convertir algo que los niños disfrutan hacer por entretenerse un rato, en algo que termine odiando, pero con miedo a decirlo, y así existen muchos casos más alrededor del mundo que lamentablemente nunca llegaremos a conocer del todo; niños que practican fútbol, baloncesto, béisbol, softbol o cualquiera que sea el deporte por le mero hecho de pasar un tiempo libre, reír y compartir con amigos.

La presión de los padres puede convertir algo que los niños disfrutan hacer por entretenerse un rato, en algo que termine odiando, pero con miedo a decirlo. Diseño La Hora/Alejandro Ramírez

Es válido que los papás quieran que los hijos sobresalgan y triunfen, no solo en un juego o competencia, si no en la vida.

 

Pero es importante detenerse a pensar antes de ejercer una presión extra: ¿será que la motivación y el acompañamiento que les doy es el adecuado?, ¿qué necesidades trató de llenar?, ¿será más una necesidad mía como mamá o papá que mi hijo se vea bien para yo verme como el padre ideal, ¿o genuinamente quiero que mi hijo triunfe y sienta el éxito por sí mismo?  Y si esta es la razón, ¿lo estaré haciendo de la manera adecuada?

Ya que podría ser una posibilidad que el éxito para el hijo sea dar su mejor esfuerzo, mejorar, y continuar haciéndolo como un hobby, porque eso es para él o ella algo que realiza por placer durante su tiempo libre.

El deporte en la infancia favorece el crecimiento y la salud emocional de los niños, además de tener un tiempo de distracción. Foto Diseño/Roberto Altán/La Hora

La paternidad no trae manuales de instrucción, se va dando tal cual como fluye la vida. Algunos momentos serán maravillosos y otros serán errores sobre los cuales se aprenderá, recapacitará, y crecerá. Todo esto llevará a entender la importancia de detenerse, reflexionar y ver qué es lo que verdaderamente se quiere cuando el hijo o hija practiquen un deporte: que tenga un momento de diversión, donde pueda realizar ejercicio por su beneficio y que experimente a su manera lo que es poner todo su esfuerzo para lograr algo que no siempre resultará como se quiere, o si por el contrario se quiere que sea el mejor, el que gane, el que sobresale, aunque no necesariamente sea su objetivo sino el de alguno de sus padres.

 

Es valioso reflexionar y pensar el tipo de madre o padre que busca ser: la que necesita que su hijo sobresalga para sentirse bien y evitar el qué dirán terceros, o cumplir un anhelo y meta personal a través de ellos o ser el padre, madre, que aplaude los errores y los convierte en un oportunidad de aprendizaje mutuo.

Practicar un deporte es saludable y divertido, pero ¿qué pasa cuando esto se deja de ver como un hobby por deseo de los padres? Foto Diseño/Roberto Altán/La Hora

Nosotras LH proponemos aparte de reflexionar con lo anterior, detenerse y tomar el tiempo de preguntarle al hijo o hija que es lo que más le gusta y disfruta del deporte que hace y lo que más se dificulta. Esto abrirá las puertas para tener una conversación y recabar información que ayuda a ver las situaciones con otros ojos, y así vivir los momentos y situaciones de la mejor manera cuidando las necesidades no solo personales si no del hijo involucrado.

Siempre aprendemos de las experiencias de todas, por lo que esperamos sus comentarios y aportaciones para compartirlas con la comunidad y seguir en un constante aprendizaje y crecimiento.

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María José Aresti
Comunicadora de la Universidad Rafael Landívar. Entusiasta del fútbol y el cine, narro historias y temas de no ficción. Creo en la importancia de generar espacios públicos para compartir contenidos de valor que aporten a la construcción de una sociedad más equitativa y justa.
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