Hugo Gordillo
Escritor

HUGO GORDILLO (1960). Periodista desde hace mucho y escritor desde hace poco. Escribió los libros de cuento brevísimo MI CUENTO ES CORTO (filosofía en intentos breves) y BREVES DE GORDILLO.

PREJUICIOS
Quería casarse con Magdalena, mujer honrada de Magdala, pero temía al qué dirán el día de la boda: felicitaciones, te casaste con una de Magdala, ¡tierra de putas, de ladrones y de pescado seco! Si Magdalena hubiera sido chapina, aunque fuese putía, sin temor al qué dirán el día de la boda: felicitaciones, te casaste con una de Guatemala, ¡tierra del son, de las guapas mujeres y de la marimba!

DUDAÍSMO
Caín y su hermano se mataron por una novia que Abel visitaba, a escondidas, en el infierno. Dios no sabía qué hacer. Si enviaba a Abel al infierno para que estuviera con la mujer, la gente iba a murmurar que fue injusto.

¿Y qué podía hacer con Caín? Si lo enviaba al cielo para alejarlo de la mujer; igualmente, la gente iba a murmurar que fue injusto.

Entonces decidió premiar a Abel con el cielo, castigar a Caín con el infierno, y que la mujer regresara a la tierra. Pero la mujer se negó a volver a este infierno.

EL PARTO
Joaquina de Galilea le rogaba a la parturienta que no pujara más. El bebé traía anudado el cordón umbilical en el pescuezo y se estaba asfixiando. Si la madre se esforzaba para expulsarlo, lo iba ahorcar.
—No te asustes Simón de Kariot, en este pueblo ningún bebé se me ha muerto.
La comadrona copó el cordón, pegado al cuello del moribundo. Friccionó el órgano con las yemas de los dedos. Arremetió treinta veces con la uña del pulgar como una fiera, hasta que logró romper el ducto.
—¡Puja mujer, puja! Trae esa criatura para que vea la maravillosa luz del mundo. Quiero oírlo llorar.
El bebé salió resbalado hacia esta vida. A la segunda nalgada rompió en llanto. Joaquina se lo puso sobre el pecho a la madre y continuó con el trabajo del alumbramiento.
—Te lo dije Simón de Kariot, tu hijo estaba destinado para vivir.
—Gracias doña Joaquina, que usted y Galilea sean benditas por siempre.
—¿Qué nombre le vas a poner a la criatura?
—Judas… Juditas Ixkariot.

CREYENTE
–Por su fe tan ciega en la ciencia, supongo que usted es ateo.
–Supone usted mal.
–No me diga que cree en Dios.
–Por supuesto que sí.
–¿De corazón o del diente al labio?
–De corazón… y con tanta profundidad de pensamiento, como para hacerme preguntas sobre él.
–¡Ah! Sobre su existencia…
–Es imposible dudar de su existencia. No se necesita ver para creer.
–Entonces, si cree, ¿cuáles son sus dudas?
–Pues, para mí que Dios existe en la mente de los creyentes. Lo que me desvela es saber si fue creado por un hombre o por una mujer. Créame.

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