Por: Ángel Elías

El escritor guatemalteco Luis Cardoza y Aragón nació el 19 de junio de 1901. Durante el gobierno de Manuel Estrada Cabrera, dictador que marcó una continuidad de gobiernos autoritarios a lo largo del siglo (exceptuando un par de respiros solo para mantener con vida al enfermo crónico llamado: Guatemala).

En esas circunstancias, de la pluma de Luis Cardoza y Aragón nació uno de los libros fundamentales para entender a nuestro país del siglo pasado: Guatemala; las líneas de su mano. Son una serie de ensayos sobre la historia local. En este, Cardoza reflexiona sobre literatura, política, arte y la vida misma. No es para menos, ese siglo tan convulso y cambiante evidencia, a Cardoza y Aragón, la desigualdad del país que lo vio nacer.

Su libro está lleno de poesía, porque esencialmente Cardoza era poeta, pero hilvanado de una prosa que conmueve; no solo por su belleza literaria, sino que también porque desnuda la desigualdad de las sociedades en estos países tropicales. Su discurso político está presente en cada página. Ofrece reflexión sobre los distintos actores que heredaron la Guatemala que retrataba.

A través de una serie de ensayos, los cuales son diversos, que van desde el Popol Wuj hasta la Reforma liberal reflexiona sobre el país y los guatemaltecos. Recorre los pasajes de literatura guatemalteca con soltura, con romance. Ve a Guatemala como una amante de su época. “Rodábamos por el camino polvoriento, haciendo bromas para distraer nuestras preocupaciones. Yo iba fascinado y silencioso; mi cabeza y corazón activísimos. Sentía el impulso popular y redescubría campos y pueblos que de niño había recorrido muchas veces a caballo. En una vuelta del camino, salta a lo lejos el Volcán de Agua. No lo había visto en un cuarto de siglo y él tenía mi niñez, mis padres jóvenes, La Antigua”, relata Cardoza.

Cardoza hace una radiografía de Guatemala, desde sus recuerdos, desde lo que vivió y desde sus retornos. Su largo exilio, luego del derrocamiento de Jacobo Árbenz, hizo que el escritor tuviera constantes encuentros con el país, encuentros nostálgicos, encuentros desde el destierro. “Guatemala es un pueblón; Antigua, ciudad pequeña”, describía en su libro. Luego del terremoto de 1917, Cardoza era un joven que vio cómo sus recuerdos de niñez se convirtieron un puñado de escombros. “Me hallaba en la capital, cuando la arruinaron los terremotos de 1917”, reflexiona.

De la mano de Cardoza desfilan las reflexiones hacia el Popol Wuj, el Rabinal Achí, Bernal Díaz del Castillo, Rafael Landívar, José Batres Montufar, José Milla y Enrique Gómez Carrillo, solo por nombrar a algunos. Pero dentro de cada ensayo derrama múltiples citas, referencias, nombres de otros autores. Así ofrece una amalgama de detalles para hacer una fotografía de Guatemala hasta mediados del siglo XX.

A lo mejor, una de las frases más celebradas de Cardoza y Aragón está en el ensayo que dedica a su esposa Lya Kostakowsky: “No amamos nuestra tierra por grande y poderosa, por débil y pequeña, por sus nieves y noches blancas o su diluvio solar. La amamos simplemente porque es nuestra”. Así, Cardoza ofrece un libro cargado de nacionalidad y de arraigo patrio.

Guatemala: las líneas de su mano es un libro que vale la pena tener. Es espejo del tiempo que ayuda a comprender la actualidad, los patrones de explotación, el racismo y la exclusión social que aún se vive. Cardoza falleció el 4 de septiembre de 1992.

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El laberinto de la soledad, de Octavio Paz
Este libro mantiene su capacidad de provocar nuevas lecturas y de convocar al pensamiento en torno a la situación del hombre en el mundo, y es por ello infaltable en toda biblioteca., Aquí se publica con Postdata -que complementa y actualiza el análisis de la realidad política y social de México- y con Vuelta a El laberinto de la soledad, entrevista con el historiador francés Claude Fell.

Los de abajo, de Mariano Azuela
Durante la Revolución mexicana, Mariano Azuela fue médico de la facción comandada por Francisco Villa, de ahí que algunas de sus más notables obras literarias estén inspiradas por aquellos hechos de armas. Clásico de la literatura universal, Los de abajo sintetiza admirablemente lo que el escritor pensaba de la Revolución y cómo él mismo vio su furia destructora. Se trata de una historia descarnada, concebida con la sinceridad y la valentía de un hombre que nunca cedió a la tentación de adornar artificiosamente o de falsear los acontecimientos, y escrita con un lenguaje directo que aúna belleza y sencillez.

Mi papá, de Anthony Browne
Mi papá es fuerte, feliz y pude saltar sobre la luna. No hay que saber leer para disfrutar al maravilloso papá de las ilustraciones de este libro, que es igual a todos los papás. Con bata y pantuflas, canta al lado de Pavarotti y juega futbol; «yo quiero a mi papá. Y ¿saben qué? ¡Él me quiere a mí! (Y siempre me querrá)». Este clásico de Anthony Browne refleja cómo un niño visualiza al padre: fuerte, feliz, rápido, bueno para comer, grande. Es un libro muy lindo, ideal para celebrar el día del padre.

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