Cuarta Parte
Juan Fernando Girón Solares

De esa forma por demás emotiva, concluyó el Jueves Santo de aquel año (1918) en el interior de la Penitenciaría Central de la ciudad de Guatemala. La Semana Mayor llegó a su fin, y luego de la celebración gloriosa del Domingo de Resurrección, con la misa mayor en la Capilla presidiaria, la imagen del Cristo ahora Nazareno fue descendida de las andas y colocada sobre la misma mesa en la que había recibido veneración desde su llegada, hasta el miércoles de la siguiente semana, en la que a solicitud del Padre Gabriel, la misma fue retirada del recinto penitenciario para ser llevada por un grupo de presidiarios encabezado por supuesto por Emiliano con su correspondiente escolta, esta vez no de retorno al Calvario sino hacia lo que quedaba de la Antigua Capilla del Hospital General San Juan de Dios, ya que el terremoto del año anterior había dañado considerablemente el inmueble destinado al culto religioso. Emiliano aprovechó para despedirse del Cristo, con notable emoción, ya que solamente Dios sabría si entre sus planes le permitiría volver a verlo.

De regreso a sus actividades diarias, fueron pasando los días, las semanas, los meses y finalmente concluyó con los rigores de la prisión la condena de nuestro personaje, impuesta seis años antes, al año siguiente es decir 1919, en el frío mes de noviembre. Aquella noche del undécimo mes del año, Emiliano aprovechó para recoger sus pertenencias y por supuesto despedirse de los guardias y algunos compañeros y amigos que había hecho durante su vida como presidiario, en especial de los integrantes de la banda de música que acompañó a la procesión del Jueves Santo.

Al día siguiente, ya despojado del traje a rayas y con ropas de paisano, pasó a santiguarse a la Capilla cercana a la oficina del Alcaide pidiendo la bendición del todopoderoso, la que estaba contigua a la guardia de prevención, estrechó la mano del coronel Meza y firmando el libro de actas correspondiente, fue puesto en libertad cerrándose para siempre la puerta del tenebroso penal a sus espaldas. Enfiló por la séptima avenida hacia el norte, en busca de una nueva vida, pero sobre todo, en busca por supuesto de la imagen peregrina del Cristo del Padre Gabriel.

La pequeña ciudad de Guatemala, con sus calles empedradas había quedado prácticamente libre de escombros, y poco a poco, sus antañonas casas y edificios civiles y religiosos se levantaban con el esfuerzo y las prerrogativas otorgadas por el Gobierno del Licenciado Estrada Cabrera. El sol novembrino alumbraba la cabeza y frente de nuestro personaje, quien se sentía raro de transitar por la avenida sin estar acompañado de prisioneros y carcelarios, y ante todo sin que nadie lo volteara a ver o se le quedara viendo como un animal raro.

Llegó al Hospital General San Juan de Dios, pero al preguntar por el Padre y la imagen, los encargados le respondieron que la misma ya había sido retirada por su propietario a una residencia particular. Días después, y luego de varias consultas, Emiliano encontró al Padre Gabriel, quien no pudo ocultar su satisfacción por ver el estado físico del ahora expresidiario, dispuesto a trabajar para obtener el sustento que le asegurase un mejor futuro y esta vez, cerca, muy cerca de Dios.

– “…Emiliano, por supuesto que vamos a donde está alojado temporalmente el Señor. Por ser el mes de noviembre, conmemoración de los fieles difuntos, y para que quedase cerca de la Capilla del Cementerio General, está en una casa de devota familia allá por el Cantón Barrios”.- Religioso y acompañante se trasladaron prontos y prestos, y desde luego el ahora creyente y practicante Emiliano, se emocionó al ver de nuevo la imagen del Cristo, que aunque estaba sin su cruz, le había robado el corazón como uno de sus devotos más fervientes durante su reclusión.

En el camino, el Padre Solares le confesó: – “…Amigo, usted es uno de los primeros que se entera de lo que voy a compartirle, ha sido muy impresionante la cantidad de devociones que han surgido desde que esta imagen peregrina estuvo ubicada no solo en la Parroquia de los Remedios, en la Capilla de la Penitenciaría, y además en la del Hospital San Juan de Dios. He recibido la solicitud de parte de un grupo de artesanos habitantes del Cantón Barillas, para que DONE la imagen a la Iglesia que será fundada en ese Cantón próximamente. Jesús necesita un hogar fijo, yo ya estoy mayor y no quiero que se vaya a perder cuando falte o a dañar en tanto traslado”.

– Y replicó Emiliano – “¿Y ese lugar dónde queda Padre Gabriel?”- a lo cual el Sacerdote repuso: “¿Conoce la entrada al Cementerio General? pues bien, siga el rumbo de la avenida que pasa frente al Cementerio hacia el sur, y justamente en su esquina sur oriente hacia la derecha, encontrará los llanos del Cantón Barillas, allende del Cantón Barrios”. – Por aquellos años, no existía la zonificación con la que se conoce y divide actualmente a la ciudad de Guatemala. Para esa tarea se identificaban los sectores en barrios y cantones.

A finales del año 1919, el Cantón Barillas era un área poblada en su mayoría por artesanos (carpinteros, herreros, albañiles, alfareros), pero poblada era un decir por cuanto a que se trataba en su inmensa mayoría de un extenso llano con angostas calles de pura tierra, uno que otro poste del alumbrado público con lámparas de mercurio, arboledas extensas y sencillas casas de adobe, bajareque y tejas. La mayoría de sus primeros habitantes, provenían del Predio San Diego que se había poblado debido a los refugiados del terremoto acaecido dos años antes.

Fue de esa forma, cómo días más tarde, Emiliano acompañó una mañana de domingo al Padre Gabriel, quien celebró la Eucaristía en un galerón improvisado en un terreno de esquina del Cantón Barillas, el cual según supo había sido donado por el señor Mariano Castillo a instancias de su hijo, sitio en el cual meses después sería fundada la Iglesia del pequeño Cantón. Al terminar la Santa Misa, se llevó a cabo una reunión con el grupo de vecinos organizados en un “Comité proconstrucción del templo”, y poco a poco los integrantes estrecharon la mano del Padre Gabriel y de Emiliano, presentándose con sus nombres: Salvador Velásquez, Miguel A. Castillo, Salvador Soto y Alberto Cervantes, así como otras personas más, tanto damas como caballeros.

– “Hijos míos, queridos vecinos, luego de pensar muy detenidamente en su solicitud, les anuncio con alegría y satisfacción, aunque con cierta tristeza por ser un tesoro familiar, que esta imagen que ha sido peregrina y milagrosa para la conversión de muchas almas, debe quedar bajo resguardo y veneración en un templo en el que muchas generaciones acudan a él para buscar su consuelo y bendición. Es por ello, que he decidido donar la imagen de Jesús Nazareno a su Iglesia, ahora en construcción, lo que realizaremos en la Cuaresma del año entrante 1920. Demos gloria a Dios”. Una atronadora ovación rompió el discurso del Padre Gabriel entre todos los presentes. La imagen peregrina, tendría ahora un lugar definitivo…

Citar al pie de la foto: ESTE ES EL CRISTO DEL PADRE GABRIEL. El que escuchó los ruegos de los internos en la Penitenciaría. Fotos cortesía del señor JOEL AMBROSIO, Hermandad de Jesús Nazareno de Santa Marta, Zona 3 de la ciudad de Guatemala.

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