Desde su actitud autodidacta, César Brañas (1899-1976), una de las figuras señeras de la literatura del siglo XX, primordialmente fue poeta, ensayista e impulsador de nuevas generaciones de escritores. Además, cultivó la crónica periodística y escribió novelas (por su extensión «novelitas» o «novelas cortas», según la clasificación de Seymour Menton).

En 1956, la Universidad de San Carlos de Guatemala a través de la Facultad de Humanidades, le dio de forma honorífica, el grado de licenciado en Letras.

 

La lámpara excelsa

Como un pobre ermitaño que tuviese en su gruta
una encendida lámpara de luminosa plata,
tengo yo, siempre ardiendo en oro y escarlata,
una divina lámpara, para guiar mi ruta.

Una divina lámpara que respetan los vientos
más acres del dolor, del vicio y de la duda,
lámpara que en la noche con su fulgor me escuda
y fecunda mi sombra con claros pensamientos.

No puedo saber cómo, siendo lámpara inmensa,
está, sobre el brocal de mi alma, suspensa…

¡Pero yo no interrogo, porque yo sueño y creo
y me explica el milagro mi fe, cual ella, eterna:
—esta divina lámpara que en mi interior ideo,
es Dios: es Dios la lámpara que alumbra mi existencia!

Rosas de luz

Son las rosas
lámparas fervorosas
del jardín del Señor.

Las estrellas
son lámparas: señalan las impalpables huellas
del Señor, en los cielos del Señor.

Mi alma es estrella, es rosa:
en el jardín deshójase en humildad de alfombra,
y humildemente sigue en la apretada sombra
de los cielos, su huella milagrosa!

Tarde romántica

La pena pensativa de las cumbres
agravaba el silencio del recinto
al rudo sol que ensangrentaba en lumbres
las soñadoras dalias de tu cinto.

Tuvimos sed de raras pesadumbres,
y ante el recuerdo del amor extinto,
rindiéronse tus vagas mansedumbres,
hermanas de la tarde de jancinto…

A la sombra espectral de las encinas,
sintiendo que el dolor nos acercaba,
añoramos distantes primaveras.

Y al intentar besar tus opalinas
pupilas, vi que era la tarde esclava
del violeta augural de tus ojeras…

Sonetos a la novia de la finca

I

Negra es la noche de su cabellera
que en ébano la enmarca, y en el fondo
de sus ojos perversos queda un hondo
prestigio de vibrante primavera.

A la traición de su mirar escondo
mi corazón, cuando la carretera
alegra su presencia tempranera,
y con trémulo adiós, su adiós respondo.

Ante mi timidez sonríe ufana
y sangrando las guarias de sus labios,
se va pausada con sensual desgana,

y agrava mis irónicos agravios
al declinar con pícaros resabios,
rompiendo el horizonte, la mañana.

Envío:

Porque en la solitud de mis horas aldeanas
tu encanto pueblerino, sin mancha de artificio,
tuvo para mi vida, librándola del vicio,
del mal y del hastío, gracias samaritanas

Y porque fue tu voz la voz de las fontanas
que en la senda se brindan, del sol bajo el suplicio,
¡y porque con umar me diste el sacrificio
de tus virginidades en las hondas mañanas!

Noviecita temprana en la heredad agreste,
caritativa y buena, yo quiero decir este
mi canto matinal, muñequita, en tu loor.

Tú me diste la rosa bella de tus quince años,
yo te dejo la rosa de mis versos huraños…
Sigamos nuestras rutas distintas, sin dolor!

II

Acometida

El bronce medioeval de mis cisternas
revienta en un fulgor cuando retrata
en sus antiguas aguas tus modernas
gracias: el agua, al modo de una gata

o como lúbrico reptil de plata
encógese, vibrando en las eternas
lujurias, para acariciar tus piernas
al borde de la verde escalinata…

Ante la absurdidad gentil del caso
indeciso rubor incendia el raso
nevado de tu rostro marfileño.

Y junto a los hieráticos pimientos
de tu jardín sensual, tienes un sueño
de ebrios faunos y sátiros hambrientos.

Selección de textos. Roberto Cifuentes Escobar

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