Por FABIOLA SÁNCHEZ
CARACAS
Agencia (AP)

Una bala perdida que le atravesó la espalda y se alojó en su estómago acabó una madrugada de fin de año con los sueños de Iraly Yánez. Ahora, ocho años después del accidente, esta joven bailarina venezolana ha logrado volver a las tablas y retomar su carrera con ayuda de una silla de ruedas.

Dejando a un lado los temores que le impedían moverse por su discapacidad, Iraly, de 34 años, se unió hace tres meses a la compañía AM Danza de habilidades mixtas, integrada por medio centenar de bailarines que buscan retomar sus anhelos a pesar de verse afectados por distintos padecimientos como parálisis cerebral, Síndrome de Down, cuadriplejia, ceguera y sordera.

Iraly y sus compañeros presentaron a inicios de mes en una de las salas del complejo capitalino Teresa Carreño, el taller montaje de danza contemporánea Ubunto en el que bailarines profesionales se unieron a personas discapacitadas demostrando que no hay fronteras para el baile. De este modo, bailarines formales realizan coreografías levantando muletas en señal de liberación de la discapacidad y personas como Iraly, con limitaciones de movilidad en sus piernas, salen de su silla con la ayuda de un bailarín que las levanta para hacer figuras en el aire, vuelta de carnero y paradas de manos.

Por espacio de una hora, las limitaciones de los bailarines discapacitados se esfuman en una niebla que adquiere, gracias a las luces del teatro, diversos matices de amarillos, azules, verdes y fucsia, dándole a la escena un carácter onírico que atrapa a los espectadores y desata lágrimas de emoción entre algunos.

«Para bailar lo que se necesita es tener las ganas”, afirma Alexander Madriz, director de AM Danza. “Bailar es eso, disfrutar lo que hagas con tus posibilidades, con tu cuerpo, con tu sentimiento».

Según este bailarín de 47 años, tras dos décadas de dirigir a bailarines con discapacidad logró reconciliarse con la danza a través de ellos y descubrir que hay otras maneras de moverse y que «no todo tiene que ser las líneas perfectas de los bailes clásicos contemporáneos».

Y así, el director de AM Danza ha logrado crear un movimiento autóctono de baile que incluya habilidades mixtas para ayudar a personas discapacitadas como Iraly a llenarse de bríos para superar las numerosas barreras que implica vivir en Venezuela, donde no existen casi andenes ni autobuses con rampas para personas en sillas de ruedas ni sistemas de atención especial para sobrellevar la hiperinflación y la creciente escasez de alimentos y medicinas que golpea al país suramericano.

La bailarina y productora de AM Danza, Fabiola Zerega, que hace 23 años quedó en silla de ruedas tras sufrir un accidente de tránsito, asegura que en el baile encontró el antídoto para enfrentar a una ciudad como Caracas, donde escasean las facilidades para los discapacitados. “Gracias a la danza he podido desarrollar el músculo también mental y ver que a través del movimiento puedo librar obstáculos o vencerlos”, agregó.

Desde una pequeña y polvorienta acera donde suele pasar hasta tres horas bajo el sol o la lluvia esperando el único autobús con plataforma para sillas de ruedas que pasa al día por su humilde barriada de la carretera vieja de Guarenas, al este de Caracas, Iraly parece no amilanarse ante la situación adversa que enfrenta a diario: con una sonrisa que recorre su rostro delgado de un extremo a otro, admite con emoción que AM Danza le permitió reconciliarse con la vida y «volar por los aires».

El renacer de Iraly fue seguido de cerca por su vecino Dikson Rosales y su esposa Carmen de Rosales, quienes tras el accidente se convirtieron en sus protectores y la suelen ayudar a diario a bajar y subir por las escaleras del edificio donde reside. Rosales relató que tras ingresar a la compañía de baile, Iraly logró superar sus depresiones y ahora se “preocupa más por ella misma”.

La bailarina asegura que atrás quedaron los terribles momentos que vivió la madrugada del 31 de diciembre de 2010, cuando se encontraba en la entrada de su edificio y la bala perdida de alguien que estaba probando un arma le fracturó dos vértebras y la dejó inválida para el resto de su vida.

Ahora sueña con regresar el próximo año a AM Danza para seguir adelante con la carrera de bailarina, que suspendió por ocho años tras el accidente, y retomó en septiembre pasado.

«Esta es mi oportunidad”, dice. “No puedo seguir permitiendo de que las cosas externas me sigan afectando de alguna manera. La lucha es en todo».

Desde la cocina de su modesto apartamento, Iraly observa en la puerta de su nevera blanca tres dibujos de bailarinas que le hizo su sobrina, de diez años, para celebrar la danza, la pasión que las une a las dos.

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