Miguel Flores
Doctor en Artes y Letras

Algo que siempre llama la atención al visitar un museo en los Estados Unidos, o presentación de danza o música clásica, es la forma en que los ciudadanos se involucran en la dirección y administración de sus organizaciones culturales. Existe toda una infraestructura que permite formar y orientar la labor voluntaria de personas que prestan su colaboración en su tiempo libre a diversas tareas en el mundo cultural.

En Guatemala han existido, desde la década de los 70 del siglo XX hasta principios del siglo XXI, grupos de voluntarios que lograron un aporte significativo en el desarrollo de las artes en Guatemala. La falta de visión de futuro y un pensamiento de corto plazo, sumado a la falta de destrezas de gestión cultural, hizo que no dejaran una huella documental, si hoy se pregunta por ellas serán pocos los que las recuerden.

Uno de los más notorios fue el Patronato de Bellas Artes (PBA), que en su momento logró la construcción de las actuales instalaciones de la Escuela de Artes Plásticas. En ese tiempo fue el facilitador para la gestión de los grupos artísticos como el Ballet Guatemala o el Ballet Moderno y Folklórico. Fue una organización que logró articular programas como Interteatro que modificó la apreciación de representaciones de alta calidad. Además de los premios Opus de teatro y Opus para todas las ramas del arte.

En los años que existió, aún no se conocían profesiones como la gestión cultural. Su principal fuente de ingresos lo constituyó en ese período la gestión de donaciones (de publicidad y servicios) del sector privado especialmente para presentaciones internacionales de danza, música y teatro, con la ayuda de las embajadas representadas en el país. Esto daba a la organización un glamur al que muchos querían adherirse.

El arte siempre ha sido un medio donde el capital simbólico de los artistas y de gente vinculada con el arte, sirve para generar nuevas conexiones empresariales. Para 1999 había administrado la presentación de más de 87 grupos artísticos de diferentes géneros procedentes de diversos países. El último gran esfuerzo del PBA fue administrar, en forma eficiente y bajo normas internacionales, el Museo de Arte Moderno, Carlos Mérida. Poco se sabe de este modelo de gestión que dio buenos frutos, tres grandes exposiciones sobre el arte guatemalteco, que nunca se habían realizado, una catalogación profesional. Reparaciones de las instalaciones, para comenzar por los servicios sanitarios. Pero lamentablemente el modelo fue interrumpido por el propio Ministerio de Cultura y Deportes. En sus últimos años coordinó esfuerzos por la recaudación de fondos para las artes, algo que nunca logró a satisfacción. Los empresarios no daban fondos para el arte, lo veían como algo de poco interés, o simplemente no lo entendían.

Luego, otra organización, Colloquia, fue fundada por Luis González-Palma con la ayuda de Hivos. Tras sentar las bases del paradigma del arte contemporáneo, haber organizado junto al PBA, Fotojornadas, sumado a un trabajo profesional con directivos importantes del sector productivo del país, tampoco logró capitalizarse para continuar sus labores. A los pocos años de creada cerró sus puertas.

Como un caso sorprendente, se forma en Quetzaltenango otra organización, Ciudad de la Imaginación, también apoyada por Hivos. Durante varios años fue el centro del arte contemporáneo de Xela, formó cuadros en diferentes ramas de la cultura, tuvo una galería de exposiciones importante, donde las muestras fueron señeras para esa región. Hoy, luego que finalizaron los fondos de la ONG, se ha replegado a un espacio muy pequeño, con poca actividad, subsiste en precarias condiciones. De igual forma el sector industrial y comercial de esa ciudad le ha dado la espalda en la recaudación de fondos.

Uno de los casos paradigmáticos de sobrevivencia cultural es Caja Lúdica.

El fin de estas organizaciones fue la falta de recursos. Las ideas ahí están, las personas también, pero vemos un sector productivo que no le interesa el soporte de las artes, por otro lado, como un hecho insólito, solo un coleccionista privado ha donado alrededor de medio millón de quetzales en obra al Museo de Arte Moderno. Esta situación para las artes es preocupante.

Ilustraciones

1. Nueva sala de exposiciones del Museo del Prado, destinada al Bosco (2016). Diario “El País”.

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