(La eterna francachela de lo infinito)

Julio Manuel Girón
Escritor

Ubicados justo en la senectud del “siglo de las luces”, atisbamos un horizonte de borrasca.
Paso a paso, queda a la zaga lo suntuario de La corte y sus jardines cultivados. ¡Un momento! ¿Qué es lo que sucede? ¡Nuestras pelucas estilo Luis XV se comienzan a enzarzar entre las ramas! Se entreluce en lontananza la imponencia de escarpas, de imponentes colinas, donde, la pleamar, como una hidra ardiendo en llamas, se revuelca sobre sí, entrechocando sus oleajes.

¡Algo inefable nos impide razonar!
¡Las velas se desgarran, no existe timonel! Aventurémonos, pues, a lo inhóspito, ¡y que el instinto evoque la fe!
En este “continente”, silvícola y complejo, lo que prima es el sentimiento. Es preciso no olvidar que, en el siglo que a punto está de culminar, pensadores como Haman, Herder y Jacobi, proclamarían como hecho de sentimiento o experiencia inmediata, a todo aquello que la razón no esclarece. Sturm und Drang, tempestad e ímpetu, es precisamente lo que estos filósofos propugnaron, ese franquear los límites kantianos impuestos a la razón, a fin de resolverse en una modalidad de arrojo místico e irracionalidad, de permitir al sentimiento y sus legiones, presidir sobre todo acto, decisión y voluntad.
Rodeados así por lo indómito de la naturaleza, por escarpaduras y océanos procelosos, situémonos y, considero pertinente despojarse de toda esta indumentaria tan aderezada y afectada. ¡Así está mejor! ¡Hace frío! ¡Mejor sería encender una fogata!
¡Aguarden! Vean a quién tenemos aquí, trepidante y empapada, ¡es la razón!
-Náufrago: Señora, tenga la amabilidad de acomodarse, como pueda, en este hierbal, y cuéntenos por qué motivo se encuentra en este estado.
-La razón: ¡Es muy deferente de su parte joven! ¡Estoy exhausta! ¿De casualidad no tendrán ustedes un poquillo de vino? ¡Considero que me sentará de maravilla! ¡Gracias! Pues bien, aun cuando no diesen crédito a mis palabras, escuchen: sigo representando como lo hiciera en la Ilustración, una fuerza humana finita, si bien capaz de transformar al mundo poco a poco; no soy ni absoluta ni omnipotente. Aun cuando, ya lo relataré, ¡en este siglo comienzo a dejar la piel de zapa de la finitud! Mi eterno rival es la realidad, y por mucho que pretenda asirla, ella, la muy esquiva, ¡siempre está mutando!
-Náufrago: Señora, con todo el respeto que se merece, díganos, ¿Qué papel juega en este recién nacido siglo, a diferencia de su pasada finitud?
-La razón: ¡Ah, hijos míos! Hoy día represento –en esa perpetual dramaturgia del hombre en búsqueda de la verdad– nada más ni nada menos que, una fuerza infinita, claro está, omnipotente. ¡Por eso me ven aquí! Estoy expatriada de la mente humana, pues, ahora soy habitante del mundo, estoy diseminada en las potencias de la naturaleza y soy su substancia.
Después de secarse una que otra lágrima, la razón, bajo el efecto vinífero, se echa a dormitar. Está roncando y, a juzgar por el movimiento gestual, está atravesando por alguna pesadilla.
¡Compañeros! ¡Vean! ¡Desde la distancia se aproxima un grupo de personas! ¡Farfullan no sé qué galimatías! ¡Nos han avizorado y se acercan!
-Náufrago: ¡bienvenidos sean los señores! ¿Gustan acaso de algún tentempié?
-Fichte: ¡Pero qué donosuras! ¡Obviaré inquirir su procedencia, porque veo que ahí está durmiendo la cortesana del Iluminismo! ¡Amigos, bienvenidos al movimiento filosófico por excelencia! ¡Están ustedes en la hegemonía del Romanticismo! Parlamentemos de la conciencia, como algo infinito. ¡Podemos denominarle autoconsciencia!
-Náufrago: ¡Joven, suena interesante su excurso! ¿No creé que está bebiendo demasiado?
-Fichte: ¡Ja, No desviemos el tópico! ¡Permítame exprimir de lo que se trata! Lo que denomino como autoconsciencia, no deja de ser la razón, sólo que encrestada en las cimas de la substancia misma del mundo. Este principio de autoconsciencia, es la infinitud de la conciencia, a saber, el principio fundamental de esa señora (la razón). Es lo que llamo como Yo infinito. Han de entender que, este Yo infinito o infinitud, lo es pero, una infinitud de potencia o conciencia, no así de extensión o duración. Y aunque me sonroje, les digo que, ¡no es el vino! Es que…, he de confesarles el influjo que marcó en mí Plotino!
-Náufrago: ¡Interesante! Imagino que ha de tener correligionarios.
-Fichte: Pues, claro, ¡clarísimo! Hegel, por ejemplo, entre la maraña de sus pensamientos, cuenta como uno de los nuestros! Él, opone, a este respecto, lo que él llama el falso infinito, mismo que difiere de lo finito o realidad, intentando superarlo; pero, surge en su concepción, el verdadero infinito, que se identifica con el mundo, realizándose por él y a través de él. A este Yo infinito, Hegel lo denomina Idea y Schelling, lo nombra como Absoluto.
-Náufrago: Excuse usted la interrupción de su discurso, pero, ¿Cómo podría ser entendido su concepto de infinitud de conciencia?
-Fichte: Ah, joven amigo, ¡seis vasos de vino no son nada! ¡Aún puedo explicarme! Se puede elucidar tal como una actitud libre, libérrima, amorfa, es decir, privada de determinaciones rigurosas, y de manera tal que, se pone continuamente fuera de toda determinación y, en este sentido, la infinitud de conciencia es sentimiento.
-Náufrago: ¿Sentimiento?
-Fichte: ¿Y, cómo no iba serlo? ¡Vea ushté, perdón! ¡Usted ha de entender al sentimiento como lo infinito en la forma de lo indefinido! Sírvase disculpar pero, voy a segundar a la viejecita con una siestecilla. ¡Con el permiso de los señores!
-Náufrago: Amigos, ¿o es el vinito, o atisbo la figura de un joven pelilargo, tropezando una y otra vez entre las hierbas, y que no deja un instante de contemplar el plenilunio?
¡No me equivocaba, se acerca! Compostura, compostura; pero se nos olvidaba, la abuela está aún tendida, ¡boquiabierta! ¡Relajémonos y, que siga la francachela!
-Novalis: ¡Qué bella asimetría conformáis! ¡La luz de la luna les presta a sus rostros, ese matiz violáceo que solo es asequible una vez el rubí del vino ha dilatado sus amapolas en el cutis!
– Náufrago: ¡Vaya manera de expresarse joven! Pero, díganos, ¿con quién tenemos el gusto?
-Novalis: ¡Con un poeta! ¡Efectivamente, el que escribiera Los himnos a la noche! ¡Pero valla tan exquisita postura que mi contertulio ha adquirido! ¡La belleza del caos ha infundido en su ánima la expresión de un serafín ebrio de lo divino!
-Náufrago: ¿Gusta beber un vaso de vino, joven demostino?
-Novalis: Agradezco sobremanera su ofrecimiento, pero, en mí, ¡la cordura está ebria de infinito! Considero que, si bebiese, devendría sobrio, ¡pues nací ebrio de la luz de los astros! ¡Ando en mi orza unas píldoras de láudano y opio! ¿Apetecen?
-Náufrago: Eeeeh…, mmm; ¿no hay cruce? ¡Qué diantres! ¡Probemos entonces! Pero, mientras viajamos entre los glóbulos de esta sustancia, quisiéramos saber su concepción de Romanticismo.
-Novalis: ¡Para un servidor, la infinitud es sentimiento! ¡Pero, su develación es más explícita en el arte que en la filosofía! El arte explicita la expresión de dicho sentimiento infinito; y es que, para nosotros los artífices, el mundo no es otra cosa que un inmenso poema, ¡cuyo autor es lo Absoluto!
-Náufrago: No me siento, y, sin embargo, ¡comienzo a sentir la pulsación del universo!
-Novalis: ¡Decía que, la experiencia artística es para el hombre el único medio eficaz para aproximarse a lo Absoluto, a saber, al modo en que lo Absoluto ha dado a luz al mundo! Difundimos un optimismo incontenible, metafísico, ¡al punto de relacionarlo con lo que denominamos Providencialismo histórico! ¿Qué es la historia? Pues, un proceso necesario, en el cual la razón infinita se realiza, y de tal manera, ¡en ella no hay nada irracional o de inútil! Todo lo pasado, amigos, es manifestación de esta razón infinita, ¡es perfección y verdad! Revalorizamos la Edad Media, pues, ¡exaltamos la tradición y las instituciones en que en ella se encarna!
-Náufrago: ¡Sacrifiquemos a esta anciana! ¡Y ofrendemos sus cláusulas, perdón, sus miembros a los dioses!
-Novalis: ¡Me parece estupenda idea! ¡Pero, permitidme concluir! El espíritu romántico, posee como uno de sus más aquilatados distintivos al ¡Titanismo! Es éste un culto al sufrimiento, al dolor, a saber, la infinitud intensificada y, en este sufrimiento que surge de la insatisfacción, ¡radica la actitud de nuestra rebeldía! ¡Nuestro arte manifiesta este desbordamiento! Amigo, exprese usted su opinión respec… ¡Qué expresión más sublime! Todos danzan en derredor al fuego, laurean sus cabezas con ramajes, gritan, lloran, ¡ofrendan a la Luna su energía!

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