Oseas David Patzán

A Esteban

I
Angustioso lecho mortal y natural nos empujó
a las horas finales de la última despedida.
Todo acabó como empezó,
tendido fetalmente en el seno de la tierra.
El final llegó, por fin se apagó
la herida incurable de la ancianidad.

II
Brazos cálidos fueron mi cuna,
tus palabras soportes empíricos de la vida,
sabiduría silenciosa, activa e impasible
descansará eternamente
en el cielo
y en el triste corazón de tu pupilo
vivo permanecerás.

III
Tus palabras resuenan en mi llanto,
tus tiernos ojos permanecen en mi corazón,
mi mente aún vive de tu recuerdo.
Perdóname no dejarte marchar,
lamento no dejarte descansar.

IV
El crepúsculo nos anunciaba tu noche,
Venus apareció en el cielo,
las lágrimas rodaron al suelo,
y con la palma levantada
y una sonrisa en la boca
te fuiste.
Hasta pronto.

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