Fernando Barillas Santa Cruz*

Cuánta ansiedad se vive en la 12 avenida antes de que sean las tres de la tarde. Es Viernes Santo. El atrio dominico se ha teñido de luto, y tras irrumpir el Señor Sepultado por la puerta principal de la Basílica, en su urna de oro y bronce, se reza a sus pies: “Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso…”

Este acto de recogimiento marca el inicio del que se considera el desfile procesional más antiguo de América. Lleno de misticismo y de catequesis, el Santo Entierro de Santo Domingo ha delineado mucho de la cultura popular tradicional y la religiosidad de Guatemala.

Sus orígenes se remontan a la Época Colonial. En el Valle de Panchoy, era, sin duda, la procesión. Era la más esperada; la más importante.

Para 1607, todas las autoridades civiles y eclesiales, los gremios, criollos, ladinos e indios la acompañaban en Santiago de Guatemala1 Era un cortejo lleno de suntuosidad, elegancia y distinción, cuyas características se han tratado de mantener a lo largo de los siglos. El historiador Federico Prahl ubica sus inicios a finales del tercer cuarto o comienzos del último cuarto del siglo XVI.2

La leyenda romántica nos narra que la imagen vino del mar, que era propiedad de la reina Catalina de Aragón y que, tras su divorcio con Enrique VIII embarcó sus pertenencias más preciadas, entre ellas el Señor Sepultado, las cuales resultaron encalladas en el puerto de Trujillo, Honduras. El hallazgo fue considerado como un regalo divino, razón por la que fue trasladado a la Capitanía General, donde empezó su veneración3.

Más investigaciones históricas determinan que es una imagen de corte neoclásico, que muy probablemente sustituyó a un Cristo Crucificado que se procesionó durante la Colonia, y que por el paso del tiempo y los gustos de la época fue suplantado por una imagen de un Cristo Yacente de gran belleza y sobriedad, que es la que conocemos en la actualidad. De hecho, existen indicios de que su autor sea el escultor Pedro Gallardo, entre 1852 a 1860.4

La Hermandad del Señor Sepultado de Santo Domingo fue constituida formalmente en 1852, aunque para 1717 fray Francisco Ximénez ya reseñaba sobre una cofradía relacionada con la procesión del Santo Entierro de dicho templo. Al respecto, Prahl Redondo afirma que la cofradía que fungía en ese entonces giraba en torno al culto y veneración de Nuestra Señora de la Soledad, por mandato expreso del Papa Clemente VIII a la Orden de los Predicadores. A ella pertenecía la imagen de Jesús que se procesionaba en la Guatemala hispánica e inicios de la era republicana5.

Pero su presencia a lo largo de nuestra historia postindependencia la ha convertido en una de las más emblemáticas, y sus aportes durante el siglo XX fueron determinantes en la formación de una identidad procesional que ha sido replicada por muchos otros cortejos en todo el país. Por ello, no puede negarse que el Santo Entierro dominico es uno de los que más ha contribuido con la innovación y la modernidad en la Semana Santa guatemalteca.

La Hermandad del Señor Sepultado del Templo de Santo Domingo fue la primera agrupación establecida canónicamente, integrada por una junta directiva y regida por estatutos. Su estructura organizativa fue el molde que muchas asociaciones y hermandades de Pasión siguieron, en la mayoría de sus características, para integrarse jerárquica y administrativamente en Guatemala. Esto, hasta que se registró una serie de situaciones a lo interno de la hermandad en la primera década del presente siglo, que concluyó con una intervención administrativa directa por parte del Arzobispado.

Fue la primera procesión que incorporó pasos españoles. Aunque en la Época Colonial ya desfilaba el Paso de la Muerte, junto con las Siete Palabras y los Ángeles de Pasión, los pasos otorgaron un matiz claramente didáctico a su camino por calles y avenidas.

Esculpidos entre 1930 a 19606, estos conjuntos escultóricos se procesionaban inicialmente en andarillas por los aspirantes a cargar al Sepultado. Era normal a mediados del siglo XX que un cucurucho pasara muchos años cargándolos antes de poder llevar en hombros a Jesús, pues previo a lograrlo debía llevar cada año un paso diferente, desde el Paso de la Muerte hasta La Piedad.

Esta costumbre terminó entrada la década de los 70, debido al peso de los mismos y porque al final del cortejo hacían falta hombros para procesionarlos. Juan Pablo Arce Gordillo, cronista oficial por muchos años de la hermandad, relata que en la Asamblea General del tercer sábado de mayo de 1972, “los hermanos enfurecidos amenazaron con el hecho de que, si los hacían cargar pasos para el año siguiente la sabotearían. En el año de la consagración, salieron en carrozas, que fueron destruidas con el terremoto de 1976.”7 En los años 90 fueron incorporados nuevos pasos, elaborados por el escultor antigüeño Sergio González, y desde esa época son conducidos igualmente en carrozas por el escuadrón de Caballeros del Señor Sepultado.

Independiente de las complicaciones logísticas que conllevó su incorporación al cortejo dominico, los pasos fueron bien recibidos y asimilados por la feligresía, al punto que su uso fue replicado por la procesión del Cristo Yacente del Calvario, que también trajo sus conjuntos escultóricos de España a mediados del siglo XX, así como por los Santos Entierros de la Escuela de Cristo en La Antigua Guatemala, y San Nicolás en Quetzaltenango.

El Señor Sepultado fue la primera imagen de un Cristo muerto consagrada en el país. El acto se realizó el 11 de marzo de 1973 en el atrio de Catedral Metropolitana, ante la presencia de la jerarquía eclesiástica, hermandades invitadas y feligresía en general que abarrotó los alrededores del entonces conocido como Parque Central. En su honor se dispararon 21 salvas de artillería, y luego continuó el cortejo procesional conmemorativo. Esta fue una de las pocas ocasiones en las que el Sepultado fue procesionado en las calles sin su tradicional urna francesa. En este año se conmemora el 40 aniversario de dicho acontecimiento.

Fue también la primera agrupación de piedad que incorporó medios propios de comunicación como herramienta evangelizadora y para dar a conocer sus actividades cotidianas. En septiembre de 1976 se publicó el primer “Santo Entierro”, órgano informativo de la Hermandad del Señor Sepultado del Templo de Santo Domingo, que era distribuido entre sus integrantes a través del correo nacional. A la fecha, este periódico se sigue entregando a los cucuruchos en las jornadas anuales de inscripción.

Sus evidentes raíces criollas y conservadoras hicieron que en julio de 1992, la Hermandad se vinculara con las cofradías de pasión de Zamora, España, colocándola así como la primer agrupación de pasión guatemalteca que buscó proyectarse allende las fronteras.

Es la más reconocida de todas las hermandades. De su estandarte penden, entre otras, la Orden del Quetzal, conferida por el presidente de la República, Ramiro De León Carpio, la noche del Martes Santo de 1995; la Orden de Isabel la Católica, conferida por el Rey Juan Carlos I, de España, el Martes Santo de 1996; la Gran Cruz al Mérito Militense, de la Orden Militar de Malta, el 19 de marzo de 1997, y la Medalla del Ayuntamiento de La Antigua Guatemala, con motivo de la peregrinación penitencial que realizó la consagrada imagen a dicha ciudad en febrero de 20028.

Las innovaciones se continuaron dando.

El Viernes Santo de 1996, el anda del Señor Sepultado estrenó el denominado “bolillo central”, que era básicamente un tercer armazón de madera incrustado dentro del mueble procesional, acondicionado con 20 almohadillas. Esta invención permitió aumentar su capacidad de 80 a 100 devotos cargadores. Fue el único mueble que tuvo tal característica, hasta que fue suplantado por una nueva anda de gusto ecléctico y extravagante. Los turnos que correspondían a ese espacio se les conocían como “turnos penitenciales”, por su naturaleza íntima y mística a la hora de llevar la procesión en hombros.

Fue el primer cortejo que incorporó un sistema de iluminación LED, por medio del cual los reflectores quedaron totalmente incrustados dentro de las alegorías procesionales, generando efectos de luz impresionantes durante su paso de noche. La más antigua ha sido también la más moderna.

Desde un punto de vista semiótico, los elementos que integran el Santo Entierro dominico contienen una estructura organizada rica en signos, que alimentan la memoria cultural colectiva. En él descubrimos un texto general9 que descansa bajo significaciones evangelizadoras, pero también con base en altas connotaciones de poder, distinción y riqueza.

A partir de la última década del siglo XX, fue sencillo advertir la función evangelizadora del cortejo, que se hace notoria con más intensidad en los elementos que preceden el mueble procesional, particularmente en las Insignias de Pasión, los Pasos y las Siete Palabras. El anda, aunque se supone debiera ser la principal herramienta catequizadora, generalmente ha contenido mensajes evangelizadores que se extravían ante la opulencia y orientación retórica que suele darse a los adornos. Pareciera entonces que existe premeditación en este aspecto, pues no importando la complejidad de los significados que se otorguen, quien siempre sobresale es la figura del Señor Sepultado, que se muestra ante los espectadores como un rey, de los queridos, que va rumbo a su entierro y al que se le brinda un tributo sin igual.

En la procesión dominica se pueden percibir también figuras semánticas que connotan poder, distinción y riqueza. A través de estas figuras podemos presenciar un cortejo que muestra orgullo por su historia y antigüedad, y en el que no se escatiman esfuerzos para darle mayor realce y belleza10.

Es tanto lo que Santo Domingo y su Sepultado han dado a la cultura popular tradicional de este país. Tantas leyendas y tantas historias. Tanto poder, tanta alcurnia, tanta elegancia; tanta inspiración, tantos poemas. Tanta fe, tanta devoción, tanta tradición. Tanto aporte, tanta innovación; tanto reconocimiento.

Guatemala tiene en el Cristo del Amor a un rey que venera todo el año allá en la 12 avenida, y al que entierra con fervor cada vez que el calendario marca el Viernes más Santo de los Viernes.

* Periodista y Comunicador Social por la Universidad de San Carlos de Guatemala. Impulsor de la declaratoria de la Semana Santa como Patrimonio Cultural de la Nación. Cucurucho.
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1 Luján Muñoz, Luis. Semana Santa Tradicional de Guatemala. 1982. Pág. 40-43. El autor, citando a fray Francisco Ximénez, indica que la procesión adquirió mayor prestancia a partir de 1650, cuando “empezó a celebrarse el Sto. entierro (sic) de Cristo con mucha solemnidad la cual se ha ido continuando de modo que es hoy la procesión más devota que tiene la Ciudad de Guatemala.”
2 Prahl Redondo, Federico. El Señor Sepultado de Santo Domingo. 1997. Pág. 38.
3 Prahl Redondo, Federico. Ibid. Pág. 39-40. Prahl cita al historiador Víctor Manuel Díaz en su obra “Las Bellas Artes en Guatemala”, y descalifica esta versión por considerarla una mera leyenda sin base documental, y porque en términos generales la obra de este autor “no es más que una alegre mezcolanza de datos ciertos con una fantasía sin límite”.
4 Prahl Redondo, Federico. Ibid. Pág. 69-76.
5 Prahl Redondo, Federico. Ibid. Pág. 21. El historiador concluye: “Hasta mediados del siglo XIX nunca hubo cofradía independiente del Señor Sepultado en el templo de Santo Domingo en la ciudad de Santiago de Guatemala ni en la Nueva Guatemala de la Asunción. Hubo una sola cofradía a la cual pertenecían ambas imágenes, siendo su nombre oficial “COFRADÍA DE NUESTRA SEÑORA DE SOLEDAD Y SANTO ENTIERRO DE CRISTO DEL TEMPLO DE SANTO DOMINGO”. La actual “Hermandad del Señor Sepultado del Templo de Santo Domingo” fue fundada en 1852”.
6 Arce Gordillo, Juan Pablo. El Viernes más Santo de los Viernes 2008. Pág 2. El cronista no especifica una fecha exacta de su burilación, pero determina que los mismos fueron esculpidos en Olot, un pequeño municipio de Gerona, en Cataluña. Luis Luján Muñoz, por su parte, afirma que los mismos parecen ser elaborados de escayola o pasta. (Semana Santa Tradicional en Guatemala, 1982. Notas Capítulo VI, numeral 7. Pág. 264).
7 Arce Gordillo, Juan Pablo. Cronista de la Hermandad del Señor Sepultado de Santo Domingo (1995-2009). Datos proporcionados en entrevista virtual.
8 Arce Gordillo, Juan Pablo. El Viernes Más Santo de los Viernes 2008. Pág. 5.
9 Barillas Santa Cruz, Fernando. La Semana Santa de la Nueva Guatemala de la Asunción como texto semiótico: Aplicación del método de Lotman. 2002. Pág. 38-39. Citando al semiólogo ruso Iuri Lotman, el texto es entendido como una estructura múltiple en donde se manifiestan varios lenguajes y símbolos a la vez, y como una fuente de simbolización de los elementos que rodean una cultura. El texto es, entonces, un conjunto de mensajes distribuidos o captados en torno a una temática específica.
10 Barillas Santa Cruz, Fernando. Ibid. Pág. 93.

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