Isabel Ruiz (2017), fotografía del artista Mario Santizo.

Miguel Flores

Está por finalizar 2017 y conviene hacer un recuento. El mundo cultural sigue vivo gracias a gestores culturales independientes que invierten tiempo y dinero en sus producciones. Es posible detectar el ánimo de hacer teatro, literatura, danza, arte visual, música. Aunque la calidad no es homogénea, y no se ve un horizonte prometedor, por falta de formación sistemática, la creación artística siempre existirá. El arte guatemalteco no tiene memoria.

El costo por ir al teatro se ha convertido en un lujo. Se está consciente de los índices de inflación, pero muchas veces el costo no va de la mano de la calidad escénica. Joan Solo sigue contra viento y marea con mantener una sala digna en programación y subsistencia en la zona 13. Un buen escenario para producciones que resaltaron como Macbeth.

Instituciones binacionales han apoyado el teatro, como el Centro Cultural de España, que en los últimos años ha generado una visión contemporánea del acto escénico. Lamentablemente el teatro del IGA, es solo una sala en alquiler, sin asumir el liderazgo de años atrás, como con el resto de sus diferentes programas culturales.

Un hecho importante para el teatro es el retorno a la escena de Luiz Tuchán. Este mítico director continúa con la misma fuerza escénica de siempre, se espera que sus próximas producciones sigan manteniendo la llama de un teatro rico en contenidos simbólicos propios de una obra de arte. Patricia Orantes, ahora como directora, mantiene la tradición teatral de calidad en el Laboratorio de Artes Landívar, en la Universidad Rafael Landívar, un trabajo modesto, pero de gran proyección dentro de la comunidad estudiantil.

En la música sin duda un hecho importante lo constituye el reconocimiento a Joaquín Orellana por parte del público europeo, especialmente en Atenas. Todo esto posible gracias a la gestión de jóvenes inquietos como los de Ultravioleta. Llevar a Orellana no es una tarea fácil, dado que el maestro viaja con sus propios instrumentos, realizados ya emblemáticos para los conocedores, pero una novedad para el público especializado de Europa. Una música procedente de un país pobre, interpretada con instrumentos pobres, que suenan con eficiencia y poder de estas tierras.

En la música de cámara el entusiasmo del Cuarteto Contemporáneo que tuvo brillantes presentaciones, se ha sumado el Cuarteto Asturias, que ha logrado difundir la música de cámara desde un bar-galería, algo no visto antes. Esta actividad los llevó a generar el Festival de Música de Cámara en distintos espacios. Es de lamentar su programación -entre semana- sus horarios, en momentos en que las personas trabajan y la movilización de un punto a otro de la ciudad se ha convertido en una tortura. Si bien hay interés por la zona 1, hay que tener en cuenta la falta de estacionamientos.

Algo similar ocurre con la Orquesta Sinfónica, que este año 2017 tuvo una gestión activa, uso de varios espacios, numerosos solistas invitados y una planificación estratégica que es visible.

En la literatura el año estuvo marcado por Miguel Ángel Asturias y la reivindicación de su obra ante los propios guatemaltecos. Sin duda lo mejor del año Asturias lo fue una pequeña, pero muy bien lograda exposición patrocinada por la Fundación Paiz en Filgua. En contraposición con la presentada, el Centro Cultural Miguel Ángel Asturias y patrocinada por la Embajada de Francia, no se ve el trabajo del último Premio Nacional de Literatura que viajó a Francia para el efecto.

Cómo hacer una exposición en un lugar que no se diseñó para esto. Se falla a uno de los principios de la gestión cultural, cada actividad en su espacio, o crear un espacio, pero bajo cánones profesionales, no chapuces. Pero el campo literario también vive por la actividad de grupos como el Centro PEN Guatemala que mantiene una actividad constante y la edición de su revista en forma continua.

La Universidad Rafael Landívar mantiene sus certámenes literarios uno interuniversitario y el Rafael Landívar, para escolares, este año rompió de récord de recibir más de 400 trabajos entre poesía y cuento. La Universidad de San Carlos estableció el certamen Francisco Albizúrez Palma que será una posibilidad más de leer a nuevos escritores. El Banco Agrícola Mercantil (BAM) y F&G Editores, continúan con su premio de novela, el cual se ha constituido como la vitrina de buena literatura actual en el país.

El campo de las artes visuales, sigue marcado por el gusto de las galerías de arte y el mercado que gira a su alrededor. Sin duda la exposición más importante fue la del Centenario de Yas, producida por CIRMA. Las galerías de arte continuaron con su programación de acuerdo a sus líneas de trabajo y visión del arte actual.

Del Museo de Arte Moderno es notorio su cambio de logotipo, de ahí a las exposiciones internacionales del Banco Promerica, nada. En un letargo lamentable. Entre los artistas visuales con más notoriedad internacional sigue destacando Regina José Galindo, sus performances siguen destacándose en revistas especializadas de varias partes del mundo, la más reciente ha aparecido en Hyperalergic.

También Ultravioleta, llevó a Los Ángeles su huevo-museo, gracias a gestiones estratégicas que se aplauden, nadie las había hecho antes. Otra gran exposición fue la llevada a Santa Mónica, donde se pudo apreciar una evolución del arte plástico como nunca la veremos en Guatemala. Sin duda un premio que causó regocijo a todo el mundo del arte visual fue el premio Carlos Mérida a la destacada artista Isabel Ruiz, una mujer visionaria, humilde, con un discurso potente y desgarrador.

Como pueden apreciar los lectores, el arte y la cultura puede vivir sin el Ministerio de Cultura y Deportes y sus funcionarios. ¿No será mejor un fondo nacional para la cultura como ADESCA? Quizá deba liberarse el arte de la burocracia. Es de pensarlo en profundidad.

Artículo anteriorWill Smith defiende mensaje de “Bright”
Artículo siguienteFranz Kafka