Por Laura del Río
Madrid
Agencia (dpa)

Un vagón de tren recibe al visitante en la exposición «Auschwitz. No hace mucho. No muy lejos» que este viernes se inaugura en Madrid a nivel mundial. Era el medio en que los nazis trasladaban a los prisioneros hasta los campos de concentración y exterminio. Muchos eran ejecutados nada más al bajar de allí.

Al entrar en la primera sala, un zapato rojo se destaca sobre una fotografía de los cientos de zapatos de víctimas que se apilan en el Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau, en Polonia.

De allí proceden la mayoría de los 600 objetos originales de la primera gran muestra monográfica de este tipo, organizada por la compañía española Musealia en colaboración con el museo polaco y decenas de instituciones y colecciones privadas. La exhibición, que abarca 2 mil 500 metros cuadrados, podrá ver en el Centro de Exposiciones Arte Canal Madrid hasta el 17 de junio y después pasará por otras 14 ciudades europeas y norteamericanas.

«Los visitantes entran en el mundo de Auschwitz, ven la historia de los supervivientes, los objetos originales, el barracón de Monowitz (uno de los subcampos en los que se dividía)», cuenta a dpa Paweł Sawicki, responsable de prensa del Museo de Auschwitz-Birkenau.

Entre esos objetos hay una litera de madera en la que durmieron algunas de los 1.1 millones de personas que fueron asesinadas allí entre 1940 y 1945. También maletas y cestas que debían abandonar nada más bajar del tren, antes de que se decidiese si pasaban directamente a las cámaras de gas. Y restos de carritos de bebé, ropa de niños, un pequeño zapato todavía con un calcetín…

«Cuando pensamos en el destino de los niños nos damos cuenta de lo fuerte que era esa ideología de los nazis, como en ese genocidio cada judío era un enemigo, incluso un niño o niña», apunta el responsable de prensa del Museo de Auschwitz.

Otra de las salas está presidida por una lata original de Zyklon B, el producto que se empleaba para matar a los judíos, polacos o gitanos en las cámaras de gas. En la contigua hay una reproducción de las puertas que cerraban aquellas habitaciones de la muerte, y una columna enrejada a través de la que se introducía el producto letal.

Pero la exposición va más allá y hace un amplio recorrido por la historia de la ideología antisemita que fue calando en la sociedad alemana en la década de los 30. Muestra cómo el régimen de Adolf Hitler expulsó de la vida pública a los judíos y los estigmatizó, con objetos tan impactantes como un juego de mesa familiar llamado «¡Judíos fuera!».

Cuenta también la historia del sistema de campos de concentración y de Oświęcim, la población polaca en la que se instaló el escenario de gran parte de la «solución final». «La gente no es consciente de que Auschwitz no es sólo el campo, de que también era una ciudad con una historia muy interesante y que fue destruida cuando empezó la guerra», explica Sawicki.

Por otro lado, la muestra se fija también en los perpetradores del genocidio. «Necesitamos recordar por un lado a la gente que sufrió, pero también hay que usar como advertencia la historia de la gente que creó ese mundo», señala.

Así, pueden verse fotografías de los soldados de las SS que controlaban Auschwitz y que retratan su vida cotidiana fuera del campo. «Se les ve como personas. Eso es algo muy difícil porque para mucha gente lo más fácil es llamarles monstruos, es la forma más fácil de deshumanizarlos».

 

 

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