Por Arnoldo Mejía

Joss Stone se presentó en el Teatro Lux del Centro Histórico de la Ciudad de Guatemala, en una antesala confusa, ya que el concierto estuvo en vilo hasta horas previo de su inicio, presuntamente los organizadores no contaban con la licencia que acreditaba la autorización por parte de Espectáculos Públicos, incluso Joss Stone confesó en su fanpage de Facebook que se plantearon la idea de realizar el concierto en cualquier otro lugar, aún este fuera en la calle (cosa difícil de creer pues la entraba costaba Q700, poco más del 35% de los recién derogados salarios diferenciados). Quién sabe qué arreglo hubo al final, el concierto se realizó y Joss Stone brilló en el Lux.

La apertura del concierto estuvo a cargo de Primmo, quienes con su fusión de rock, funk y hip hop intentaron incendiar la sala sin muchos frutos, el sonido se opacó entre tantos decibeles y nunca encontró un balance adecuado, haciendo incomprensible cualquier palabra que salía de la boca del vocalista Gian Perini. Esto es algo que se repite en el 99% de conciertos de bandas guatemaltecas y es un factor que echa por la borda el esfuerzo realizado durante semanas o años de ensayo. Cuando Joss Stone entró a escenario, la banda completa bajó considerablemente su volumen para dar todo el protagonismo a la filuda voz de la británica, aún así pudimos observar que el bajista y director musical de la banda, Pete Iannacone, pedía constantemente que le bajaran aún más los watts a él y a sus músicos, una minimalista banda conformada únicamente por guitarra electroacústica, bajo y batería.

Joss Stone brilló con clásicos como «Supper Dupper» o «Teardrops» y también con canciones de su último álbum «Water for Your Soul» que lanzó el año pasado y que destaca por tener el reggae como eje central. No voy a descubrir nigún secreto al mencionar la portentosa voz y refinada técnica que Joss Stone posee, quién lleva Soul en sus venas y que desde los 13 años ha iniciado una exitosa carrera. Joss Stone es encantadora en escenario y se echó al público al bolsillo con su interacción, contando anécdotas personales en su idioma natal (la mayoría del público entendía inglés, lo cual le facilitó la noche).

Diría que el peor músico de la noche fue el público, que aún no ha entendido que su interpretación también forma parte del concierto, y es que no es muy difícil distinguir las rolas que son para bailar y acompañar al intérprete, de las rolas en las que se esperé que este no esté, que no exista, que solo exista el silencio, que al final también es música.

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