Por Danilo Lara

En el centro comercial había un evento, así que mientras comenzaba la función me detuve a shutear. Era la presentación de las jugadoras de fútbol americano 7-contra-7 de la LFL (Legends Football League), que vinieron a Guate para jugar en el Mateo. Tomé este suceso como una bendición.

Primero porque, no voy a mentirles, hay peores cosas para un heterosexual que encontrar una aglomeración de mujeres bonitas “de las de la tele”. Segundo, como aficionado a las ironías, sentí que había una en que, antes de entrar a ver una película feminista, me topara con un evento sobre mujeres que practican un deporte igual a como lo hacen los hombres, solo que con menos ropa encima.

De alguna forma sí, la LFL representa el tipo de idea contra el que las heroínas de Sufragistas se rebelan. Ellas demandan su derecho a poder hacer las mismas cosas que hacen los hombres y portando la totalidad de sus atuendos mientras las hacen.

Siendo justos, la Legends Football League ha modificado algunas cosas desde su concepción inicial (cuando, para empezar, se llamaba Lingerie Football League). Ahora los trajes de las jugadoras llevan mayor protección, que es lógico tratándose de un deporte que consiste en frenar los cuerpos de otros seres humanos empleando tu masa como obstáculo. De todos modos, los uniformes de la LFL están lejos de la funcionalidad de los del football de varones. Por lo que jugar bien en la LFL tiene el doble del mérito, considerando que Tom Brady no sería el quarterback que es, si además de analizar los movimientos del otro equipo, también tuviera que andar analizando los movimientos de sus genitales para evitar que escapen del perímetro de sus micro-shorts.

Tal vez es porque no tengo dieciséis años, pero no le encuentro lo chilero a la LFL. Creo que si te gusta fallaste como fan del fútbol americano y también como pervertido.

Regresando a la lica. Está basada en hechos reales que ocurrieron en Londres a principios del Siglo 20. Es sobre un grupo de mujeres, principalmente obreras, que luchan por el derecho de las mujeres a votar. Por supuesto, hay un montón de personas (hombres, sobre todo) oponiéndose a que las mujeres voten, aduciendo que no las consideran moral, intelectual o emocionalmente aptas. En ese sentido, Sufragistas, que está dirigida por Sarah Gavron, tiene conflictos e intenciones similares a los de la excelente Selma del año pasado, que dirigió Ava Duvernay.

Pero a diferencia de Selma (que no es una pieza biográfica, pero sí narra las luchas de los derechos civiles para la gente negra con Marthin Luther King como protagonista), Sufragistas enfoca su historia en una activista «cualquiera» del movimiento, Maud Watts, interpretada de forma excepcional por Carey Mulligan, y que no está basada en ninguna persona real en específico.

A través de Maud experimentamos la transformación completa. De alguien que está muy ocupada chambeando como para decidir qué piensa acerca del status quo. A alguien que se da cuenta que el status quo no la está tratando como persona de verdad. A alguien que hoy sí ya se sacó de onda con el status quo. A alguien que no va a estar tranquila hasta haber chingado el status quo.

De este enfoque también me gustó que, mientras en Selma el racismo se percibe casi siempre en su versión política y burocrática, en esta película la opresión aparece en todos lados, siempre al acecho y adquiriendo distintas formas. Se podría decir que, aunque tiene un antagonista más o menos convencional, el mero villano de la película es el patriarcado. Eso la hace aterradora. Es como si después de matar al tiburón, en Tiburón, los héroes descubrieran que el tiburón no era un pez sino una idea. Y que ahora sus papás están poseídos por el tiburón, y sus hijos también son el tiburón, e incluso ellos mismos a veces tienen las actitudes del tiburón.

Todo eso hace que Sufragistas sea una película revolucionaria eficaz. Una película más importante que buena. En donde, para transmitir con fuerza su mensaje, y además dotarlo de una cualidad atemporal, los diálogos dejan de lado la sutileza y la naturalidad, y se vuelven artificiales, politizados y elocuentes.

Para mí, el mejor efecto de una lica como Sufragistas es que te hace reflexionar: “si hicieran una película sobre el momento de la Historia que estoy viviendo, ¿yo estaría entre los villanos? ¿o sería de la gente calidá que hizo el mundo más chilero?”.

Pero mi teoría es que no siempre es así. Hay demasiada gente literal que verían esta película comentando: “no puedo creer que esos IDIOTAS se opongan a que las mujeres voten. Qué alivio que el mundo ha cambiado. En fin, me alegra que mañana es el Legends Football League. ¡Yo voy por ver culos, qué buenos culos van a haber!”.

*Para incrementar su interés en la columna, el autor la escribió vistiendo tan solo lencería.

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