Por BERENICE BAUTISTA
MÉXICO
Agencia/AP

Cinco años atrás el escritor colombiano William Ospina se enteró en Buenos Aires de que en la gestación de «Frankenstein» y «El vampiro» en el siglo XIX había tenido un influjo importante la erupción de un volcán al otro lado del mundo que llenó de oscuridad el verano.

«La pregunta de qué tanto nos afecta la naturaleza, qué tanto la naturaleza influye sobre la cultura, no solamente en el sentido de que cambia nuestros estados de ánimo, que es evidente, sino en el sentido de que pueda modificar incluso la calidad de nuestra fantasía y de nuestra imaginación, está muy presente en esta historia», dijo en la Ciudad de México en una entrevista con The Associated Press propósito de su novela «El año del verano que nunca llegó».

Al leer el libro da la impresión de que se está surfeando por Google y Wikipedia, haciendo clic en hipervínculos a páginas enteras sobre temas relacionados con ese verano borrascoso, uno de los más fríos en siglos, que tuvo «una larga noche de tres días» en la que Percy Bysshe Shelley, Mary Shelley, Lord Byron, Claire Clairmont y John William Polidori (autor de «El vampiro»), llegaron a la Villa Diodati de Ginebra y jugaron a escribir las historias más aterradoras posibles.

«El espíritu del libro es de esos enlaces en los que vivimos un poco atrapados todos», dijo Ospina. «Es verdad que la realidad está un poco atomizada, un poco descuartizada por las urgencias de la información y por los casilleros de la red planetaria, tal vez por eso es tan interesante y tan necesario el desafío de armar con todo eso algo coherente y algo vivo».

El mismo Ospina, Premio Rómulo Gallegos 2009, dice que vive una vida «descuadernada» de país en país, de evento literario en evento literario y de libro en libro, pero precisamente esos viajes fueron los que le permitieron ir uniendo las piezas del rompecabezas que salta del siglo XIX a sus pasos en Colombia, Buenos Aires, Londres, Roma y Ginebra, donde el autor pudo conocer la famosa villa gracias a una amiga, cuya familia fue propietaria del inmueble.

«Hice todo lo posible porque el libro fluyera de la manera más natural posible y porque en realidad todo lo que se cuenta en él fuera verdadero, si es que eso tiene un significado en este tiempo», apuntó.

Lo cual nos lleva a otro gran tema del libro, las casualidades que se conjuntaron para el surgimiento de «Frankenstein» y «El vampiro».

«Yo diría que mi novela terminó siendo, entre otras cosas, una pregunta sobre qué es el azar y sobre qué es la casualidad y sobre si sí existen el azar y la casualidad, o si el mundo está lleno de enlaces secretos y de caminos ocultos».

El también poeta no quería hacer «un libro erudito» sobre la historia que ha sido ampliamente documentada. «Yo quería vivir los hechos», dijo «para eso es para lo que sirve la obsesión».

Ospina, lector asiduo de la poesía inglesa, destacó el valor de los jóvenes románticos de su novela. Byron tenía 28 años cuando emprendieron el viaje a Suiza, Shelley 23, Polidori 20, Mary 18 y Clara 17. Ambas eran hermanastras y se habían escapado de su casa con Shelley.

«Lo que hacen lo hacen porque sienten que ese es su destino, que esos son sus sueños, que esos son sus proyectos. Uno no se imagina que hace dos siglos fuera posible que unos adolescentes tuvieran tanta libertad y se atrevieran a tanto, ya en esta misma época es difícil que eso ocurra», explicó.

Mary Shelley, quizá la persona a la que ese verano que nunca llegó afectó más al grado de llevarle a escribir «Frankenstein», destaca por su temple para imponerse como mujer en un mundo dominado por los hombres como lo era la literatura de su siglo.

«Estaba muy a la altura de Byron y Shelley en términos intelectuales y tal vez no solamente era más valiente que ellos, cosa que creo que ocurrió, sino que terminó atrapando algunas de las preguntas esenciales de su tiempo que sus hombres no atraparon», dijo Ospina. «Encarna de una manera tan silenciosa y discreta un montón de rebeliones, y de rebeliones poderosísimas para nuestra época».

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