Berlín
Agencia/dpa

El artista y disidente chino Ai Weiwei quiere «una vida normal», ya sea fuera o dentro de China, a donde puede volver si lo desea, según le aseguraron las autoridades del país asiático cuando le devolvieron el pasaporte.

En una entrevista publicada hoy en el diario alemán «Süddeutsche Zeitung», Ai indicó que no le pusieron «casi ninguna» condición para poder abandonar el país después de haber sido detenido en 2011.

«Me prometieron también que podría regresar, algo que era muy importante para mí. Me dijeron: Es usted un hombre libre», aseguró el famoso artista chino de 57 años, que llegó el pasado jueves a Alemania en su primer viaje al exterior tras recuperar el pasaporte.

Ai fue detenido en 2011 y pasó 81 días en prisión. Después fue puesto en libertad, pero le retiraron el pasaporte. Lo recuperó una semana antes de viajar a Alemania.

Ahora sólo desea una vida normal. «No tengo miedo. Lo que me pase no juega ningún papel», respondió sobre si le atemoriza que a pesar de todo no pudiera regresar a su país. «Sólo pido una vida normal. Quiero decir y hacer cosas que ayuden a la sociedad. No sólo criticar, sino también ofrecer soluciones».

Ai llegó a Múnich en su primera parada europea. En esta ciudad fue tratado de una hemorragia en el cerebro consecuencia de unos golpes recibidos por la policía en 2009. Ahora acudió para someterse a una revisión. «Era la primera desde entonces. Parece que está todo bien».

La paliza recibida no le dejó secuelas. «Mi memoria disminuye. No tengo ya la energía que tenía, pero es normal a mi edad», reconoce.

El artista vivió situaciones «extremas» durante el tiempo que pasó en prisión. «Experimenté todos los grados de la detención. Muchas situaciones fueron extremas. El tiempo cuando no tenía ni idea de dónde estaba, cuál era la denuncia y cuál sería la sentencia», explica.

El gobierno chino acusó después de su detención a la compañía Fake Desing, que gestiona su estudio, de irregularidades económicas, pero no hubo proceso alguno. «Querían acabar con mi reputación y credibilidad. Es lo que se hace en China con los presos políticos».

A pesar de su libertad para viajar, Ai es consciente de que las autoridades chinas le mantienen bajo vigilancia. «Siguen con exactitud lo que digo y hago, pero es muy diferente a como era antes. La atmósfera es más abierta. Se puede hablar un poco con la gente ahora».

Artículo anteriorDeclaración vacía
Artículo siguienteLos toros, más cuestionados que nunca en España