Celso A. Lara Figueroa

El envoltorio mágico que el Corazón del Cielo y el Corazón de la Tierra empezó a hilvanar con agujas de pinabete, hilo de maíz con mechones de lirios y luceros, sirvió de eco y cielo para construir el cristianismo-animista de los guatemaltecos de hoy. De esta nación multiétnica y pluricultural constituida por los pueblos Mestizos, Mayas, Garífunas y Xincas; este país envuelto en hojas tiernas de maíz y arrullado por leyendas milenarias que se encuentran y reencuentran en contra canto con la cruz de atrio de sus iglesias, hacen de su vida diaria un auténtico ritual sacro-profano.

_CREDITOS CUL6_2APero este guatemalteco no se inició en el siglo XVI. Viene desde tiempos inmemoriales, que se pierden en las profundidades de los tiempos de la creación del mundo y de la vida. El hombre guatemalteco florece en tierras del nuevo mundo desde muy temprano.

La época paleontológica ve transitar los enormes animales prehistóricos como Mamuts y mastodontes entre otros, y cuyas huellas se conservan en la Guatemala contemporánea.

De tal manera que los primeros habitantes de América llegaron también a Guatemala, caminando y dejando huellas indisolubles en su tránsito hacia el Sur.

No es poco lo que se ha escrito sobre los mayas; éstos, como los griegos, son los pueblos antiguos que más han cautivado a los arqueólogos. En efecto, la admiración causada por los restos físicos que quedan, como testimonio de aquel pueblo, han hecho que desde iniciado el siglo XIX, viajeros provenientes del Viejo Mundo recorrieran las cálidas regiones, cubiertas de espesa selva, donde descansan las ruinas de los centros ceremoniales que forjó ese pueblo y, que aunque plenamente histórico, ha pasado a ser casi una leyenda.

La subárea Maya tuvo una extensión de unos 325 mil km2, o sea, que ocupó un territorio equivalente al triple del tamaño del que cubre la República de Guatemala. El pueblo maya ocupó lo que actualmente se entiende por los estados mexicanos de Chiapas, Tabasco, Yucatán y Quintana Roo, la República de Guatemala, el territorio de Belice y el occidente de la República de Honduras.

Los orígenes de este pueblo se pierden en el pasado y no es fácil indicar su origen o procedencia; nosotros, personalmente, creemos que fue una cultura que se desarrolló in situ y aunque ellos mismos principiaban su meticulosa cuenta del tiempo en una época tan remota, como el año 3113 a.C., los arqueólogos y mayistas no han encontrado hasta hoy, vestigios de su cultura que puedan ser fechados más atrás del año 2000 a.C.

Como vimos en el capítulo anterior, de las tres áreas de alta cultura que se dieron en América, fue Mesoamérica la que alcanzó el mayor grado de desarrollo cultural y, a su vez, dentro de las seis subáreas que la componían, ninguna floreció con tanto esplendor como la subárea Maya y ¿cómo no hacer esta afirmación? Si fue este pueblo el que inventó un tipo de escritura que aún hoy nos maravilla; fue aquí donde el calendario alcanzó una altísima perfección y donde se computó el tiempo, con una meticulosidad jamás lograda por ningún otro pueblo de la antigüedad; en Tikal se alzaron los templos más esbeltos y bellos de todo el Nuevo Mundo, y en Quiriguá se eleva al cielo el monumento monolítico más alto de toda América Prehispánica, como lo es la estela “E”.

Si como afirmó un egiptólogo antiguo, “Egipto es un don del Nilo”, el mundo maya es un don del maíz –decimos nosotros- pues la vida de este pueblo giraban en torno al cultivo de este portentoso grano americano, que fue su sustento básico. Otra de las cosas curiosas del pueblo que nos ocupa, es el hecho siguiente: prácticamente todas las culturas de la antigüedad que alcanzan un grado notable de civilización, como: Egipto, los pueblos de la Mesopotamia, la China y la India, florecieron en las riberas de un río, como sucedió con el Nilo, el Tigris y el Éufrates, el Yang Tsé o el Indo. Los mayas, en cambio, fundaron a veces, sus principales centros ceremoniales en lugares secos y alejados de un río o lago, tal y como sucedió con Tikal y Uaxactún; esto es tanto más extraño, cuanto que en el territorio petenero hay abundancia de ríos, muchos de ellos caudalosos. Sin embargo, en otros tantos casos, los centros ceremoniales sí fueron establecidos junto a una fuente permanente de agua, como en los casos de Copán o Yaxhá.

PERÍODO PRECLÁSICO
Se llama con este nombre al primero de los períodos en que se ha dividido el estudio del pueblo maya. Algunos autores lo llaman también período Formativo, precisamente porque durante este lapso de tiempo se sentaron las bases de esta cultura. Como podrá apreciarse su duración fue considerable, y así viene a ser comprensible que en 2300 años que duró el Preclásico, hubo tiempo suficiente para alcanzar el esplendor del siguiente período, que constituye el clímax de aquel pueblo extraordinario.

Durante este período la organización social predominante es la de núcleos agrícolas en forma de aldeas. Esto es natural, por cuanto que ya sabemos que la agricultura constituye la base de la cultura. El procedimiento utilizado era el de limpiar una porción de terreno de vegetación, mediante el sistema de rozas, o sea la quema de bosques; las cenizas resultantes del fuego actúan como un fertilizante que coadyuva en la producción agrícola; después de unos tres años de utilización de esta parcela, el suelo calizo de Petén no permitía seguir cultivándola, por el desmejoramiento de la cosecha, era entonces el momento de abandonar esta tierra y buscar otro sitio, en el cual se repetía el mismo procedimiento. La parcela abandonada quedaba de barbecho, y la continua pluviación de estas tierras hacía que pronto la selva la repoblara, ejerciendo con esto, la naturaleza, su benéfica acción regeneradora y después de algunos años, la misma tierra estaba lista para volver a producir alimentos para aquellos primitivos mayas.

La economía de los mayas estuvo, durante el Preclásico, fundamentada en la agricultura. Y los productos que se cultivaban fueron: maíz, frijol, calabazas y chile. Estos productos constituyeron siempre la base y sustentación alimenticia de aquel pueblo. La dieta era también complementada con la abundante caza de las selvas seculares, así como con la pesca en los abundantes ríos y lagos de las tierras bajas de Guatemala.

Por otro lado, la religión estuvo representada por un culto a la fertilidad de la tierra, así como por una deificación de los fenómenos naturales. Esto es del todo comprensible, en un pueblo cuya vida giraba en torno a la agricultura; la fertilidad de la tierra tenía que ser una preocupación constante de aquel pueblo agricultor; del mismo modo los fenómenos de la naturaleza, conexos con la actividad agrícola, tenían que tener una importancia equivalente y complementaria a la fertilidad de la tierra. Así la lluvia, los vientos, el Sol, las tempestades, las fases de la Luna, las estaciones del año, etcétera, debieron impresionar hondamente la mentalidad de aquellos hombres laboriosos.

PERÍODO CLÁSICO
Se denomina de este modo a aquel período en el cual los mayas alcanzaron la cúspide de su desarrollo cultural; su duración fue de unos seiscientos años y podemos agregar que, prácticamente todo lo esplendoroso que vemos del mundo maya, fue construido o producido en aquel momento.

En este período la organización social consistió en un gobierno dirigido por una teocracia gobernante, que reúne en sí importantes funciones; o sea, que el gobierno está ejercido por sacerdotes, que a su vez tienen cierto mando militar y cuya línea de sucesión es hereditaria.

La organización política guarda similitud con la llamada Ciudad-Estado, en la cual un determinado centro ceremonial ejercía jurisdicción sobre una reducida área circundante. A la cabeza de la Ciudad-Estado estaba el personaje llamado Halac Uinic, seguido, en importancia, por los caciques menores, el sacerdocio, la nobleza, el pueblo y los esclavos.

En temas económicos, se da una intensificación de la agricultura, la cual básicamente seguirá siendo muy parecida al período anterior, sobre todo en cuanto a los productos cultivados; por lo demás, una vez llenadas las necesidades alimenticias de una población, el excedente producido era vendido o cambiado por otros productos. Este excedente destinado a los mercados debió ser abundante, pues el comercio interregional fue vigoroso y para esto fue preciso que hubiera una buena división del trabajo, como indudablemente ocurrió, pues es obvio que las artes y las ciencias llegaron en este momento a su cenit.

La religión de este período se vuelve complicada en extremo, sobre todo por la proliferación de dioses y deidades, cada uno de ellos con sus características, ritos, templos y devotos. Se puede decir que el sentimiento religioso del pueblo maya fue un sol, en torno del cual gravitaron todas las otras actividades, incluidas el arte y las ciencias; la religión estaba presente para un individuo desde el momento mismo de su nacimiento. El Calendario ceremonial, o Tzolkín, era meticulosamente observado, con una minuciosidad que casi rayaba en lo obsesivo; mucho de lo que se conserva hoy en registros escritos o gráficos de los mayas clásicos, tiene que ver con el calendario y, consecuentemente, con la religión politeísta.

Finalmente, prácticamente todas las ciencias que desarrollaron estuvieron vinculadas con la religión; es decir, que no se daba el cultivo de las ciencias ni de las artes por ellas mismas, sino en función de un fin religioso.

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