Max Araujo
Escritor

Un texto dedicado a un personaje a quien la cultura de Guatemala le debe mucho, con ocasión del centenario de su nacimiento. Me refiero a Tasso Hadjidodou, quien nació en Bélgica el 9 de julio de 1921. En 1949 llegó a Guatemala e hizo de este país su segunda patria. Falleció en el año 2012 en la ciudad de Guatemala.

Grande fue mi sorpresa cuando en una de las columnas que Tasso Hadjidodou publicó semanalmente en Prensa Libre, -desde 1996 hasta meses antes de su muerte, acaecida en noviembre 2012-, este personaje de la cultura guatemalteca escribió que si hubiese tenido un hijo la habría gustado que este fuese como Max Araujo.

No sé cuáles fueron las razones por las que Tasso hizo esa afirmación, pero lo que sí es cierto es que durante más de treinta años fuimos compañeros y cómplices en aventuras culturales y de desarrollo social; hechos que nos unieron profundamente. Fue por él que yo comencé a trabajar con el Movimiento Cuarto Mundo, del que fue su presidente, en Guatemala, desde su fundación, en los primeros años de los ochenta hasta 2011.  Fue por mí que el colaboró con la Asociación Módulos de Esperanza. Fuimos cofundadores del Festival del Centro Histórico y del Premio Guatemalteco de Novela. Colaboré con él en el Comité de Letras del Patronato de Bellas Artes. Fue miembro del grupo Rin 78.

Fui asiduo en su casa y su piloto cuando la ocasión lo ameritaba. Fui su confidente en algunas ocasiones.  El conoció de mi forma de ser y de actuar.  Es mucho lo que podría contar de este ser humano excepcional, imprescindible para la cultura de Guatemala, que siendo griego por nacionalidad, belga de nacimiento, francés por su cultura, se hizo chapín de adopción y de corazón.

Hadjidodou nació en Bélgica, en Rocourt, Provincia de Lieja, el 9 de julio de 1921, cuando no se concedía la nacionalidad belga a hijos de inmigrantes, por eso era ciudadano de Grecia, país que conoció en su vejez, cuando fue invitado por el Comité Olímpico Internacional para que asistiera a una reunión de ese organismo. Era en ese momento miembro del Comité Olímpico de Guatemala. Para que se le extendiera su pasaporte griego autoricé, como notario, una escritura de identificación de su nombre, para adaptarlo a la forma como se escribe el griego actual.

De un texto escrito por un autor que desconozco, que encontré en internet, trascribo lo siguiente:

“Hijo único de   inmigrantes helenos a Bélgica, fue su padre don Nicolás Hadjidodou, experto en trabajos de oriente y fabricante de cigarrillos y de doña Stavrolua Mouchtarias, por lo que sus dos idiomas maternos fueron el francés y el griego, aunque desde pequeño aprendió balonés o flamenco, el otro idioma oficial de su país de nacimiento.  Siendo un niño excepcional aprendió a leer antes de los cinco años, y ya los siete años era un consumado mecanógrafo, en aquellos años en los que pocas personas sabían escribir a máquina, por lo que sus primeros maestros lo tomaban como auxiliar de sus clases. Y esto tiene una explicación muy sencilla, en la fábrica de su padre se compraron esos instrumentos de tecnología avanzada para la época.

El niño Tasso en lugar de jugar se ponía a escribir, y cuando salía a la calle lo hacía para visitar centros culturales, por eso siendo vecino del Parque del Cincuentenario en Bruselas, que albergaba una serie de museos, obtuvo un permiso especial, teniendo menos de diez años, para ingresar solo a los mismos.  Esto tuvo como corolario el tener acceso a las bibliotecas y las colecciones de obras de arte de prominentes intelectuales de esa época. Por sus conocimientos ya avanzados fue maestro de refuerzo en matemáticas, siendo apenas alumno de secundaria.

Sus estudios primarios los realizó en el InstitutoSaint Stanislas, y los secundarios en el Instituto Notre Dame de la Paix. Sus estudios superiores de ciencias comerciales y financieras los cursó en el Instituto Saint Louis. Todos esos centros estaban ubicados en Bruselas, Bélgica, en donde inició su vida laboral, muy joven, como Importador y exportador de maquinaria diversa”.

Por la amistad con algunos guatemaltecos, entre ellos el prominente Enrique Muñoz Meany, vino a Guatemala a fines de la década de los años cuarenta del siglo pasado, acompañado de su esposa y de su madre. Recién acababa de terminar la Segunda Guerra Mundial, por lo que llegó buscando una nueva vida, siendo  que poco a poco, del asombro al encontrar un mundo novedoso, extraño, pero fascinante, con un patrimonio cultural extraordinario, de personas amables y generosas,  convirtió a estas tierras de ancestros mayas, diversa y compleja, en fundamental para su vida y en sus objetivos principales de  lucha y de entrega.

Es así como Tasso pasó a ser  nuestro como  el volcán de agua, como nuestros nacimientos de navidad, como nuestra semana santa, como el cadejo y la llorona,  como nuestra Nueva Guatemala de la Asunción, Nuestra La Antigua y Xela, nuestra literatura y nuestros amaneceres , o como nuestro cafecito con champurrada, como los chocanitos, el atol de elote, nuestro tamal del jueves, o como nuestro portalito y nuestra plaza mayor, pero también testigo de nuestros sueños y frustraciones, asumió su compromiso de lucha para construir una Guatemala mejor, es por ello que paralelo a sus actividades laborales,  se convirtió en promotor cultural y en activista de asociaciones de desarrollo social, siendo que el nombre de Tasso, como marca o como denominación de origen, se convirtió en parte de nuestro lenguaje cotidiano, como sinónimo de entrega, de generosidad, de  honestidad, de responsabilidad.

Tener a Tasso como parte de un proyecto o de un programa fue tener asegurado su desarrollo, pero no solo por su presencia sino por su entrega, conocimientos y entusiasmo. Su participación en actividades garantizaba el éxito y consciente de ello, mucho antes que la clonación se hiciera pública, él ya se había clonado en diez para estar presente en toda actividad donde fuera invitado, al menos así se decía públicamente. Sus amigos sabemos que su secreto fue el estar el tiempo mínimo, necesario en cada ocasión, para saludar y ser visto así como rechazar con elegancia la copa de vino que se le ofrecía, y luego en una frenética carrera de la que participábamos sus pilotos, que por turnos y por relevo lo trasladábamos a los lugares a donde quería estar o había sido invitado. Lo que tuvimos ese privilegio siempre lo hicimos con alegría y placer, ya que al llegar al lugar que nos tocaba nos quedábamos el resto de la velada. Otro piloto nos sustituía para el siguiente viaje.

Durante sus sesenta y tres años de vida en Guatemala, contra los veintisiete que vivió en Europa, Tasso desarrolló, entre otros, los siguientes trabajos: Codirector de una empresa importadora de maquinaria diversa, agregado de Prensa de la Embajada de Francia en Guatemala a lo largo de treinta y cinco años, columnista del Diario Prensa Libre, miembro del Consejo Cultural Metropolitano de la Municipalidad de Guatemala, de la Fundación Guatemalteca Para las Letras, del Grupo Editorial Rin 78, del Patronato de Bellas Artes, Cofundador y Presidente  del Movimiento Cuarto Mundo, que lucha en distintas partes del mundo por la erradicación de la extrema pobreza, Director Emérito de la Academia Olímpica. Cofundador, Presidente y luego Presidente Honorario del Festival del Centro Histórico de Guatemala, Miembro de la Directiva de la Alianza Francesa de Guatemala, ocupando distintos puestos en la misma, de forma sucesiva. Cofundador del Colegio Jules Verne de Guatemala, cofundador y Miembro de la Junta Directiva de la Asociación Enrique Gómez Carrillo, cofundador del Premio Guatemalteco de Novela. Fue Presidente honorario del Encuentro Nacional para la Creación de las Políticas Nacionales del Libro, la lectura, la escritura y bibliotecas. Miembro de muchos comités organizadores de festivales, de ferias, de eventos. Trabajó activamente en el Comité que otorgaba cada año los premios Opus, en la rama de teatro. Organizó muchos eventos, entre ellos las famosas mesas ovaladas sobre lo guatemalteco y la guatemalidad.  Este inventario se queda corto.

 

Afortunadamente sus esfuerzos fueron reconocidos, porque honrar honra, y es por ello por lo que entre muchas distinciones y reconocimientos recibió: Orden de las Palmas Académicas de la República Francesa. Orden de la Legión de Honor de la República Francesa. Orden del Mérito de la República Francesa. Orden de la Corona de Bélgica. Condecorado con la Orden del Soberano Congreso de la República de Guatemala, en el Grado de Gran Cruz. Emeritissimum de la Universidad de San Carlos de Guatemala.  Cambio de la Rosa de la Paz en el Palacio Nacional de la Cultura Embajador de la Paz 2007, durante la Presidencia del Licenciado Oscar Berger Perdomo. La Comisión de los Juegos Florales de Quetzaltenango, le dedicó la edición 1994 de los mismos. Festival Internacional de la Fundación Paiz, le dedicó la edición del mismo.

Inquieto como fue Tasso fundó las tertulias en la cafetería Los Alpes, en donde cada sábado se reunía con grupos de amigos, intelectuales todos ellos, a conversar sobre diversos temas.  A este grupo se le denominó, con mucho respeto, Grupo de los Alpes.   Llegó a dominar con destreza diez idiomas, entre ellos el Quiché. Contaba él que cuando vino a Guatemala no sabía español.

Desde el principio vivió en la zona uno, hoy Centro Histórico de la ciudad de Guatemala, y nunca dejó de vivir en el mismo, porque se identificó con él.  Decía que le recordaba las ciudades de Europa en la que vivió, por eso sufría con su deterioro, de ahí que se involucró en todo lo que podía mejorarlo. Fue un personaje emblemático del mismo. Un callejón y una cafetería llevan su nombre. Una estatua de él permanece sentada en un lugar del paseo de la sexta. Con su presencia rompía protocolos.

En una ocasión siendo Tasso anfitrión en Guatemala de la actriz francesa  Catherine Denevaux, cuando esta vino como embajadora de un organismo internacional a quien acompañaba su hija Chiara Mastroianni, recorriendo con ellas las calles de La Antigua Guatemala, al comprobar esta famosa mujer que muchas personas saludaban constantemente a su acompañante comentó con gracia que era la primera vez que la famosa no era ella.

En otro día, cuando se celebró el festival interdepartamental de teatro en Puerto Barrios viajó en bus a esa ciudad. Al llegar a la estación de dicho bus, solicitó los servicios de un taxista, quien le respondió “con mucho gusto don Tasso, ¿a dónde lo llevo?

De su vida en Guatemala se podrían contar muchas anécdotas, y muchas personas contarían una o más.  Yo tengo tres que son ilustrativas de nuestra amistad. En una ocasión, mientras almorzábamos le fui colocando en una de las bolsas del saco que llevaba, trocitos de lechuga de una ensalada. Cuando ofreció un dato, de los que apuntaba en una abultada libreta que siempre portaba, al sacarla lo hizo con los pedacitos de lechuga.

Compartimos con varios amigos que el llevar objetos en las bolsas de sus sacos era para que el viento no lo elevara al cielo. En otra ocasión, presenciando un evento de danza de un país del este europeo, que se realizó en el teatro al aire libre del Centro Cultural Miguel Ángel Asturias, en uno de los intermedios, me paré en una de las gradas de cemento que sirven de asientos. Él estaba de pie en medio de dos gradas. Me preguntó que como lo veía desde ahí, por lo que le respondí “como un retazooo”.

La anécdota más importante para mí fue cuando después de una de las reuniones de Rin 78, que tuvimos en el desaparecido restaurante “Las Vegas” del que era muy asiduo, le pedí que me acompañara a dejar a Franz Galich a su casa, y que enseguida yo lo llevaría a la de él, situada a tres cuadras de donde nos encontrábamos. Lo que Tasso no sabía es que Franz Galich vivía en la cabecera municipal de Amatitlán. Grande fue su sorpresa cuando comprobó que tomamos la carretera para el pacífico guatemalteco. No me dijo nada, pero lo comentó muchas veces con amigos, como una de las travesuras que yo le hice. La condición que puso Franz para participar en la reunión fue que alguien lo fuera a dejar a su casa. Yo me ofrecí pero no quise hacerlo solo.

Días después de ese hecho Galich tuvo que salir al exilio. Un grupo armado lo fue a buscar al Instituto de Antropología e Historia, en donde trabajaba. De milagro no lo encontraron. Se escondió en un tapanco.  ¡Que habría sucedido si para su captura lo hubieran hecho la noche en la que con Tasso lo fuimos a dejar a su casa, a Amatitlán!

De los hechos más relevantes de la vida de Tasso recuerdo la serie de homenajes y eventos culturales, organizados por distintas personas e instituciones para celebrar los cincuenta años de la presencia de Tasso en Guatemala. Uno de estos fue una cena en el Club Guatemala, en donde se firmó la escritura de la Fundación Tasso Hadjidodou, autorizada por uno los abogados y notarios más importantes del estudio del Derecho de la Cultura en Guatemala, René Alfonso Ortiz Sobalvarro, redactor de proyectos de leyes de la cultura en nuestro país, a quien considero mi maestro en mis conocimientos de legislación cultural.

En esa cena le sugerí a Roberto Gereda, vicealcalde de la ciudad de Guatemala que se le pusiera el nombre de Tasso al callejón donde este vivía. Me lo prometió y cumplió. El día del acto, yo no estuve presente. Me comentaron posteriormente que uno de los asistentes le hizo entrega, de manera pública, de un recuerdo. Cuando se lo entregó le dijo “Para que no esté solo”. Al abrirlo el homenajeado se dio cuenta que era una taza. Un fuerte aplauso y una serie de carcajadas inundaron el ambiente.

Las bromas que hacía Tasso eran normales, porque él tenía un sentido irónico, respetuoso y con chispa para hacer comentarios mordaces, que siempre caían bien. Hacerle bromas era una manera de venganza.

Tasso sobrevivió a dos hechos violentos lamentables, el más grave, cuando estando presente en un acto de toma de posesión de directivos en el Centro Cultural de la Universidad de San Carlos un grupo armado irrumpió e indiscriminadamente comenzaron a disparar. Hubo saldos y heridos. De milagro solo tuvo un golpe en la cabeza. No iban por él, aunque se sabía que como diplomático ayudó a varias personas a salir de Guatemala.

El otro hecho fue cuando viajó a Zacapa para el acto de presentación de la Asociación de Cuenteros y Cuentistas de ese lugar. Se encontraba con don Oscar de León Castillo en una cafetería de camino, en el lugar llamado Doña María, cuando de repente empezó una balacera. Se cobijaron con don Oscar debajo de la mesa en la que les había servido unas aguas gaseosas. ¡Como hicieron!, no lo sé, porque de León era gordo, aunque Tasso cabía en el hoyito de una aguja de coser.

La vida de Tasso fue plena, llena de satisfacciones, de reconocimientos y de generosidad. Dio a manos llenas y recibió a manos llenas. Para los últimos días de su vida tuvo el amor y el cuidado incondicional de doña María y Carlotia, dos ángeles que estuvieron con él hasta el último momento. Compartían el mismo apartamento.

Doña María fue asistente de la mamá de Tasso hasta la muerte de esta. Sus dos hijos, Carlota y Mario, llegaron con ella, de pequeños, a vivir a la casa de los Hadjidodou. Vieron a nuestro personaje como un padre. Quien les dio ejemplo de vida y de generosidad.  Él los tenía como hijos. Tasso les pidió que a la muerte de mamá Tasso se quedaran a vivir con él. Doña María fue encargada del hogar.  Los tres lo acompañaron en el peregrinaje por los apartamentos en los que vivieron en distintas épocas. Fue respetuoso de esa relación de convivencia. De cerca pero con la distancia respectiva. Heredaron, de manera legítima, los pocos bienes que Tasso dejó, con un valor más sentimental que económico.

Tasso fue enterrado en el Cementerio General de la ciudad de Guatemala, junto a los de su madre.

PRESENTACIÓN

La mejor manera de empezar nuestra presentación es consignando las palabras en las que el escritor Max Araujo justifica su contenido:
“Un texto dedicado a un personaje a quien la cultura de Guatemala le debe mucho, con ocasión del centenario de su nacimiento. Me refiero a Tasso Hadjidodou, quien nació en Bélgica el 9 de julio de 1921. En 1949 llegó a Guatemala e hizo de este país su segunda patria. Falleció en el año 2012 en la ciudad de Guatemala”.

Conforme con lo anterior, la edición es un acto de reconocimiento al gran gestor cultural omnipresente en muchos momentos de la historia de Guatemala. Esa huella profunda es la que recoge y evoca Max -dicho sea de paso otro gran gestor de la cultura del país- como un acto de justicia y magnanimidad que retribuye la dedicación de una vida consagrada a la cultura nacional.

Acompañan el artículo de gratitud, los aportes de Víctor Muñoz, Juan José Narciso y Hugo Gordillo. Usted ya los conoce, son colaboradores habituales de nuestras páginas. Muñoz, con sus relatos que fotografían la idiosincrasia de ciertos grupos sociales; Narciso Chúa, que con cierta nostalgia nos retrotrae a un pasado que parece remoto, sin que en verdad lo sea; y Gordillo, con su voluntad ensayística en materia de historia del arte.

Le invitamos a que lea nuestras páginas y se impregne del imaginario de nuestros colaboradores. Háganos llegar sus comentarios, ejblandon@lahora.com.gt, no es otra nuestra intención que servirle y crear una comunidad cultural de amantes del conocimiento. La puerta está abierta, lo esperamos.

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