Alfonso Mata

Un documento de abril del 20202 de la OMS advertía al mundo “La pandemia está profundizando las desigualdades preexistentes, exponiendo vulnerabilidades en los sistemas sociales, políticos y económicos que a su vez están amplificando los impactos de la pandemia. Y señalaba. “ En todos los ámbitos, desde la salud hasta la economía, la seguridad y la protección social, los impactos del COVID-19 se agravan para las mujeres y las niñas simplemente en virtud de su sexo.

Fuente https://www.unwomen.org/-/media/headquarters/attachments/sections/library/publications/2020/policy-brief-the-impact-of-covid-19-on-women-en.pdf?la=en&vs=1406

Sin lugar a dudas, el COVID-19 ha venido a poner en evidencia que el grupo de alto riesgo son las prestadoras técnicas y profesionales de salud. Las estadísticas alrededor del mundo, y en gran medida en los países con sistemas de salud frágiles como el de Guatemala, han venido a poner de relieve la fragilidad de la economía del cuidado y de la seguridad de las prestadoras. Las mujeres representan el 70% de los trabajadores de la salud a nivel mundial y una proporción aún mayor de ocupaciones relacionadas con la atención, como enfermería, partería y trabajo de salud comunitaria, todas las cuales requieren un contacto cercano con los pacientes. Los riesgos que corren estos trabajadores de primera línea para salvar vidas se ven agravados por las malas condiciones de trabajo, los bajos salarios y la falta de voz en los sistemas de salud donde el liderazgo médico está en gran parte controlado por hombres.

Un informe de https://data.unwomen.org/ señala que más allá del sistema de salud, otras partes desatendidas de la economía del cuidado enfrentan una tensión creciente y requieren ayuda y apoyo urgentes. La gran cantidad de trabajo doméstico y de cuidados no remunerado y mal remunerado que las mujeres siempre han realizado es la columna vertebral de la respuesta a COVID. Los cuidadores familiares no remunerados, los trabajadores sanitarios comunitarios, los trabajadores domésticos y los trabajadores de cuidados a largo plazo son trabajadores esenciales en esta crisis, pero rara vez se les reconoce como tales. Y concluye diciendo “Incluso en tiempos normales, la mayor parte del trabajo para mantener la salud y el bienestar de los niños, los enfermos y los ancianos no es remunerado y lo realizan las mujeres.

Al tratar de » valorar lo invaluable » los investigadores estiman que las contribuciones impagas de las mujeres a la atención médica equivalen al 2,35% del PIB mundial, casi 1,5 billones de dólares estadounidenses. Esto incluye actividades de promoción y prevención de la salud no remuneradas, atención a personas con discapacidad y enfermedades crónicas y asistencia a las personas mayores. Cuando se considera la contribución de las mujeres a todos los tipos de atención (no solo a la salud), esta cifra alcanza la asombrosa cifra de 11 billones de dólares.

En situaciones de crisis como la actual pandemia, a medida que aumente la necesidad de higiene y cuidados para quienes contraen el virus, también aumentará la carga para las mujeres y las niñas a nivel del hogar eso tanto en poblaciones urbanas como rurales. A lo anterior se suma como factor de riesgo tan dramático e impactante como la propia pandemia, una alta proporción de niños con problemas nutricionales que como consecuencia de un déficit nutricional, resultan más propensos a adquirir infecciones.

El trabajo de cuidados no remunerado de las mujeres tiene un valor económico inmenso

Los ajustes y cambios sociales en relación a interacciones sociales relacionadas con el cuidado y atención de grupos de edad, también vienen a cambiar riesgos y roles. En la mayoría de nacionales a la fecha, la necesidad de distanciamiento social y físico ha perturbado enormemente los arreglos de cuidado infantil, de enfermos y ancianos.

Pero independiente de los sucesos propios de la pandemia, a nivel mundial, las mujeres cuidan predominantemente a los niños y la presión sobre ellas aumentó. Los cierres de escuelas y guarderías limitan la capacidad de los cuidadores hombres y mujeres para trabajar, especialmente cuando los trabajos no se pueden realizar de forma remota. Donde el trabajo a distancia es posible, el estrés y la multitarea tendrán un costo desproporcionado en la salud y el bienestar de las mujeres.

Los arreglos informales para el cuidado de las personas de la tercera edad también han cambiado. Esto incluye el cuidado de los mayores que son los que enfrentan mayores riesgos de COVID. En nuestro medio si bien muchos hombres de la tercera edad son activos, las abuelas brindan la mayor parte del cuidado a los pequeños nietos mientras sus papás se incorporan al trabajo. Y no sería raro encontrarnos con que entre el 30-50% de las abuelas cuidan a sus nietos semanalmente. Ello exponiéndolos a riesgos de su propia salud.

Ante esa situación, sorprende la inercia de los servicios sociales públicos y privados a sugerir alternativas. El enigma de la atención resultante es particularmente severo para el sector educativo y de la salud y otros trabajadores esenciales con niños y ancianos.

Independiente de las relaciones de cuido a que están propensos y necesitan los ancianos, la propia COVI-19 impone sus reglas de juego. Las personas mayores dentro de la población general, son las personas con más discapacidad y las que padecen enfermedades crónicas y son particularmente vulnerables al COVID, pero sus necesidades de atención a esas personas con patologías les dificulta el autoaislamiento y en general serán mujeres las que los atenderán. Ambos entran en riesgo.

Debido a la mayor longevidad y al fuerte aumento de la discapacidad después de los 75 años, las mujeres son más propensas que los hombres a reportar dificultades consigo mismas. A eso se suma que las mujeres mayores también tienen más probabilidades de vivir solas. Por consiguiente en teoría las mujeres de estas edades, dependen más de atención externa.

Finalmente no podemos dejar pasar por alto que las mujeres de todas las edades sobreponen a la pandemia del COVID-19, la crisis de una pandemia que se mantiene tanto social como públicamente en la sombra como es la violencia intrafamiliar que indudablemente en muchos hogares que ya la padecían se exacerba y en otros hace su aparecimiento.

Es indudable que todo ese nuevo contorno social y el que se avecina, debe obligar a la sociedad y a los gobiernos a repensar una nueva estructura y organización social para protección de estos grupos vulnerables. La mayoría de sistemas de salud del mundo no estaban preparados ni para afrontar la pandemia de COVID-19 ni tampoco las interacciones de esta con otras pandemias como las nutricionales, otras infecciosas, y en general una buena proporción de la población queda desatendida y sin apoyo y soporte social para hacer frente a sus necesidades fundamentales de vida.

Bien puede decirse que a estas alturas de la pandemia, los sistemas de salud no solo tienen la obligación de Investigar la epidemia sino están inmersos dentro de una carrera contrarreloj para crear un sistema de salud que comienza con la búsqueda para encontrar y neutralizar todas esas pandemias bio psico sociales que reúne a varios asesinos que están atacando en forma conjunta.

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