Ayer recibí dos noticias relacionadas con Covid-19. La primera proveniente de la OMS, de su Grupo Asesor Técnico sobre la Evolución del Virus SARS-CoV-2 (TAG-VE) que como parte de su labor debe rastrear variantes del virus. Reunido en octubre 2022 emitió un comunicado sobre la variante Ómicron manifestando cierta preocupación respecto a cómo se está desarrollando actualmente su evolución, a la luz de los desequilibrados niveles de inmunidad de la población en muchos entornos y las diferencias de los países en el panorama inmunológico.

El grupo advertía sobre la variante XBB con una prevalencia global del 1,3% y detectada en 35 países en aquel momento, que la evidencia temprana apunta a un mayor riesgo de reinfección, en comparación con otros sublinajes de Ómicron circulantes y que, para un país, su conducta parece depender del panorama inmunológico regional, afectado por el tamaño y el momento de las ondas Ómicron anteriores, así como la cobertura de vacunación.

La función del TAG-VE es alertar a la OMS si está surgiendo una variante con un fenotipo sustancialmente diferente (por ejemplo, una variante que pueda causar una enfermedad más grave o provocar grandes olas epidémicas que causen una mayor carga para el sistema de salud) y que pueda representar una amenaza significativa. Sobre la base de las pruebas actualmente disponibles, el TAG-VE no considera que el fenotipo general de XBB y BQ.1 difiera lo suficiente entre sí, o de otros sublinajes de Omicron con mutaciones de escape inmune adicionales, en términos de la respuesta de salud pública necesaria, para justificar la designación de una nueva variante preocupante y la asignación de una nueva etiqueta. Pero la situación será reevaluada regularmente.

Por otro lado, escuché esta historia narrada por un médico, que no deja de ser importante. Resulta ser que una jovencita de 14 años hermana de otro caso y que fue reportada como «negativa» para la infección por SARCov-2 un día antes, un día después fue confirmada positiva. El médico dice que está en el hospital y que tiene una infección pulmonar grave, pero no está en un respirador y el hermano de 21 años permanece en estado crítico. Los hermanos son de una aldea, donde un hombre de 69 años murió la semana pasada. El médico cree que ha habido brotes en el área, que no han tenido seguimiento.

 

Los dos hechos plantean la cuestión de los «clusters o conglomerados» que me gustaría discutir brevemente. No existe una definición técnica de conglomerado en epidemiología. Es una palabra utilizada para describir casos que parecen estar relacionados por algún factor subyacente, generalmente área geográfica, tiempo de ocurrencia o más comúnmente ambos simultáneamente (un grupo espacio-temporal). Un grupo también puede estar relacionado con una fuente común; por ejemplo, estado nutricional, trabajo; que se yo: factores de riesgo relacionados con la enfermedad, que en este caso podría ser una nueva cepa XBB y BQ.1 o el contacto entre sí, dentro de ventanas de tiempo específicas. Revelar los riesgos de agrupamiento de COVID-19 y la predicción es esencial para políticas efectivas del sistema de salud, ya que los agrupamientos, especialmente si se trata de cepas de virus nuevas, pueden provocar una transmisión rápida y una alta mortalidad en un período corto.

En la historia narrada por el médico, el caso de dos de los hermanos, la familia, que podría representar una fuente común, podría ser alguien que adquirió la nueva cepa o transmisión de persona a persona más facilitada por esta o porque no están vacunados (de hecho, ninguno estaba vacunado según narración del médico). Los grupos familiares no necesitan ser grupos de tiempo, espacio o espacio-tiempo. Hay muchos casos reportados de COVID-19 de persona a persona reportado sin que el medio haya sido la familia (espacio) en varios de la misma familia contaminados. La interpretación de la transmisión humana, depende del hecho de que haya contacto con alguien previamente contaminado. Por lo tanto, eso elimina una fuente común. El momento de la enfermedad, un intervalo adecuado después del inicio de la enfermedad del contaminante, también contribuye a la interpretación de la transmisión de persona a persona. Todo esto es para decir que el uso de la palabra «grupo» para describir los casos puede ser confuso.

Por ejemplo, en Corea, donde los controles de COVID-19 han sido bastante estrictos y eficientes, se encontró que el tamaño medio de los conglomerados de los casos fue de 19.21 personas y la duración media de efecto de propagación de un conglomerado de 9.24 días. El número de grupos era más alto en instalaciones médicas, lugares de trabajo y hogares de ancianos. Sin embargo, el marketing multinivel, las instalaciones religiosas y los grupos relacionados con restaurantes/negocios, centros comerciales, tendían a ser más grandes y más prolongados cuando se producía un brote. Los riesgos de aparecimiento de conglomerados de COVID-19 se relacionaron curiosamente más con hombres (probablemente porque los hombres tienen más probabilidades que las mujeres de tener ocupaciones al aire libre o reuniones sociales), edad (considerando que los contactos sociales suelen darse con frecuencia en poblaciones jóvenes) y las bajas tasas de vacunación, de recepción de pruebas de detección y de ingresos familiares. Los autores del estudio concluyen que COVID-19 hace diferentes tamaños de grupos en varios entornos de contacto; por lo tanto, se necesitan medidas precisas de control de epidemias. Además, al detectar y evaluar los conglomerados de Covid-19, se deben considerar los riesgos regionales, como la tasa de vacunación, para predecir el riesgo de controlar la pandemia de manera rentable.

El tema de trasmisión sobre pandemias, ha trascendido el campo de la medicina. Un físico entrenado en óptica cuántica y física atómica, señaló una analogía entre Covid-19 y los fenómenos cooperativos que ocurren en la acción del láser, los cristales líquidos y una gran variedad de otras situaciones en física que involucran «transiciones de fase». No es el primero en darse cuenta de esto y hay un pequeño grupo de investigadores que están tratando de aplicar una variedad de técnicas matemáticas de fenómenos cooperativos y también de la teoría de redes, la teoría de la percolación y los autómatas celulares, al problema de la propagación de enfermedades infecciosas. Sin entrar en detalles técnicos (que son bastante interesantes), el físico señala que una señal de alerta temprana de una pandemia inminente, podría no ser el número de casos que aparecen o el número de grupos, sino el aumento en el tamaño promedio de los grupos que aparecen. Esto tiene sentido biológico, ya que el tamaño del grupo debe estar relacionado con la facilidad de transmisión del virus involucrado.

 

En ese sentido, el físico señala que algunos de los brotes que podrían ser COVID-19 como los casos similares a lo que contó el médico, son potencialmente de gran importancia como señales de alerta temprana porque son grandes grupos. Descartar el COVID-19 en estos casos, especialmente porque ahora sabemos que el virus puede tener una presentación atípica, debería ser una prioridad. Pero eso demanda de rastreos eficientes, del que carece a la fecha el sistema de salud nuestro.

 

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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