Chuchos, gatos ratones, conejos y aprendizaje funcional

Ya teniendo claridad sobre la organización y estructura macro y micro corporal (anatomía e histología), pasamos a un nuevo nivel de aprendizaje: el funcionamiento corporal: entender cómo y para que funcionaba el cuerpo y cómo formaba, usaba, repartía energía y producía material de construcción, mantenimiento y reparación celular, a fin de mantener los tejidos en orden. Todo ello enseñado a través de dos disciplinas médicas: Fisiología y Bioquímica. La una enseñándonos como funcionamos y para qué; la otra enseñándonos como los recursos físicos y químicos, se acoplan para mantener materia prima de construcción y energía a las células. Todo ese aprendizaje sobre funcionalismo, iba encaminado a llevarnos a entender LO NORMAL.

Fisiología, principios sobre la funcionalidad de esa estructura que habíamos aprendido en anatomía. Nuestros ojos enrojecían tratando de penetrar y desentrañar el cómo esas estructuras corporales y neurológicas que llevamos todos encima, funcionan, se relacionan y producen una respuesta, comandada por el cerebro, a nuestras demandas de pensares y pasiones y ante las demandas del medio en que nos movemos. El mundo fisiológico se nos iba abriendo, a través de lecturas kilométricas y clases magistrales, de las que absorbíamos y rumiábamos conceptos y organización funcional. Esta parte de nuestro aprendizaje, adquiría mayor precisión con el trabajo de laboratorio en que in vivo, pasábamos a entender el funcionamiento de los músculos, el corazón, los pulmones, los intestinos incluso la vejiga y provocábamos alteraciones funcionales en algunas actividades de esos órganos, usando ciertas sustancias. Ello iba acompañado de disecciones en animales: zapos, conejos, ratones, uno que otro perro y uno que otro gato, que eran nuestras víctimas y de ellas, la única posteriormente comestible por algunos de nosotros, fueron los conejos.

 

Dinámica química y metabolismo

La clase más odiada, la más temida: la sin ventura Bioquímica, nos caía todas las tardes como balde de agua fría. Superar los límites de la forma y constitución macro y microscópica, para caer en las redes de lo no visto pero palpable: la física y la química del comportamiento celular y orgánico, era sin duda alguna, la tarea más difícil para nosotros. Conceptualización teórica que debe llevar a una síntesis del mundo de la química con la célula; pues son esos enlazamientos fisicoquímicos, los que propician realmente el funcionamiento celular y de todos los tejidos y órganos y el acoplamiento de las partes a un todo. Ahí nos quedábamos descifrando esta ciencia por noches, ya fuera solos o en grupo, tratando no solo de memorizar los ciclos de producción y degradación de carbohidratos, grasas y proteínas, de su construcción, utilización y degradación, dentro de las funciones fisiológicas (esta última parte, lo más difícil para poder pasar el curso). Lamentablemente el curso que se nos impartió, contaba con poco recurso y modelos experimentales, lo que no nos permitía entender mejor esa relación entre los campos moleculares, celulares y funcionamiento fisiológico.

El paisaje cerebral

El hecho que la exuberancia fisiológica y bioquímica secuestrara la mayoría de nuestras neuronas, no podía dejar de tener en cuenta, el asignar un espacio al aprendizaje de la parte mental y emocional pues sino, corríamos el peligro de dejar cojo el aprendizaje natural de lo humano. En consecuencia, ahí nos tenían con la boca abierta, los dictados de saberes y conclusiones sobre el comportamiento humano que hacían los psiquiatras Martínez Okrassa y Octavio Aguilar, de forma que su cátedra se convertía en todo un show, desviviéndose el uno y el otro, por demostrarnos y mostrarnos los recovecos de la memoria y de las pasiones y sus jugadas sucias y mezquinas; enseñándonos todo tipo de disfraces que usan las almas humanas para el bien y para el mal. Esas clases eran verdaderos montajes teatrales de la conducta y la comedia humana que al final nos dejaban de sabor aquellos versos que dicen:

Ignoramos hacia donde nos dirigimos

Pero estamos en marcha.

 

Al finalizar los cursos de fisiología, bioquímica y de psicología con psiquiatría, ya teníamos claro que, en eventos biológicos, el trabajo normal de un cuerpo es generar estados sostenibles, lo que significa un trabajo corporal bioquímico, fisiológico y psicológico acoplado y compartido, con limitaciones de respuesta a causantes.

Nuestros comensales: o buenos o malos

Por último y con toda seguridad, dentro de lo que es normalidad, nos faltaba otro aprendizaje. A la mitad de la 13 avenida entre la 2ª y 1ª avenida de la zona 1, dentro del Paraninfo Universitario, había una construcción que en nuestra época eran los laboratorios de microbiología y parasitología de la Facultad de Medicina.

Desde nuestra época de estudiantes, la microbiología ha sufrido profundos cambios y notables avances en todos sus campos. Vivir rodeados e invadidos de microorganismos a los que llamábamos nosotros microbios, es parte de la historia del hombre que tiene millones de años de producirse. Con nosotros evolucionaron y siguen evolucionando los microbios. Nosotros hemos evolucionado con ellos y ¿con qué fin? ambos vivimos en un espacio y tiempo con un único fin Tolerarnos y algo más, aunque suene extraño (en aquella época de estudiantes no lo visualizábamos tan así) mutua sobrevivencia. Como bien nos señalaba nuestro maestro principal en esta disciplina el Dr. Cabrera, durante la mayor parte del período histórico en que hemos vivido junto a los microbios, nuestra actitud hacia las epidemias y otros aspectos de las enfermedades infecciosas, ha sido una curiosa mezcla de teoría errónea con una buena dosis de útil sentido común.

De tal manera que durante seis meses aprendimos como nuestro cuerpo se defiende; sobre los distintos tipos de microbios: su forma de ser reproducirse y dañarnos. A través de esta materia, tuvimos nuestros primeros contactos con la patología; con los resultados de laboratorio y sus interpretaciones. Como bien nos indicaba el Dr. Ordóñez, nuestro otro maestro de microbios, ahora no es una exageración decir que ningún niño o adulto previamente sano necesita morir de una infección bacteriana o protozoaria, si puede llegar a un hospital o una clínica adecuadamente equipados antes de que la infección haya dañado irreparablemente sus tejidos. Las nuevas drogas, los nuevos métodos para usarlos, abren un campo para que la gente los crea a ustedes dioses cuando ejerzan, incluso en un país como el nuestro y que decir de gracias a una combinación de vacunación preventiva y medidas mejoradas, miles de molestias en los pequeños desaparecidas.

Como no recordar aquella imagen que nos sacaba una y otra vez Ordóñez

Y su pregunta: ¿Qué ven acá?

Y nuestro silencio solo roto por el vuelo de una mosca

y su aclaración:

 

Lo que se muestra en esa gráfica es la tendencia de la mortalidad por algunas enfermedades infecciosas en Inglaterra y Gales durante el siglo XX. Se muestran las tasas relativas de mortalidad por sarampión, tos ferina, fiebres entéricas y tuberculosis. Las escalas absolutas difieren, pero todas se muestran logarítmicamente, las líneas horizontales indican una diferencia de diez veces. Entre edades hasta 1960, ha habido una disminución de casi cien veces en las muertes por tos ferina y sarampión.

Luego de pasar tiñiendo laminillas con colorantes para visualizar microbios al microscopio, de cultivarlos, al terminar el curso, nos era evidente que, en un futuro próximo, veríamos evolucionar la microbiología a través de su interacción con la genética y la bioquímica, tal como se empezaba a manifestar en el estudio de microbios en otras latitudes. Campo este en que no incursionamos en nuestra formación médica.

Y qué decir del hermano del curso de Microbiología: el de parasitología impartido magistralmente por el Doctor Francisco Aguilar. Bichos aquellos metacelulares como nosotros cuyos ciclos de vida, sus transformaciones, constantemente dañan y agota el trabajo de muchos órganos. Como olvidar su gráfica que resumía toda la forma de adquirir un parásito

Y qué decir de su dicho: Lo clínico-biológico puede resolver, pero resulta insuficiente para combatir y su enseñanza de que: Magnitud de daño a la salud solo es posible controlar a través de acciones sanitarias y otras que mejoren calidad de vida. Vulnerabilidad del daño ante las intervenciones profilácticas y terapéuticas solo controlan salud del individuo no presencia del parasito. Severidad del daño, solo posible si se aumentan coberturas de los servicios de salud. Existencia de factores de riesgo o factores pronósticos sanitarios susceptibles de disminuir con detección-intervención social y sanitaria. Identificación de subgrupos de la población sujetos a un riesgo elevado deben ser centro de intervenciones. Prestar atención a costo y factibilidad de la intervención vs. Eficacia de todas las acciones.

 

Al final tanto del curso de microbios como de parásitos, nos era factible sacar de razonamiento general, que el modo de vida microbiana y parasitario es esencialmente similar al de los carnívoros depredadores. Estos bichos simplemente lo que hacen es obtener alimento, atacando los tejidos de animales vivos, y a veces no es fácil decidir si una forma determinada de eso es o no conveniente. En general, un parásito puede definirse como un organismo más pequeño y menos diferenciado que su huésped, que vive en la piel o dentro de los tejidos o cavidades corporales y se nutre a expensas de la sustancia viva del huésped. Aunque en la actualidad nos preocupamos por los medios por los cuales los animales obtienen su alimento, podemos clasificar todos los parásitos internos juntos por su acción. De igual forma se podía entender que existía una evolución que iba de la mano entre ellos y nosotros, un noviazgo eterno entre evolución de los agentes microbianos y parasitarios y los mecanismos de defensa, tal como no lo señalaba el Dr. Francisco Aguilar. El origen de la vida microbiana, de su evolución con gran rapidez pasaba de la naturaleza a los laboratorios para entenderse mejor y se preguntaba ¿cuántos de nosotros serían en un momento investigadores en este campo? Curioso o no, ninguno de la promoción 72 incursionó en la investigación microbiológica o bioquímica; tampoco hubo especialista en infectología.

Alfonso Mata
Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.
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