Sandra Xinico Batz

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Cuando se trata del poder político y económico no hay que perder de vista ninguno de los elementos, por esto es fundamental que la población tenga capacidad de generarse su propio criterio y tener un pensamiento crítico, que le permita discernir más allá de solo dejarse llevar por lo mediático, porque los reacomodos o el constante “cambiar para que nada cambie”, son prácticas recurrentes del modelo político-económico que se impone en territorios colonizados, que puede que cambie de actores, pero en esencia se mantiene, porque es su carácter despojador y su ideología colonizante, lo que le permite acumular riqueza y poder; es un círculo vicioso de empobrecimiento, en el que el saqueo y genocidio permiten a la hegemonía mantener el control.

La finca puede cambiar de dueño, pero eso no implica que quienes en ella se han encontrado históricamente sometidos sean liberados y que sus condiciones de vida sean distintos; que cambie el patrón no implica que la realidad cambie como tal, porque cuando se trata del Estado colonial estamos hablando de su naturaleza y hacemos referencia al pasado, a la historia, porque su estructura se construyó precisamente de la jerarquización impuesta desde el racismo, que es algo que tenemos en común en la ahora llamada Centroamérica, cuya complejidad radica en que el poder se ha concentrado en pocas manos en un proceso que no ha sido lineal, porque lo que ocurre ahora determina el futuro y la actualidad ha sido resultado del pasado, no es que se acumule la desigualdad, es que va tomando formas y matices que además de mantenerse también genera otras; hace 500 años fuimos invadidos por españoles, actualmente Centroamérica es una región dependiente de países colizadores como Estados Unidos, pero para nuestra desgracia no es el único que infiere en nuestros territorios y por ende tampoco es el único que interviene en la política y economía.

Por esto es tan peligroso perder la capacidad de dudar, porque se puede otorgar poder a quienes tienen como objetivo desplazar a unos para quedarse en su lugar, valiéndose del empobrecimiento para dar la sensación de cambio, a una sociedad que se ha acostumbrado a no recibir nada de los gobiernos que supuestamente elige, por eso cuando uno de estos da garantías mínimas o modo de migajas, se puede llegar a pensar que se plantean cambios verdaderamente profundos, cuando en realidad lo que se pretende es consolidar una “nueva” dinámica que permita sostener la jerarquización del poder en detrimento de los pueblos y las mayorías.

En política no existen buenas intenciones, se trata de poder. El hecho de que desde acá se vea con vehemencia la gestión de Nayib Bukele en El Salvador, dice mucho de la situación política actual de Guatemala, porque como país no se está exento de que en medio de la crisis de la crisis aparezca un “mesías” que prometa una nueva Guatemala, valiéndose de una de las herencias coloniales más persistentes: la religión. Hasta Alfonso Portillo alaba a Bukele, eso ya da un indicio.

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