Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Hoy muy temprano recibí la triste noticia de que ayer falleció en Antigua Guatemala, donde vivía desde hace algunos años, el queridísimo amigo Luis Felipe Spillari Alvarado, quien por un tiempo fue parte de la familia de La Hora donde todo el personal le apreciaba y quería, esperando diariamente su arribo porque sabían que, de entrada, traería un chiste nuevo o alguna jocosa anécdota que contaba para iniciar entre risas la jornada.

Conocí a Luis Felipe hace casi 53 años, cuando nos conocimos con María Mercedes, mi esposa, puesto que él era esposo de una tía suya con relación muy cercana a la familia Pérez Monterroso. Desde el principio tuvimos una muy buena relación, lo cual no era en absoluto difícil con él puesto que era especial para hacer amigos y caer bien. Me contó anécdotas de la relación de su padre con mi abuelo Clemente, quien revivió viejos recuerdos cuando se las comenté. Lipe y Josefina, su esposa, ya fallecida, estaban en todos y cada uno de los eventos familiares en casa de mi suegro junto a sus hijos María Dolores, Luis, José Roberto, Juan Carlos, Jorge y María del Rosario, pero además eran compañía infaltable todos los fines de semana en el terreno que Carlos Pérez Avendaño tenía a orilla del lago de Amatitlán.

No he conocido a una persona más ocurrente en mi vida. Capaz de hacer maravillosos juegos de palabras, de usar el doble sentido y mantener un constante buen humor, Luis Felipe, Lipe, el Príncipe o simplemente el Compañero, animaba cualquier evento. Recuerdo las carcajadas de mi suegro cuando, luego de una celebración de su cumpleaños en la que, para variar, Lipe acaparó la atención de todos contando sus infinitas charadas, recibió la llamad telefónica de un amigo que le pidió si le podía dar el teléfono de ese “animador” que había llevado a su fiesta.

No tocaba guitarra ni tenía voz extraordinaria, pero con soltura tomaba el instrumento y lo rasguñaba para acompañar viejas y románticas melodías que cantaba aún en inglés e italiano, idiomas que apenas si conocía. En minutos tenía a toda la concurrencia cantando.

Su gran pasión fue el béisbol, llegando a ser uno de los mejores catchers que ha tenido el país. Excelente receptor y bateador, fue seleccionado nacional durante muchos años y fue en el viejo Diamante donde conoció a Josefina Calderón, quien vivía en el Hipódromo y asistía con frecuencia a presenciar partidos. También allí jugaba quien habría de ser su concuño, Luis Ramazzini, otra verdadera estrella de ese deporte.

Ya retirado, con tiempo disponible, se vino a La Hora donde trabajó por varios años hasta que se tuvo que trasladar a la Antigua Guatemala, acogido por su hijo José Roberto, a quien tuvo el dolor de enterrar en plena flor de la vida, cortada por una agresiva enfermedad. En plena pandemia murió su hijo sacerdote, Juan Carlos, y fue la última vez que hablamos, cuando le llamé para darle el pésame. Al preguntarle cómo se sentía me dijo: “Mire compañero, comparado con Cristiano Ronaldo estoy hecho lata, pero comparado con Miguel Ángel Asturias estoy a toda madre”, en lo que fue la última charada que le escuché.

Un abrazo a María Dolores, el Pico, Jorge y María del Rosario, extensivo a todas sus familias.

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