Juan Antonio Mazariegos

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Abogado y Notario por la Universidad Rafael Landívar, posee una Maestría en Administración de Empresas (MBA) por la Pontificia Universidad Católica de Chile y un Postgrado en Derecho Penal por la Universidad del Istmo. Ha sido profesor universitario de la Facultad de Derecho de la Universidad Rafael Landívar en donde ha impartido los cursos de Derecho Procesal Civil y Laboratorio de Derecho Procesal Civil. Ha sido y es fundador, accionista, directo y/o representante de diversas empresas mercantiles, así como Mandatario de diversas compañías nacionales y extranjeras. Es Fundador de la firma de Abogados Alegalis, con oficinas en Guatemala y Hong Kong, columnista del Diario La Hora y Maratonista.

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Juan Antonio Mazariegos

El anuncio mundial de hace ya algunos meses, sobre la autorización para la venta de distintas vacunas contra el Covid 19, se convirtió en un rayo de esperanza para miles de personas que veíamos avanzar la pandemia sin más opción que terminar contagiados tarde o temprano, confiando en resultar asintomáticos, sufrir síntomas leves o en que a través de aislamiento o un tratamiento oportuno se pudiera preservar la salud de aquellas personas más vulnerables que existen en la mayoría de nuestros hogares.

El lanzamiento del programa COVAX de la Organización Mundial de la Salud, pretendía lograr el apoyo de los países ricos, para que estos a través de donaciones millonarias, permitieran la compra de esas vacunas para que fueran distribuidas, cuando menos al 20% de la población de cada país pobre que no tuviera la capacidad de acceder al mercado de medicamentos y que de esa manera, esta pandemia que no conoce de fronteras ni de nacionalidades fuera combatida como un problema de toda la humanidad.

Por supuesto y como dice el dicho, las buenas intenciones tapizan el camino al infierno, los países ricos no cumplieron con la donación ofrecida, acapararon, para hoy y a futuro, la mayoría de la producción mundial de las vacunas más seguras, producidas por las grandes farmacéuticas que habían cumplido con todos los protocolos de aprobación de los entes reguladores de EE. UU. y la CEE y dejaron en existencia las vacunas producidas por terceros países como China, Rusia e India que son a las que finalmente podemos acceder como buen país del tercer mundo que somos.

En medio de ese escenario que condiciona y mucho la adquisición de las famosas vacunas de Pfizer, Moderna, Jonhson u otras del mismo nivel, nuestro gobierno con todas las falencias de administración y de gestión que hemos mantenido, no de ahora si no desde muchos gobiernos atrás, se vio imposibilitado de competir contra las bien calibradas y aceitadas maquinarias mundiales de adquisición de fármacos y allí vamos más cerca de la cola que de la cabeza, en la carrera por buscar la solución a la pandemia a través de la vacunación de nuestra población.

De conformidad con la página web del Ministerio de Salud, el plan nacional de vacunación establece como objetivo general planificar, programar, coordinar y asegurar el financiamiento, adquisición, provisión y uso de las vacunas contra el SARS- CoV2 para reducir la morbilidad y mortalidad generada por la COVID-19 en la población guatemalteca y mitigar las consecuencias humanas y socioeconómicas derivadas de la misma.

Por supuesto, del dicho al hecho, hay un gran trecho y aun y cuando no podría comprender una falta de voluntad para cumplir con los componentes de ese objetivo general, resulta evidente que no tenemos la capacidad de lograr los mismos, y hoy, en medio del descuido generalizado de la población que ha bajado la guardia, porque simplemente no puede o no quiere mantener el nivel de aislamiento y cuidados que demanda la emergencia, nos encontramos en medio de una nueva ola de contagios que tienen ya al borde del colapso a la precaria red hospitalaria con las que contamos. El plan nacional de vacunación en general es bueno, el problema es nuestra sistemática incapacidad para ejecutar las cosas a nivel de gobierno, la negativa a liberar la importación de vacunas por parte de cualquiera y esa lamentable cultura de no prever todos, las consecuencias que pueden tener nuestros actos o descuidos. Esta difícil, cuídese.

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