Eduardo Blandón

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Fecha de nacimiento: 21 de mayo 1968. Profesor de Filosofía, amante de la literatura, fanático de la tecnología y enamorado del periodismo. Sueño con un país en el que la convivencia sea posible y el desarrollo una realidad que favorezca la felicidad de todos. Tengo la convicción de que este país es hermoso y que los que vivimos en él, con todo, somos afortunados.

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Eduardo Blandón

“Las sociedades hoy no están enfermas solo del virus, sino que adolecen todo un desacople social”.  Jean-Luc Nancy

Puede que tenga sentido afirmar que las sociedades son semejantes a cuerpos humanos sujetos al tiempo.  Y si no es así, al menos es un modelo explicativo de lo que les acontece circunstancialmente.  Las comunidades se enferman, sufren paroxismos, ansiedad o paralización, sienten frustración y mucho desánimo.  Quizá haya sociedades que en la desesperación se vuelvan dementes -sin culpa-, solo porque no saben reaccionar en contextos particulares.

Venezuela es un caso paradigmático.  Chávez no llega al poder solo en virtud de sus capacidades propias, sino por el cansancio de una ciudadanía que hastiada en su momento buscó alternativas.  ¿Los venezolanos expresaron inmadurez o son menos sensatos que los habitantes de Suecia?  No lo creo.  Que Maduro sea el presidente ahora es una casualidad derivada de la decepción por el vicio de los gobernantes del pasado.

Ya antes había ocurrido en la Alemania del Fürer, cuando los germanos apoyaron masivamente al caudillo.  La locura ciudadana es solo un factor que ayuda a entender el ascenso de sus dictadores, no la causa única.   Aunque, en mi opinión, es una variable importante sin cuyo respaldo Hitler, por ejemplo, no habría pintado en la historia del país al que nos referimos.

Es la misma demencia de los millones de ciudadanos que votaron por Trump y aúpan todavía cual oligofrénicos.  No se explica de otra manera.  El hechizo (digámoslo más suavemente) no les permite ver al impresentable, al corrupto, al político de baja catadura que vendería a su madre con tal de permanecer en el poder para satisfacer sus malas inclinaciones y apetitos vulgares.  Tienen ceguera, perdieron el sentido del gusto, no tienen clase.  Desesperados, abrazaron la indecencia.

No tienen culpa.  La alternativa no es esencialmente superior.  Ha sido la clase política la que ha enfermado a las comunidades, su vector.  Es difícil sustraerse a ese virus que causa estrabismo y ausencia de gusto.  Ya no se distingue ni se sabe catar.  Así, da igual elegir entre Salvini, Berlusconi o Conte.  La inoculación nos vuelve ordinarios, por ello celebramos al bravucón, al impertinente y hasta al asesino.

¿Recuerda cómo aplaudimos al matón de Chilpancingo?  Nosotros, qué duda cabe, no somos la excepción.  No se puede explicar de otra forma nuestro mal gusto experimentado por personajes como Morales o Giammattei, por ejemplo.  O que estemos a punto de determinarnos por un Mynor Moto o un Estuardo Gálvez.  ¡Qué mal nos vemos!  Sí que estamos enfermos.

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