Oscar Clemente Marroquín

ocmarroq@lahora.gt

28 de diciembre de 1949. Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Periodista y columnista de opinión con más de cincuenta años de ejercicio habiéndome iniciado en La Hora Dominical. Enemigo por herencia de toda forma de dictadura y ahora comprometido para luchar contra la dictadura de la corrupción que empobrece y lastima a los guatemaltecos más necesitados, con el deseo de heredar un país distinto a mis 15 nietos.

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Oscar Clemente Marroquín
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Por segunda vez consecutiva, y ahora quizá hasta con mayor nivel de imprecisión, las encuestas políticas en el país más desarrollado del mundo y donde existen las más acreditadas empresas para medir el comportamiento de la opinión pública volvieron a fallar de manera estrepitosa. Hace cuatro años todas las encuestas daban como ganadora a Hillary Clinton frente a Donald Trump y si bien ella ganó el voto popular por un margen estrecho, terminó perdiendo la Presidencia. Esta vez el fallo de las encuestas es mucho mayor porque daban en promedio alrededor de 10 por ciento de ventaja a Joe Biden y en algunos Estados donde aparecía con una importante ventaja, el ex vicepresidente aparece abajo.

Siempre se advierte que las encuestas son la foto del momento en que se hace la recolección de datos y en esta elección no se produjo la elección en un momento sino a lo largo de varias semanas en las que la ciudadanía votó anticipadamente utilizando el correo para enviar sus papeletas y eso puede significar distorsión, pero es evidente que algo está ocurriendo con las encuestas que han perdido precisión de manera consistente a lo largo de los últimos años y que los expertos en esa clase de mediciones tendrán que hacer profundas revisiones autocríticas para determinar dónde está la falla que provoca una fundada incredibilidad en lo que dicen o muestran.

A estas alturas todavía no hay resultado final en cuanto a los votos electorales que pueda obtener alguno de los dos candidatos pero es evidente que la lucha fue mucho más cerrada de lo que anticiparon prácticamente todas las encuestas y eso tendrá efectos en la metodología de recolectar y procesar los datos que se obtienen, así como el tipo, la calidad y la cantidad de las muestras que permiten obtener más precisión.

Ya hace cuatro años hubo una situación muy parecida y algunos encuestadores explicaron el poco acierto en la existencia de una importante cantidad de votantes que iban por Trump pero se sentían avergonzados de decirlo, excusa que parece poco creíble pero que en aquel momento pudo maquillar de alguna manera el estrepitoso fracaso de los encuestadores.

Algunos hoy empiezan a hablar de que las encuestas no están fallando tanto sino que hay problemas más serios en cuanto al conteo de los votos y el mismo Presidente Trump habló desde anoche de un importante y masivo fraude electoral que se está cometiendo en la forma de escrutar los votos. Si fuera cierta esa tesis, la situación es mucho peor en Estados Unidos porque no sólo son un país en el que el ciudadano no elige directamente a su presidente sino que lo hace un Colegio Electoral, sino que se perdería la confianza en todo el proceso. No es primera vez que se habla de fraudes y yo recuerdo la elección de 1960 cuando el triunfo de Kennedy fue señalado de haberse beneficiado de maniobras en Chicago y luego el triunfo de Bush en 2000 que se produjo por un fallo de la Corte Suprema que frenó el escrutinio manual en Florida.

En todo caso, es evidente que hay algo que no funciona correctamente y no sabemos si son las predicciones o los resultados.

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