Jorge Santos

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Defensor de derechos humanos, amante de la vida, las esperanzas y las utopías, lo cual me ha llevado a trabajar por otra Guatemala, en organizaciones estudiantiles, campesinas, de víctimas del Conflicto Armado Interno y de protección a defensoras y defensores de derechos humanos. Creo fielmente, al igual que Otto René Castillo, en que hermosa encuentra la vida, quien la construye hermosa.

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Jorge Santos

Es evidente que las crisis mientras más profundas son, más nos muestran el verdadero rostro de lo que somos, tanto individual como colectivamente. Esto es algo que quienes dominan el escenario económico y quienes son los más ricos en el mundo no terminan de comprender, a pesar de las graves consecuencias que como humanidad venimos asistiendo cada vez mas. Esta elite mundial, al igual que la guatemalteca tienen la falsa creencia que nunca les pasara nada de lo que le ocurre al resto, se sienten impunes en todas las dimensiones de la existencia. Sólo durante los últimos 20 años, es más frecuente fenómenos tales como huracanes, tifones, tsunamis, terremotos, olas de calor, incendios masivos, entre otros. Todo ello por un modelo económico rapaz, saqueador y profundamente empobrecedor.

La humanidad hemos sido testigos del avance de una nueva y mortal pandemia que nos impacta y desnuda en nuestra compleja pero frágil existencia. Mientras la enorme mayoría luchamos por sobrevivirla, la elite económica empuja con fuerza para seguir expoliando los recursos naturales y a grandes contingentes de fuerza de trabajo. En el caso guatemalteco, el fracasado modelo económico impulsado por la elite económica ha producido enorme males tales como pobreza, miseria, hambruna y violencia, entre otros fenómenos sociales lamentables. Cuando la pandemia llego al país éramos una sociedad desigual, con las menores tasas de inversión pública y una institucionalidad endeble para soportar la carga que representaría esta enfermedad. Adicionalmente a esto, tenemos un gobierno servil de la elite económica, que no le importa en absoluto el bienestar de su población, la salud, integridad o la vida misma.

Prácticamente las medidas implementadas desde el inicio, no se han diseñado por las autoridades sanitarias del Ministerio de Salud, sino se han realizado en los edificios lujosos de las cámaras empresariales o las fundaciones que les asisten y ejecutadas por el Ministerio de Economía, que al final de cuentas pareciera ser el criminal rector de la atención a esta crisis. La última disposición es una escala de colores que fundamentados en la cantidad de contagios y muertos determinaran el tipo de acción en cada uno de los municipios. Todo apunta a que sin pruebas y un sistema de salud colapsado, el disfrazar los datos de personas que resulten positivas al coronavirus será la norma, para seguir los mandatos de la criminal elite económica, que le importa más sus ganancias y privilegios que la salud y vida de la población.

Salir de esta condición con relativo éxito supondrá reconocer lo que ha ocurrido y está ocurriendo en el presente, para construir un futuro muy alejado de lo que hoy tenemos. La mal llamada “nueva normalidad”, deberá suponer destruir el fracasado modelo económico vigente y sobre sus ruinas construir otro en donde el ser humano sea el centro del accionar, no los grandes agregados económicos. Deberemos de pensar fuera del cuadro que nos han delimitado y atrevernos a tomar en nuestras propias manos los destinos del futuro.

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