David Martinez Amador

Politólogo. Becario Fulbright-Laspau del Departamento de Estado Norteamericano. Profesor Universitario,, Analista Político y Consultor en materia de seguridad democrática. Especialista en temas de gobernabilidad, particularmente el efecto del crimen organizado sobre las instituciones políticas. Liberal en lo ideológico, Institucionalista y Demócrata en lo político.

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David C. Martínez Amador

Por la crisis del COVID-19 todo mundo trae en boca el término necro-política, producto de narrativas esencialmente anti-eurocéntricas y post colonialistas. En suma, la política es un instrumento de poder para producir la muerte: Guerras, conquista, abuso de poder etc.. El poder al ser usado, produce muerte

Pero la relación entre política y muerte no por fuerza, negativa. Para los griegos, los rituales ciudadanos más importantes en espera de ser recibidos eran las honras fúnebres. Ser enterrado bajo los usos y costumbres de la Ciudad en el panteón familiar significaba la pertenencia completa ( por eso, ´no se es de donde se nace sino de donde sus muertos están enterrados´). Con toda la razón, los griegos temían más al ostracismo que a la muerte. Por eso Antígona rompió el edicto y le dio las honras fúnebres a los suyos. Por eso Aquiles ruega que sus huesos sean llevados de vuelta una vez termine la guerra. En vida, el ciudadano participaba del Agora, y quemaba incienso a los dioses de la ciudad una vez al año. En muerte ingresaba junto con los suyos, a la necrópolis.

Sólo los ciudadanos pueden estar en ambas.

Y sólo los ciudadanos recibían honras fúnebres.

Pero cuando la muerte de un ciudadano que servía dignamente a la ciudad tomaba lugar, los rituales eran más elaborados. Acuñar el rostro en las monedas, colocar el nombre en los arcos públicos, ser citado en la historia oficial y edificar bustos a la entrada de los templos. Salvarse del damnatio memoriae y del paso del tiempo es privilegio de aquellos héroes que en última instancia, se sacrifican por la Polis. Lo que hoy vemos a diario, en nuestro contexto de la crisis COVID-19 con servidores públicos, policías, bomberos, enfermeras y médicos (sobre todo esos que trabajan sin insumos, pagan sus propias medicinas y exponen la vida ad-honorem.).

Citarlos a todos difícil. Algunos casos han sido mediáticos: El subcomisario de la Policía Nacional Civil (PNC), Marcelino Portillo Quiroa, el agente anti-narcóticos PNC que falleció también por contagio de Covid (por suerte la mayoría de los efectivos contagiados se han recuperado); los médicos Milton Figueroa Villeda, Sergio Alejandro Girón y Edgar Rojas Prado, Óscar Guillermo Hernández Alonzo (de tan sólo 45 años) que servía en uno de los hospitales temporales; y así hay, bomberos, enfermeras y soldados. Todo ellos, no tuvieron la opción de quedarse en casa y cumplir con el deber les costó la vida. Si fuésemos griegos antiguos, sacrificaríamos cien bueyes blancos en su honor y rogaríamos a Mnemosyne (diosa girega de la memoria) que no sean olvidados. Si fuésemos romanos, celebraríamos una apoteosis para que fueran hechos parte del panteón de dioses y semi-dioses. Sus nombres serían inscritos en las puertas de la Ciudad para que todo aquel que entra o sale, sepa quienes fueron.

Luego de esta crisis, si algo se habrá aprendido es la importante necesidad de dignificar al servidor público, particularmente rublos como policías y médicos de la sanidad pública.

A todos ellos, los citados y los que no están citados que su memoria no sea olvidada nunca.

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