Sandra Xinico Batz

sxinicobatz@gmail.com

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Sandra Xinico Batz
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Una de las herencias principales que hemos obtenido de nuestras abuelas y nuestros abuelos, ha sido la concepción del medio ambiente, que consiste en ese vínculo ineludible con lo que nos rodea; una cosmovisión en la que todo tiene vida, por ende, tiene valor y merece respeto.

Mantener esta forma de concebir la existencia ha implicado para los pueblos originarios nadar contra la corriente y disentir de la visión de desarrollo, que la mayoría de países colonizados conciben como progreso, a costas del deterioro y la destrucción de la naturaleza. Los pueblos son guardianes de la biodiversidad del planeta.

No es que el ambiente haya cambiado porque si, lo que estamos viviendo es producto de un sistema económico y político de muerte, humanocéntrico selectivo, en el que sólo vale la vida de quienes son dueños y controlan el capital. En esta concepción la naturaleza es una mercancía, es un recurso explotable que existe para satisfacer la mezquindad de los ricos, porque para ellos el dinero todo lo puede comprar. Por esto es que la cosmovisión de los pueblos originarios se contrapone a la lógica capitalista colonial, convirtiéndose en enemigos de este modelo hegemónico, que pretende saquear hasta el último aliento del planeta y todos los seres vivos que en ella habitamos.

Los derechos son mercantilizables y la naturaleza aún no es considerada por la legislación vigente como sujeta de derechos, que no deberían ser violados por nadie ni tampoco para justificar el modo o estilo de vida capitalista. La privatización de los servicios básicos es parte de esta lógica, en la que empresas privadas controlan el agua, la energía eléctrica, la salud, la telefonía haciendo de su acceso un negocio, funcionando impunemente, destruyendo todo a su paso, generando conflicto en cada poblado o comunidad que invaden.

Las consecuencias de este modelo lo están viviendo los más empobrecidos, a quienes se les está negando el derecho al agua, a quienes les afecta directamente la sequía pues viven de lo que produce la tierra, a quienes se les despoja el territorio para instalar megaproyectos. Son los más desposeídos quienes residen en las laderas y los barrancos en donde cada invierno aumenta el riesgo de morir por un deslave. El hambre ha aumentado.

El empobrecimiento significa también el carecimiento de conocimientos para ser autosostenible, depender por completo del dinero para adquirir alimentos, vestimenta, medicina como resultado del epistemicidio y la pérdida de identidad que genera el racismo, que desacredita y desvaloriza los conocimientos de los pueblos originarios, para cambiar por completo las formas de vivir para que la vida gire alrededor del consumismo.

El extractivismo ha trastocado todas las formas de vida y especies, provocando cambios severos e irreversibles, que han modificado el comportamiento de la naturaleza y por ende esto ha impactado en la cotidianidad de los seres vivos, generando una crisis climática que se agudiza de forma acelerada. En esta crisis países como Estados Unidos han jugado un papel fundamental, al justificar la devastación en nombre del falso bienestar que provoca el neoliberalismo.

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