Pedro Pablo Marroquín

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Esposo, papá, abogado y periodista. ¡Si usted siempre ha querido un mejor país, este es su momento de actuar!

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Pedro Pablo Marroquín Pérez
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@ppmp82

El 1 de septiembre del 2016 el mariscal de campo de los San Francisco 49ers, Colin Kaepernick, se arrodilló durante el himno nacional en un partido de pretemporada de la Liga de Fútbol Americano de Estados Unidos, realizando una protesta pacífica en contra del racismo y la brutalidad policial.

Lo hacía de una forma silenciosa pero clara y mucha gente, incluyendo el presidente Donald Trump, lo criticaron porque decían que era una falta de respeto al himno y a la bandera. En lugar de abordar el motivo de las protestas, se centraron en lo que, según ellos, la acción de Kaepernick significaba para los símbolos patrios.

Cuando más jugadores y organizaciones enteras se arrodillaron, Trump elevó sus reclamos y los dueños de los equipos entregaron el piojo y no solo le “zafaron la varita” a Kaepernick, si no que le hicieron la vida imposible para volver a jugar el deporte que tanto amaba. En el 2016 dejó de ser parte de los 49ers y luego, ninguno de los dueños de equipos de la liga lo contrató, al punto que presentó acciones judiciales alegando que habían coludido en su contra.

En el 2019 llegó a un acuerdo con la NFL, retiró la demanda y le hicieron un campo de entrenamiento para que los equipos exploraran si lo contrataban, pero hubo alegatos de boicot en el último momento y al día de hoy sigue sin ser contratado.

Pero después de que le hicieron la vida imposible, ayer, casi 4 años después, el comisionado de la NFL le dio la razón y se disculpó por la forma en la que manejaron el tema del racismo y la brutalidad policial y todo tras la conmoción que ha generado en Estados Unidos la muerte de George Floyd en manos de la policía.

Y traigo a colación lo anterior, porque en Guatemala hay mucha gente que sin empuñar un arma, cometer saqueos o ilegalidades, viene advirtiendo de muchas realidades que nos constituyen un problema estructural para llegar a ser un país más justo, más incluyente y generador de oportunidades para todos aquellos que luchan sin importar su origen o condición social.

Gente que insiste en que tenemos un Estado que ha sido cooptado y desviado de sus funciones principales, lo que ha generado que no exista una cultura de servicio, atención e inversión en el ciudadano, y eso ha impedido que gobernantes y gobernados nos pongamos de acuerdo para enmendar algo que nos provoca frenos para generar nuevos aires.

No podemos seguir ignorando las voces pacíficas que nos cuentan las realidades que se se viven en el Interior de la República y zonas marginales, de la falta de oportunidades, del acceso a la salud, a la educación, a vivienda digna; del racismo que sigue existiendo aquí, de la poca inversión en desarrollo humano que hay para más del 60% de los nuestros que viven en pobreza y precariedad, lo que se traduce en que millones emprendan un camino jugándose la vida para llegar a Estados Unidos porque aquí no ven por dónde.

Hay quienes advierten que crecer económicamente como necesitamos para que las oportunidades estén al alcance de los que luchan y hacen las cosas bien, pues ello es muy complicado mientras sigamos teniendo un sistema de justicia en el que las mafias tienen tantos accesos y formas de control.

Hay mucha gente que ha venido recalcando que la corrupción que le guía el camino a muchos, sobre la que descansa nuestro sistema y que es parte fundamental de la cooptación, no deja a los que desean hacer las cosas bien tener una mayor luz ni que hayan más personas que puedan ir creciendo para provocar más y mejores oportunidades, porque los mafiosos quieren evitar perder el control e impedir que se den cambios que les hagan perder poder.

Kaepernick no alentó los saqueos ni las formas ilegales o criminales con las que algunos intentaron empañar las causas legítimas y lo mismo ocurre aquí. No se trata de recurrir a ilegalidades porque cuando la podredumbre se va a fondo, debemos mantener la altura y la legalidad para hacer las cosas, pero sí se trata de no seguir ignorando realidades porque tarde o temprano las deberemos ver. Ojalá que no sea cuando las ciudades estén en llamas.

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