Juan Jacobo Muñoz Lemus

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"Guatemalteco, médico y psiquiatra"

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Juan Jacobo Muñoz Lemus

En el aislamiento prolongado en que me encuentro, la soledad me ha traído algunas raciones de conciencia. He podido ver que casi siempre quiero viajar desde el exterior para llegar a mi interior, que me gusta ir imprudentemente contra la vía.

Me debato entre ambigüedades, ambivalencias y ambitendencias. Mi vida es un proceso inquieto, lleno de turbaciones y búsqueda de certezas que no llegarán jamás. En ese esfuerzo, lucho conmigo mismo, para tener el absoluto control de mis decisiones, apañado por la necia convicción de que no debo rendir cuentas a nadie.

En ese fuego a discreción, llego a obstinarme hasta la perversidad; malogrando la naturaleza de las cosas. A veces me doy fuerza, aduciendo que la sociedad vive hipócritamente en armonía grupal, de espaldas a las individualidades. Sin darme cuenta, llego a ser como un topo; ciego y subterráneo.

Para tranquilizarme me burlo de todo; más para ofender, burlarme, humillar o despreciar a alguien o a algo. La auto indulgencia en todo esto, es que me se dar la razón.

Soy como el crítico de arte, que manosea la obra que juzga y no tiene una obra propia. Procrastino para no exponerme, y protejo así la fantasía de hacer algo genial si algún día me atrevo. Como el que bendice su casa nueva, y al mismo tiempo la denigra porque quiere una mejor. O el que tiene sexo pensando que su próxima relación será apoteósica, descalificando la presente y de paso a su pareja.

Me estanca creer, o más bien sentir que tengo razón; algo que de verdad, no me cuesta. Para eso si soy listo, para auto engañarme. Más bien mañoso, un chapucero. Con soberbia digo, si tengo razón, ¿quién me la quita? De ahí que tienda a ser impermeable a la lógica.

Remitirme al pasado es solo un truco. He vivido como cualquiera, entre traiciones y decepciones; pero me sirve de razón. Gracias a ello he sido evitativo y saboteador de mi vida. Escojo cosas para sufrir, sin reparar en las diferencias, a través de alguna infantil analogía o identidad de semejanzas. Mis decisiones provienen de un conocimiento solo personal de las cosas, sin advertir que mis convicciones sesgadas, amplían mi ignorancia.

Tengo la cabeza mal amueblada; llena de pensamientos enemigos. Y aunque tiendo a creer en lo que pienso, me doy cuenta de que cometo errores y hago cosas que en realidad no pensé bien. No se trata solo de pensamientos, también hay un sinnúmero de emociones supuestamente irreconciliables, que ocupan el mismo lecho y dan ese sabor agridulce que usualmente le siento a la vida.

De niño aprendí que no se puede servir a Dios y a el Diablo, pero ya no estoy tan seguro de eso. El acuerdo y el desacuerdo, los dos existen y me pertenecen, o yo les pertenezco a ellos. Olvido que la vida es entre cimas y simas. La luz y la oscuridad que se oponen y conviven eternamente.

De mi vida pasada, trato de celebrar lo que he vivido, pero siento más nostalgia por lo que no pasó, y eso me hace sentir insatisfecho y fracasado. No me doy ningún crédito. A eso sumo, que entre lo que he vivido y lo que no, está lo que se perdió y lo que nunca viviré por haber pasado el tiempo de la ocasión.

La consecuencia de todo esto, es que caigo en la trampa de imaginar a otros más felices que yo, sin ninguna certeza de nada y sin alcanzar a ver que ellos también me ven de manera ilusoria. Me ven feliz, gracias al rostro que les muestro.

Entre ser y no haber sido, se me va la vida; sin darme cuenta de que así transcurre mi existencia, y que no es difícil sentirme solo, y que así debe ser; porque de eso se trata el encuentro con uno mismo.

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