Cartas del Lector

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Alfonso Mata

En nuestros gobiernos la democracia es ilusión. Sin embargo a los gobernantes, lo que hacen y como lo hacen les parece perfecto, aunque a los gobernados no, y en medio de ese debate nacional, lo único que resalta son: incongruencias, frustraciones y falta de acuerdos, y de ello, en lugar de diálogo, nos topamos con monólogos que chocan y dejan de generar soluciones, provocando agitación política, desigualdades y pobreza, generando esa falta de acuerdos una política que en lugar de haber solucionado, ha resultado inútil, arbitraria y peligrosa, disparando ambiciones personales que distan mucho de conducir a la democracia.

Dentro de nuestro hacer político, todos los partidos, sus líderes y candidatos, se creen adalides y paladines de una cruzada a favor de los derechos de la mayoría; de una política emancipadora y de una renovación social, pero los que llegan al poder ya instalados, lo que hacen es lo contrario. Con ese orden de cosas, nos topamos que los partidos esgrimen un sentido populista con intenciones cargadas de una transformación política dirigida al combate de la corrupción y la delincuencia, un poco menos a lo social y prácticamente nada en lo económico. Esa intencionalidad lo que persigue es el voto, no el cambio. Al final del día, el ciudadano se topa con un gran movimiento populista dirigido por partidos, que surgen o despiertan cada cuatro años y que se aprovechan de una democratización motivada por sectarismos y por creencias religiosas, fortalecidas por intereses sectarios económicos, más que de bienestar y desarrollo humano. Ese fervor populista, claro que pega en la ciudadanía, pues es alimentado por tensiones sociales y económicas que aplastan a una mayoría a un subdesarrollo, y aunque se pretenda decir y hablar de las ventajas de un capitalismo político que hemos tenido en el ejercicio del poder, sus beneficios no se han distribuido de forma equitativa y es lógico que ante tales disparidades, se dispare una conducta de agresión y violencia en la actividad social y política y pactos y divisiones incluso al margen de la ley.

Es así como reproducimos, mejor dicho mantenemos la crisis política y ¿qué es entonces lo que realmente hacemos cada cuatro años? pues darle vuelta a la rosca de nuestra oligarquía nacional a sabiendas, aunque si con la esperanza –que no sé de dónde nos nace– de que se logren los cambios políticos, sociales e históricos necesarios para la paz y el desarrollo, haciéndonos los locos por un rato, de que nuestra oligarquía política, religiosa, militar y financiera, se acomoda, acuerda y conviene en todos los partidos, y de que es el dinero, alrededor del cual se realizan los convenios y compromisos para los próximos cuatro años. Estos dos últimos, son realmente los principales instrumentos de la victoria. Bien vale para nuestro caso considerar que: “La asimetría social y económica concede a transgresores y estafadores la fuerza, por cuanto son capaces de actuar fuera de las normas y sistemas de valores”.

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