Cartas del Lector

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Félix Loarca Guzmán

El lunes de esta semana, por la frontera cercana a la Ciudad Santa de Esquipulas, ingresaron al territorio de Guatemala alrededor de dos mil hondureños desterrados de su país por la pobreza, el hambre y la violencia.
El impresionante éxodo de nuestros hermanos catrachos sorprendió a las autoridades policíacas de Guatemala, que en un primer momento trataron de impedir su ingreso, pero después de sostener un diálogo con los dirigentes de los hondureños, accedieron a permitir su entrada, ante todo porque portaban sus documentos en regla y por consiguiente, no les podían vedar su derecho a la libertad de locomoción.

Los hondureños manifestaron que habían tomado la decisión de salir de su patria con rumbo a Estados Unidos acosados por la falta de trabajo, la pobreza, el hambre y la inseguridad ciudadana.

Algunos de los migrantes van acompañados de sus hijos, porque indicaron que si los dejan en Honduras, hubieran sido reclutados por las pandillas en contra de su voluntad.

Los hondureños se dirigen a Estados Unidos con la esperanza de encontrar una vida mejor encandilados por el mal llamado “sueño americano”, que en la realidad se ha convertido en “la pesadilla americana”, por todos los riesgos contra su vida, discriminación, y hasta atropellos atribuidos a miembros de la “patrulla fronteriza”, creada por el gobierno gringo para impedir el ingreso de los latinoamericanos que viajan sin visa.

Durante los últimos meses se multiplicaron las denuncias de la crueldad de las autoridades estadounidenses, de separar a los hijos de sus padres sometidos al proceso de la deportación.

Aunque posteriormente como consecuencia de una fuerte presión social, el gobierno del presidente Donald Trump trató de enmendar los errores cometidos favoreciendo la reunificación de los padres con sus hijos, ahora se ha revelado que algunos jueces del Sistema de Justicia, han autorizado la entrega en adopción a matrimonios estadounidenses de algunos de los niños migrantes, sin el consentimiento de sus legítimos padres.

Este procedimiento no solo es un atropello incalificable a los derechos humanos de los inmigrantes, sino que pone al descubierto la doble moral de las autoridades estadounidenses, que se presentan ante el mundo como respetuosos del Estado de Derecho, pero que en la práctica se burlan del mismo, y lo hacen en nombre de la libertad y la democracia.

El caso de los hermanos hondureños es dramático, pues se exponen a enfrentar grandes sufrimientos y abusos en contra de su dignidad.
La verborrea del “sueño americano” es una falacia, pues en Estados Unidos también hay pobreza e incluso mendigos en las calles, quienes con frecuencia buscan sobrantes de comida en la basura para calmar su necesidad del hambre.

Si el actual Gobierno de Estados Unidos, realmente estuviera interesado en desalentar la migración desde Centroamérica, lo que tendría que hacer es pagar mejores precios por nuestros productos y renunciar a los privilegios que gozan sus empresas gracias al Tratado de Libre Comercio que empobrece a nuestros pueblos.

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